Aquí en Venezuela, en la atmósfera social caliente actual, nuestro 'batallón socialista' de San Onofre, cubierto completamente con el polvo político de los días pasados y enfrentando la rabiosa ‘guerra de ideas’, continúa con el serio debate práxico-teórico sobre la reforma constitucional y su artículo 115, sobre la ideología y la propiedad privada y quedé elegido unánimemente como ‘comisionado de ideología’, en mis palabras para el entrenamiento teórico revolucionario. En cuanto a la propiedad, los militantes preguntaron: ¿Qué quiere decir 'propiedad'?
No es extraño, que siglos de educación colonial ideológica para la barbarie, que décadas de dissocialización capitalista para la megalomanía fascista, fueron oscureciendo progresivamente nuestras mentes, inhibiendo que se identifique la principal 'raíz de todo mal': la propiedad privada de los medios de la existencia humana. Los militantes del futuro partido socialista unido de Venezuela (PSUV), batallón San Onofre, quieren saber: ¿Qué es propiedad?
Ahora, esto es una pregunta ya tan antigua, que muchos sabios han intentado de contestarla. No se trata de establecer diferentes formas de propiedad, sino de la abolición de toda relación de clase y por consecuencia de propiedad en su totalidad, tanto en Venezuela como en otras partes del mundo.
Hay una voz solitaria desde la cuna de la cultura occidental cristiana de hace dos milenios y medio atrás, que ejemplifica la verdadera actitud socialista hacia el trabajo y sus peligrosos productos alienados de carácter posesivo. Según Cicero, en sus ‘Paradojas’, Bias de Priene (sexto siglo antes de Cristo), uno de los ‘Siete Sabios’ de la Grecia Antigua insistió en que: todo lo que poseo, lo llevo conmigo (omnia mea mecum porto). Según el socialismo científico, esto representa la cosmovisión del ‘comunalismo’ simple natural, en otras palabras del comunismo social. Esto es el mundo sin propiedades, el mundo de los ‘nobles salvajes’, que entonces todavía no fueron 'descubiertos', cristianizados y asesinados; un lugar, donde la acumulación ‘primitiva’ de capital todavía no había estrangulado las relaciones humanas y la libre evolución de los medios de creación y creatividad humanos.
Esto era Guayana, era el Caribe, antes de que se convirtiera en la ‘Pequeña Venecia’, incluso antes de que se convirtiera en América. Un mundo indígena y humano sin propiedad capitalista, sin relaciones de propiedad coloniales, sin propiedad mixta, ni del Estado, ni privada de los medios de producción.
Hoy por hoy, quizás sólo quedan pocas sociedades muy pequeñas de este tipo en algunas regiones escondidas del Orinoco, del Esequibo, en la Amazonía o en el Congo. A este nivel de la evolución humana, en milenios pre coloniales, a pesar de las condiciones de vida adversas, con toda probabilidad, el proceso de trabajo que es la profunda contradicción entre la ‘naturaleza y la sociedad’, todavía no había llegado a la fase de producción perversa de la propiedad privada. Según Marx, el desarrollo de esta última definitivamente “hizo que surgiera el hábito estúpido de considerar un objeto como propio, sólo cuando existe la posesión física de este”. Como debemos saber, esta manía física de poseer la propiedad como un objeto, Marx la tomó de la Filosofía del Derecho de Hegel, donde se describe la propiedad como “lo suyo propio, como objeto” (Hegel). Ese punto de vista contrasta fuertemente con aquellos de Bias de Priene.
Lógicamente, Marx concluyó “que sin la verdadera y total emancipación del trabajo, las personas no se pueden convertir en humanos y la sociedad no se puede convertir en sociedad humana”. (Véase: http://www.panarchy.org/korac/humanism.1965.html)
Claro, como lo experimentamos en la era del puntofijismo, a lo largo de muchas décadas y también aquí en Venezuela, las clases dominantes nunca les enseñarán a los trabajadores la economía política de Marx, es decir, de lo que se trata la propiedad y las ganancias. Sin embargo, después de la Revolución Industrial europea (1830), como elemento intrínseco de la revolución burgués-democrático-capitalista, se tenía que contestar urgentemente la pregunta central de ¿qué es propiedad?, por parte de todos los partidos que estaban a favor o en contra del capitalismo. Al igual que entonces, en este momento de la reforma constitucional en Venezuela, queda la ardiente pregunta: ¿qué clase de derechos de propiedad y de derechos de clase, estamos a punto de garantizar en nuestra nueva constitución roja socialista?
