La oposición derechista en Venezuela sigue sin encontrar el mejor camino para derrotar al chavismo en el terreno electoral, pese a la diligente colaboración que se le presta el propio gobierno con tantos errores.
Tan embrollada anda la oposición que sobrevive con varias corrientes a lo interno, algunas de ellas se logran identificar, pero pueden existir otras. Hay los que desean ir al proceso electoral de manera normal con la esperanza de llegar al gobierno a punta de votos; hay otros que si bien se apegan a la vía electoral, aspiran a una mayoría en la Asamblea Nacional para darle inicio a un proceso de desestabilización; hay el grupito que no se sumerge en el mundo de los votos porque no lo conoce y apuesta al desorden, el magnicidio y la desestabilización desde antes de las elecciones de septiembre (temen que los diputados de oposición que resulten electos “se acomoden” y se olviden de sacar a Chávez para pavonearse con sus placas); también está el grupito que considera que el asunto se resuelve con una intervención extranjera, tipo Panamá, y sanseacabó.
Con este cuadro en la oposición (que a lo mejor es producto de mi imaginación), pareciera que el chavismo tiene todo a su favor para ir consolidando la revolución bolivariana, vía al socialismo del siglo XXI.
La realidad no es así, y que me disculpen mis camaradas del PSUV, pero la culpa no es ni de la canalla mediática (si bien ésta es real y anda activa las veinticuatro horas), ni de las conspiraciones; sino del empeño de construir el socialismo con un número preocupante de funcionarios que no tienen nada que ver con el socialismo, pero si cumplen con el “perfil para el cargo”.
Repito, un número preocupante, pues no son todos, pero si suman una cantidad que permite entorpecer la profundización del proceso de cambios para ir hacia el socialismo.
Pareciera que hemos heredado lo del “perfil para el cargo” de las cenizas del puntofijismo: nivel académico, ropa formal, excelente presencia, facilidad para expresarse, cumplidor con el horario, ambiciones personales y similares. Características que no son de un todo despreciables, pero que no pueden ser las determinantes cuando de lo que se trata es de construir una sociedad distinta; en la cual la tortilla se voltea, pues el poder pasa de manos de los empresarios para ir a manos de las comunidades.
En otros términos: se trata de subvertir el orden capitalista. Y para eso más que el traje formal, se necesita la humilde ropa del guerrero.
No hemos colocado el tema de construir el socialismo con socialistas como una prioridad, por ello tenemos profesionales de alto nivel académico en oficinas que tienen que ver con los Consejos Comunales, convenciendo a vecinos y vecinas de una comunidad que no se metan en esos líos del “populacho”, pues “ustedes son profesionales que no pueden perder el tiempo en esa vaina”.
Este tipo de funcionario, lleno de orgullo, se coloca como ejemplo: “Mírenme a mí, trabajo aquí y no pertenezco a ningún Consejo Comunal”
O nos conseguimos con funcionarios de Indepabis, diplomados y bien vestidos, que le dicen a un ciudadano que denuncia a una empresa, que él –el denunciante- debe ajustarse a las condiciones propuestas por el dueño de la empresa “y no se empeñen en lo contrario o salen perdiendo”.
También en ese mismo Indepabis, nos encontramos con funcionarios que desde un principio colocan trabas para impedir que el ciudadano denunciante siga adelante con su denuncia. Imaginen que a una humilde señora que viva en la Península de Macanao le digan que debe volver otra vez con la denuncia escrita en computadora.
En estas y otras oficinas cuando el ciudadano o la ciudadana se ponen duros con el reclamo o la exigencia, los califican de “inconformes y conflictivos” y váyase a otro lado.
No sé si nos puede aliviar algo saber que funcionarios y funcionarias de este tipo no han sido infiltrados por Julio Borges, ni por Ledezma, ni por Enrique Mendoza; ni son financiados por alguna organización internacional. No, es la conducta que ellos consideran normal, pues el socialismo ni les va ni les viene.
Infiltrados o no, se convierten en parte de la contra de este proceso.
El recién explotado caso de PDVAL ha sido una muestra clara de que la contra está adentro y actúa a diario contra el proceso.
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