Otra vez el show de los grupos defensores de la libertad de prensa. Vienen a condenarnos, así como nos condenan por ser un “narco-estado”, por “tener a terroristas Hezbolá”, por “financiar a las FARC”, por “cerrar canales de televisión”, “agredir a periodistas” y ahora por “clausurar” a 32 estaciones de radio y dos televisoras regionales.
Y a eso viene un grupo de directivos de periódicos, que integran la Sociedad Interamericana de Perros o Putas (SIP), y dice que Venezuela estará en el tope de la lista de asuntos que serán evaluados en el foro de emergencia que se realizará el viernes en Caracas para discutir sobre la libertad de expresión en las Américas. Vendrá con este grupo, una delegación de defensores de la libertad de expresión del gobierno de Micheletti de Honduras.
Queremos que se entienda lo siguiente: cuando los grandes conglomerados mediáticos comenzaron a funcionar en América Latina, lo hicieron con el mismo estereotipo, organización, semiología y conceptualización del modelo capitalista. Y sobre todo bajo el principio básico de que sólo los seres “responsables”, “serios” y “equilibrados” deben tener derecho a opinar a g través de estos medios de comunicación. Una de las más grandes victorias de la democracia representativa en Venezuela, fue lograr que casi toda nuestra clase intelectual se adaptase a las ideas capitalistas de progreso y a los patrones de la propaganda norteamericana. Esta concepción de los valores imperiales consiguió calar muy hondo también en todas las universidades latinoamericanas.
Como ese era el modelo ideológico, entonces para sobrevivir y obtener enormes ganancias, chantajear empresas y gobiernos, los medios de comunicación acabaron por convertirse en Estados independientes dentro de cada país. Desprestigiaban a personalidades y hasta derrocaban gobiernos. De modo que los medios nuestros nacen y se desarrollan siempre al servicio de la hegemonía cultural norteamericana. A fin de cuentas se nos acaba moldeando según sus patrones, en lo educativo, cultural y político. Con los periódicos que traen los héroes de las comiquitas y con las películas, los valores gringos arrasan con todo lo nuestro, y se acaba finalmente por prestársenos una identidad. Desde allá (universidades, centros de investigación, academias, Hollywood, etc.) se nos define y se nos dice lo que somos y cómo debemos comportarnos. Al sur del Río Bravo para ellos, el tipo de hombre que se encuentra es un enanito de vestimenta blanca (todos son mejicanos), con un sombrerote, sucio, desconfiado, flojo, mentiroso, letárgico, incapacitado para la precisión y la lógica, traicionero y nada serio. Y como raza inferior, totalmente inadecuado para conocer lo bueno y lo correcto.
Ese “enanito” vestido de blanco (idéntico al “Juan Bimba” adeco), estaba y está obligado a adorar a los nuevos dioses gringos que llegan a través de los medios. Esos dioses tienen rostros bondadosos, ojos azules, de rostros sonrosados -a fuerza de buen whisky y buen vino-, y cuando vienen a visitarnos machacan “adorablemente” el español. Encarnan lo moralmente correcto, lo humanamente justo, la perfección suprema del hombre en la Tierra. Son los portadores de los invictos modelos del progreso y de la belleza, del orden, de lo civilizatorio y culto. Se nos concedió una identidad postiza que arrastramos como una descomunal llaga en el alma. Situados como seres diferentes a ellos, tenemos, por fuerza que ser una amenaza y un peligro para sus proyectos, para su seguridad nacional, para su subsistencia. Lo que esté fuera del imperio euro-americano es malo, dañino, pernicioso. Nuestro crimen es no ser como ellos.
Los medios de comunicación social en nuestros países entonces, fueron creados para recordarnos todos los días cuál es nuestro papel y hacia dónde siempre debemos dirigir “correctamente” nuestros pasos. Son poderosas camisas de fuerzas morales, vejatorias, castrantes, viciosas, degradantes. Por eso, en cuanto un candidato político gana una elección corren a imponerle su cartilla. Se les dice: “cuidado con volverse tirano”, “sea justo y equilibrado”, “respete las reglas democráticas”, “observe los principios básicos de la tolerancia”, “sea amplio, generoso”, dúctil y formal con las normas establecidas por sus abuelos, profetas y patriarcas.
El ser latinoamericano está contenido y representado, no por sus presidentes, no por sus tribunales de justicia, no por sus comunidades o parlamentos, sino por los empresarios de la información. La soberanía de cada nación reside en los medios poderosos, y como cada uno de estos medios es una réplica de lo que dice y ordena Washington, pues son los conductos por los cuales se nos domina, se nos explota, aherroja y aterroriza. Esto debe quedar definitivamente claro, para todos nosotros en América Latina.
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