Hasta que la Revolución Bolivariana no haya definido su naturaleza, sus intereses y sus objetivos de clase, no va a poder trascender al ámbito de la emancipación global. Necesita los factores anteriormente mencionados para contrarrestar una poderosa clase dominante corporativa internacional con una conciencia de clase.
En 1840, cuando Marx y Engels todavía estaban en sus tempranos veinte y cuando todavía no habían llevado a cabo el salto dialéctico del socialismo utópico al científico, es decir, cuando ambos todavía no eran ‘marxistas’, en su libro, “¿Qué es propiedad? o Una Investigación de los Principios del Derecho y del Gobierno”, uno de los padres del anarquismo, el pensador francés Pierre-Joseph Proudhon (1809-1865) nos dio el motivo político principal del problema económico que gira en torno al artículo 115 de nuestra Constitución bolivariana:
¡Propiedad es robo! (en francés: la propriété, c’est le vol!)
Claro, en su obra aparecieron otros lemas, que dependieron de los objetos de su análisis. Escribió que “propiedad es imposible”, “propiedad es despotismo” y en estilo orweliano incluso que “propiedad (esclavitud) es libertad”.
Sin embargo, para nuestro actual debate en Venezuela, las siguientes reflexiones de Proudhon merecen ser ponderados seria y científicamente. Con propiedad, él entendió la posesión de tierras y medios de producción, que son utilizados para apropiarse de y explotar el trabajo de otros. Proudhon explicó de manera muy plácida las ramificaciones sociales y el contenido político de la alianza de clase entre los propietarios, capitalistas y los gobiernos burgueses:
“El campesino que tiene que alquilar tierra, el fabricante que tiene que prestar capital, aquel que tiene que pagar impuestos, aduanas, tarifas, licencias, impuestos personales y de propiedad etc., y el diputado que vota para ellos, - todos actúan ni inteligente ni libremente. Sus enemigos son los propietarios, los capitalistas, el gobierno”.
http://www.marxists.org/reference/subject/economics/proudhon/property/ch03.htm
Proudhon propuso una especie de derecho laboral o productivo, que “queda con el trabajador incluso después de haber recibido su sueldo, un derecho natural de propiedad sobre la cosa que produjo”.
Ahora, según Proudhon, la apropiación capitalista de las fuerzas laborales, de los productos de los trabajadores y de sus medios de producción, es simplemente un robo.
Por esa misma razón, Proudhon reclamó categóricamente que la propiedad privada de los medios de producción no debería ser protegida y defendida por toda una serie de excusas legales o instituciones, no debería ser convertida en propiedad estatal, sino que todo debería ser abolido de una buena vez:
“Quitarle esta propiedad al trabajador (como ocurre normalmente en una relación trabajador-patrón), es robo”. Sin embargo, “en vez de deducir de esto, que la propiedad debería ser compartida por todos, exijo como medida de seguridad su abolición completa”.
http://en.wikipedia.org/wiki/Property_is_theft!
Es cierto, tenemos todos los derechos del universo para decidir lo que hacemos con nuestra propiedad y para defender nuestros derechos de propiedad, sin embargo, nosotros, los trabajadores, deberíamos conocer la verdad sobre lo que se llama propiedad, para que más tarde no digamos: ¡No sabíamos!
Proudhon explicó lo anterior mucho antes de que naciera el marxismo y ocho años antes de la aparición del Manifiesto del Partido Comunista. Así que, se podían escuchar los tambores revolucionarios de guerra de los trabajadores, del proletariado emergente y del despertar de la Asia, la África, la Oceanía y las Américas, desde hace mucho tiempo, incluso en el anarquismo.
