Una vez más sorprendieron a Aporrea.org que, sin desearlo, funcionó como lo hacen los medios delincuentes que tanto cuestionamos, repartiendo infamias disfrazadas de denuncias: “preclaros revolucionarios” que lucen como sagaces descubridores de infiltrados y delincuentes en el gobierno y que, en lugar de concretar hechos, solamente endilgan adjetivos descalificadores contra otros compañeros del proceso revolucionario. Solo enlodan. Además, para no arriesgarse, lo hacen anónimamente.
Tenemos el derecho a sospechar cualquier cosa, a imaginar cualquier tipo de interés detrás de ellos. Desde cosas terribles hasta insignificancias personales.
Y habiendo Aporrea establecido criterios para que este tipo de error no ocurriera, ocurrió. Esta vez fueron un tal "César Márquez Vallejo" ayudado deshonestamente por una señora llamada Olga (ambos presuntamente chavistas de acuerdo a algunos amigos comunes). Estamos indignados con nuestro error y con quienes nos llevaron a cometerlo.
Llegan a Aporrea cientos de correos diarios de amigos y desconocidos - y bastante basura- y decenas de informes personales que son todos procesados con rapidez y con gran espíritu de entrega por el pequeño grupo de compañeros que dedican parte de sus tiempos de trabajo a esta tarea. También se revisan otros medios, de donde se seleccionan artículos y noticias. Se investigan temas, se edita material fotográfico, audios y videos. Así, al calor de un ritmo a veces vertiginoso, se toman decisiones sobre el material a publicar.
Nuestro norte es darle voz a quienes no la tienen, reflejar las preocupaciones y las luchas de las comunidades, de hacer contraloría social y de mostrar los avances del proceso revolucionario bolivariano. Cuando se publican denuncias, tratamos que se refieran a hechos o situaciones concretas y que no se basen en descalificaciones personales. Demás está decir que Aporrea otorga irrestrictamente el derecho a réplica.
Por recomendación de la “compañera” Olga, el pasado 22 de febrero, no se revisó el texto ni se dudó en publicar la denuncia titulada La verdad de la Misión Cultura (www.aporrea.org/misiones/a30990.html) firmada por César Márquez Vallejo. Poco después, al surgir dentro del mismo equipo la sospecha de un fraude, se solicitó a dicha Olga, el número de cédula de su amigo recomendado, el tal César. Su contestación fue destemplada, desapareciendo repentinamente el tono amigable y fraternal que había mostrado durante unas semanas previas. O sea, César Márquez Vallejo no existe.
El artículo Mi respuesta a “Cesar Márquez Vallejo” sobre la Misión Cultura y otras cosas de Hector Soto (www.aporrea.org/misiones/a31062.html), es contundente en el desmontaje de la “denuncia” y, sobretodo, una lección que muchos debemos aprender. Por un lado, nosotros, para reafirmar el objetivo de un periodismo audaz e irreverente pero sin ligerezas, asentado en la verdad sin límites pero también consciente de los daños irreparables que puede causar el uso irresponsable de información. Pero por otro, especialmente, es también un mensaje dirigido a los lectores y colaboradores asiduos a quienes solicitamos la comprensión cabal de esta situación, que se puede sintetizar, ni más ni menos, en que las denuncias no deben confundir impresiones y deseos personales con hechos objetivos y concretos.
A la Revolución Bolivariana le es imprescindible la denuncia concreta y la contraloría social, pero la simple descalificación personal, sin aporte de ningún tipo de evidencias, indicios o pruebas para sustentar lo denunciado, solo sirve a los mas oscuros intereses y no hace mas que distraer y entorpecer la acción contra los verdaderos enemigos de la revolución.