Es tan hedionda y cansona la consigna interna que se respira entre ellos que, diariamente se ven como picados de culebra y, más de uno usa tapabocas invisibles para obviar el momento que los delata, lo que tiene a Ramos Allup desconcentrado y lleno de guasacaca urticante que le come la cremallera situacional de la rabia que carga encima y, como unos mismos muchachitos de escuela primaria se baten por esconder la pérdida de la trinchera que cunde en lo emocional del mal olor que los devora.
Y en ese preámbulo de preocupaciones que inquieta a los yanquis, se dispara a lo que huela bien con sus kilos de peso que sobre pesa un mundo de dificultades para lo que pronto viene el 26 de septiembre, por lo que el mareo es total entre ellos y más de uno ha vomitado las tripas de la desilusión que no encuentra la corriente en que ha de nadar sin salvavidas exótico a su talla politiquera.
Agarraron a Pdval de guachafita para satisfacer sus necesidades de consumo de créditos consignados y a Rafael Ramírez su tabla de salvación ante el altar de los disparates en conserva y, parece ser que se le estranguló la manera de pensar que andan deshilachados de ideas dentro de un container de males calculados con sus intenciones en veremos.
Todo lo que llegué a un puerto venezolano con sello de comida, les engrincha el olfato de perros husmeadores a ver si dan con el hueso suculento que vivifique un poco de atención a sus escuálidas manifestaciones de recreo y ver como saborear la noticia que ha de refrescarle las ganas que no aguantan el peso de su podredumbre intrínseca.
Ya no encuentran que nombre roturarle a lo que encierre desperdicio y, por tal motivo Globovisión y sus lacayos han contratado a los mejores técnicos sobre la materia alimentaria para servirnos la mesa de la discordia hasta fin de siglo sin pausa alguna y el come barato les arruina las ganas de tenernos en penitencia a lo IV-R.
La consigna de llevar tres y pagar dos está en veremos dentro de la hediondez que les penetró y afectó las neuronas de la realidad que hoy día viven buscando un mal olor para saborear su porvenir nefasto que les sobre cargue la angustia que le patina el coco, aunque el coco de sus pesares les trasquilo la vergüenza y han quedados varados en la orilla de la pesadumbre racional.
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