En lo que a la creación y emancipación humana se refiere, a escala global, podemos constatar que para miles de millones de nosotros es válido, que todavía no se ha ganado todo, pero también, que ¡todavía no todo está perdido! Las relaciones amo-esclavo, es decir, la solución de las relaciones de propiedad, o sea, las relaciones de clase serán las que decidirán el futuro del socialismo mundial y de la Revolución Bolivariana.
¿Cuáles son las relaciones entre la lucha de clases, la abolición de la propiedad privada de los medios de producción y la creación de un nuevo hombre, un emancipador?
Este mismo asunto, que se está discutiendo ahora dentro del contexto de la creación de un ‘nuevo hombre’ como lo expuso Ché Guevara, lo explicó Marx en su concepción del futuro ‘trabajador libremente asociado’ que no se perderá en un colectivo o una cooperativa sin nombre.
Friedrich Engels nos explicó lo que implicaría un socialismo nacional y mundial, en caso de que pudiésemos introducirlo algún día mediante una revolución permanente y luchas de clase constantes y sofisticadas a nivel global por parte de miles de millones de todo tipo de trabajadores: “La abolición de las clases sociales, presupone un nivel de producción, donde la apropiación de los productos y medios de producción, y con ellos el poder político, el monopolio de la educación y la dirección espiritual por parte de una clase social específica no sólo será superfluo, sino un obstáculo para el progreso económico, político e intelectual”.
http://www.panarchy.org/korac/humanism.1965.html
Aquí no se trata del ‘racismo’ o del ‘euro-centrismo’; no se trata de glorificar o demonizar a nadie, más bien tiene que ver con los efectos del capitalismo e imperialismo global, y con la verdad que descubrieron los científicos de todos los colores sobre las luchas laborales a nivel global. La abolición de la propiedad privada influye directamente en el desvanecimiento del Estado burgués clasista, y como sugirió Engels, este “tiene que ser colocado en el museo de antigüedades, al lado de la rueca y del hacha de bronce”.
Poniendo el control y la administración de su futuro en sus propias manos, en las manos del soberano, la Revolución Bolivariana de hecho desea cumplir con una expectativa marxista: la abolición del Estado burgués.
Sin embargo, como advirtió Friedrich Engels, mientras la clase oprimida todavía no tiene plena conciencia de clase para emanciparse, siempre constituirá la cola de la clase capitalista, en otras palabras, su sombra izquierda. Pero en nuestro caso y aquí en Venezuela, gracias a la Revolución Bolivariana, a sus proyectos, sus políticas y misiones, las masas laborales están madurando, están perdiendo su mentalidad fatal de amo-esclavo tanto como sus complejos de inferioridad. En estos momentos, el soberano participa activamente en la reforma constitucional y en la fundación de un partido socialista, para así auto-emanciparse. Los trabajadores como clase también se constituyen como su futuro partido socialista, acaban de elegir sus propios voceros y comisionados, contrario al pasado, donde eligieron los lacayos de los capitalistas.
Es normal, que no todo ande como esperamos; las revoluciones tardan décadas y a veces siglos en resultar victoriosas. Como modo de producción, el capitalismo tardó cinco siglos en evolucionarse de las ‘casas de trabajo’ a las fábricas, y en finalmente triunfar en Francia y Gran Bretaña, después de que surgió en Italia del norte.
A todos aquellos, que no pueden vivir sin la existencia de un Estado o sin la propiedad privada, hay que recordarles, que el Estado no existió en todos los tiempos. En la historia existieron sociedades que ni tenían estados, incluso ni siquiera sabían de su existencia, ni tenían una idea del poder estatal o de la propiedad privada.
Finalmente, como consecuencia, vale destacar, que en una sociedad feudal y burguesa, el Estado se convirtió en una necesidad, en cambio en el socialismo, se volverá obsoleto. No es el marxismo que se ha vuelto obsoleto, sino el Estado y la propiedad privada de los medios de producción, que se han vuelto extremadamente rancios; es su sentencia apocalíptica que nos condena a la barbarie globofascista.
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