Aporrea, mejor conocida como Asamblea Popular Revolucionaria, surgió por allá por el 2002, en aquellos tiempos en que los grandes partidos de comunicación (prensa, radio y TV), tenían cercada a la Revolución Bolivariana. Todavía recuerdo el entusiasmo y el camión de bolas que comenzaron a echarle unos cuantos compañeros para crearle un frente a estos monstruos que pretendieron barrer de un plumazo con la voluntad de este pueblo al elegir como su Presidente al comandante Hugo Chávez, al atizar, apoyar y prácticamente montar el Golpe de Estado y el paro petrolero del 2002-2003.
Muchos han sido los logros, los tropiezos y las victorias alcanzadas por una página web que tal vez sin proponérselo se convirtió en referencia obligada de chavistas y antichavistas. Probablemente los compañeros jamás se pasearon por la importancia que llegaría a tener esta página para muchos ciudadanos de a pie que, aunque comprometidos con este proceso, no teníamos mecanismos de hacerle llegar al alto gobierno nuestras quejas, preocupaciones, angustias, alegrías, esperanzas por ese hoy que se está construyendo todos los días.
Poco a poco, tímidamente, Aporrea fue cogiendo sabor de pueblo, de participación, de protagonismo, de guía para muchos que apenas asomaban su cabeza a un fenómeno que años más tarde pondría al mundo prácticamente de cabeza. Si, porque a la par de las denuncias, podíamos disfrutar de sesudos artículos aprovechados por muchos que intuían que algo hermoso estaba pasando, pero que desconocían cómo se lo comerían ellos con su participación activa y protagónica.
Muchos reveses ha sufrido APORREA. Desde las famosos hackers que pretendieron callarla, hasta la falta de recursos para mantener la página. Nos consta que quienes allí se esfuerzan para mantenernos informados del hora a hora, son revolucionarios que nada esperan a cambio. Que sólo los mueve la voluntad de mantener una trinchera de lucha y de información permanente contra la desinformación que persiste en los llamados “medios de comunicación social”, que sin reparos de ningún tipo ni CONATEL que responda, siguen haciendo lo que les viene en gana.
Por eso no podemos menos que sorprendernos, horrorizarnos, preocuparnos por la posición asumida por este colectivo al lanzar en su página un comunicado en apoyo a los mil veces denunciados Héctor Soto y Antonieta D’Stefano, cabezas de la Misión Cultura (Ver Declaración de Aporrea en relación a “denuncias” irresponsables - www.aporrea.org/misiones/a31111.html). Poniéndose de espaldas a su verdadera naturaleza, cual es apoyar las iniciativas de este poderoso pueblo que se levanta y hace sentir su voz, los camaradas reconocen abiertamente que aplican censura a “denuncias infundadas” sin dedicarse a saber si quienes dicen la verdad son los cientos de denunciantes o los dos denunciados.
Pero gran paradoja. El desastre en que estas eminencias han convertido a la Misión Cultura ha podido ser conocido por la gente es, precisamente, gracias a Aporrea, que mantuvo sus puertas abiertas para que la Contraloría Social pudiera ser algo más que palabras huecas. Si usted revisa la página encontrará las denuncias del joven de San Diego, despedido por no ser incondicional; de los activadores de Barquisimeto, Sucre, Falcón, etc., todas apuntando a un mismo sitio: pidiendo con urgencia la intervención del alto gobierno en un proyecto que inicialmente se convirtió en esperanza de muchos y que con el tiempo ha mutado en frustración e impotencia.
Pero volvamos al punto. La censura en Aporrea. Entendemos, aunque el comunicado no lo haga explícito, que no todos los “padres” de esta importante página, están de acuerdo en “casarse” con algunos personajes de los muchos que pudren hoy las instituciones del Estado. Sabemos, o queremos creer que no todos los compañeros de Aporrea comparten la idea de publicar algunas denuncias y otras no, dependiendo de los personajes afectados. Creemos, si, que debe existir responsabilidad para no convertir este medio alternativo en otro Nazi-onal, Universal o globovisión; pero de allí a esgrimir argumentos tan poco creíbles como la “denuncia infundada” o el uso del anonimato para sesgar información es, francamente camaradas, poco ético.
Llama también poderosamente mi atención que apenas a dos o tres días de publicado el artículo de César Márquez Vallejo titulado “La verdad de la Misión Cultura” (Ver www.aporrea.org/misiones/a30990.html) y de la “respuesta” de Héctor Soto, los camaradas de Aporrea (Ver Mi respuesta a “Cesar Márquez Vallejo” sobre la Misión Cultura y otras cosas de Hector Soto - www.aporrea.org/misiones/a31062.html) ni siquiera se hayan tomado la molestia de meterse en la página de la Misión Cultura, sección Contraloría Social, para ver, por ejemplo, que TV Caricuao, dirigida por la hermana de Antonieta D’Stefano, cobró la nada módica suma de 90 millones (diciembre 2006) por la reproducción de CDs para la Misión, a pesar de que esta Fundación adquirió los equipos para realizar este trabajo. No hay suspicacia de los camaradas ante las respuestas tan ¿evasivas? del profesor Héctor Soto ante denuncias tan graves publicadas incluso en un medio escrito.
Camaradas de APORREA, quienes creemos en la crítica como mecanismo de construcción revolucionaria; en la contraloría social, en la participación y el protagonismo del pueblo, les exigimos ponerse al frente del mandato presidencial: denunciar la corrupción caiga quien caiga. De lado debemos dejar la práctica cuarto republicana de perdonarle al compadre el desmadre porque es mi compadre.
APORREA no puede dejar morir su legado, su razón de ser. Camaradas, revisen lo que está ocurriendo con esta importante página y como buenos revolucionarios, vuelvan a la senda que los hizo ser respetados y queridos por quienes creemos que si es posible la construcción de una Patria sin corruptos ni corrupción.
Fraternalmente y con saludos
revolucionarios
Ana T. Gómez F. (la guara)
PNA-M13