Publicitar en cualquier medio para manifestar nuestras intenciones internas restringidas, sin agotamiento de causas o perturbaciones del subconsciente o climáticas, ha sido el gran sueño como meta de los organismos pensantes y sobre todo cuando no se goza del privilegio de ser primera plana o tener el derecho de opinar sobre todo en los medios escritos del país, se apela a lo que se pueda dentro de la imaginación del venezolano y por tal motivo en estas vacaciones escolares es la intrínseca moda actual en la caliente y sudorosa isla de Margarita, no importa que usted sea habitante ñero, o navegado o, esté de paso por sus ciudades, pueblos y playas, escoriándose el alma y su piel de sal y sol al amparo de una fríita bebida que calme el agite del stress que trae de tierra firme o deslave las ansias del margariteño anclado de angustias.
Después de deambular por tiendas, bodegones, centros comerciales incluido el Sambil, restorantes y demás pasatiempos, se sale dispuesto a degustar parte del día, y en ese transcurrir dentro de un automóvil, se come el visitante con la vista lo que le venga en ganas y pone cualquier rumbo en busca de placeres sanos que confirme su deseo turístico en armonía con el bolsillo de la vestimenta y la liquidez tarjetero-ambiente que calme los nervios y la soledad acumulada y lo llene de salitre ultramarino.
La odisea publicitaria se le presenta sin atenuantes egoístas y sin derecho a replica como en la tv y los periódicos y, entonces, de Porlamar a Juangriego en este caso en particular sin pasar por Pedro González, ni Altagracia, comienza su catequesis verborreica y como el que no quiere contaminarse de emoción, pasa un carro Buick, año 69 a su lado que le deja esta lectura: “Recién casados a todo dar” y aún sin descansar del atropello íntimo, vemos a un Mercedes sin parachoques: “Estoy enamorado de la luna” y en plena autopista cerca de la UDO: “Mi hija ya es bachiller con bajas notas por escuálida”, del lado contrario cazamos a un BMW estacionado, lo respalda: “Tuvimos gemelas”, y ya en La Asunción nos pasa un carro fúnebre y leemos: “Murió de un pésimo susto” y en la Otrabanda, un auto bajando, nos deja: “Estoy libre, mi mujer se fue con otro” y en subida del Portachuelo, un carrito azul de vidrios fotocromáticos: “Eres la tripa de perl que me da sueño” y entrando a Tacarigua despacio, aparcado frente a la iglesia, un Chevrolet optra: “Mi droga eres tu Juana Dolores” y ya cerca del cementerio de ese pueblo, un Nova-80 amarillo, pudimos leer: “Hoy sí mañana no” y llegando a Sta Ana, nos adelantó un Corsa bien cuqui y nos llamó la atención su buen castellano: “Tú eres la pixina de la poseta de mi corason” y un rato después en La Vecindad, estacionado en la bomba, un Chevrolet aveo con la lastimosa información: “Soy lic. en informática y estoy pelando”, de lleno en Juangriego frente al Banco de Venezuela, una Ford ranchera: “Mami y yo somos como perro y gato” y en el estacionamiento de nuestra parada final, había un Fiesta nuevecito, que decía en uno de sus vidrios: “Tengo un mes que no veo a linda”.
Ya sin ánimos ilustrativos de tanta lectura automovilística-vial nos dimos el primer chapuzón no sin antes echarnos el primer guamazo en el malecón de Juangriego.
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