Estimado Saúl Godoy Gómez, columnista de El Universal:
Curiosamente, es muy poco lo que recurro a los medios de comunicación privados hoy en día. Artículos como el suyo, posiciones como la suya, aseveraciones vacías, engaños desenmascarados, manipulaciones feroces y juicios de cartón como el suyo, me hicieron tirar la toalla hace mucho, muchísimo tiempo.
Pero hoy precisamente, luego de despertarme de golpe en medio de un sismo, curiosa como cualquier otra persona que pasa un susto, farandulera como cualquier otro venezolano que quiere obtener la información de primera mano; comencé a monitorear prensa, radio y televisión. Me dije “empieza por El Universal, en momentos como este la ideología no se levanta como barrera (salvo para Federico Ravell que en lugar de llamar a la calma se abocó a vender su espejismo del mal Gobierno)”. Boba o inocente, como lo quieran llamar.
Entre las noticias más leídas, saltó a la vista semejante titular: “La primera masacre de Chávez”. Boba o inocente, reincidente y confiada de la naturaleza humana, creí que se referían metafóricamente a algún deportista (Hay un boxeador muy famoso de apellido Chávez ¿cierto?).
Error, error, error. A la segunda línea me encogí de hombros y resoplé con cierta conformidad. Luego reí silenciosamente. Sí, lo reconozco. Me reí. De mí, por perder mi tiempo. De usted, por hacernos perder nuestro tiempo. De usted doblemente por creer que posee el don de la buena pluma y la verdad entre las manos. Que un pasquín de tan alto tiraje como El Universal le ceda un espacio, no lo convierte automáticamente en un articulista de opinión respetable. No se engañe señor Saúl. Usted es la tuerca del tornillo que hace funcionar la herramienta. Un juguete pues. Un producto que se usa para provocar algo en esta feroz guerra mediática que aunque perdure, nunca resultará victoriosa.
¿Quién se cree usted que es para decir o, mejor dicho, para sentenciar que los tres comisarios Vivas, Forero y Simonovis (por nombrar algunos de los imputados) son inocentes de la masacre del 11 de abril? Existen pruebas señor Saúl. Hay fotografías, videos, testimonios, víctimas, muertos y familias desoladas a las que les arrancaron un pedacito de sus vidas esa tarde que jamás olvidaremos.
Habla del Presidente de la República como un tirano (con doce procesos electorales y democráticos ganados limpiamente), como un cobarde (el adjetivo más absurdo que pudo buscarse) y que tiene las manos llenas de sangre (¿de verdad? ¿Usted lo vio? ¿Tiene fotos o videos de las manos del Comandante pintadas de rojo con las vidas de otros?). Incluso, le dice a nuestro Presidente de la República “el criminal de Sabaneta”. No se haga el inocente, usted sabe muy bien lo que está haciendo.
A la gente como usted lo que provoca es meterla presa. Y me disculpa el acaloramiento. Sí, a la gente como usted provoca meterla tras las rejas por injuria, por difamación, por guerra psicológica. Pero qué sería de nuestras cárceles si las llenáramos de mediocres como usted, señor Saúl. Antes de dejarnos llevar por las pasiones, es mejor usar el sentido común. Y usar las mismas armas que ustedes desenfundan en nuestra contra.
Como para este caso nos estamos enfrentando en el terreno de la palabra, entonces le respondo con la palabra misma.
Se supone que usted es analista político. Se supone que es activista ambiental, graduado en Estados Unidos en una Universidad de renombre. Se supone que se mueve en el mundo cultural. Se suponen muchas cosas sobre usted que me dejan perpleja. Cómo alguien cuyo currículum anticipe su poca fama puede utilizar un espacio, un número generoso de letras superpuestas a conciencia, para “analizar” parte de realidad venezolana tan mediocremente. Es cierto que el hábito no hace al monje y mucho menos que un título valga más que el talento y la conciencia. Pero muchos pecamos de dejarnos sorprender por un nombrecito de alguna Universidad gringa. Y no, qué equivocados estamos los que nos dejamos seducir por un currículum. Usted es prueba fehaciente de que un pueblo despierto puede analizar con mucha más profundidad y tino lo que nos rodea que alguien que se encerró entre las cuatro paredes de un salón de clases para creerse doctor o licenciado.
Y fíjese que si de verdad es periodista eso nos convierte en colegas. Fíjese usted que el veto que le eché encima a los medios de comunicación privados fue para no arrepentirme de haber elegido ese camino para mi vida. Qué pena que un sismo que despertó a Venezuela en medio del sobresalto me trajo de vuelta a la misma pregunta ¿tiene salvación el periodismo en Venezuela? Leyendo a mediocres como usted, me inclino a pensar que no.
(*)Periodista
ggastello@gmail.com