Por obra y gracia de una casualidad un tanto escabrosa de explicar, escuché y ví hace poco la anunciación que Baltazar Porras hiciera a uno de los Cuatro Fantásticos de Globoterror, el señor W. Echeverría. El prelado, siempre con su razón en la boca, pareciera estar urgido de una pócima que lo alivie de la insidia que lleva entre pecho y espalda; aunque no creo que exista en este mundo bebedizo alguno para un mal tan fuertemente teñido de conservadurismo y de tan hondo calado reaccionario como ese.
Después del golpe de estado del 2002, cuando participó notoriamente en el fugaz pero siniestro desplazamiento del poder del Presidente Chávez, Porras cree que Dios es su prójimo y ya no está en todas partes como siempre, sino que el Supremo despacha desde el parapeto oficial de la iglesia venezolana, aplastado en el sillón más rupestre de la Conferencia Episcopal y él, por supuesto, es su ventrílocuo. A veces cree ver a Dios escapándosele hacia la Quinta La Esmeralda y telefonea a Don Ramón Guillermo Aveledo para confirmar su sospecha de que anda con él en asuntos de la MUD y no con Gabriel Puerta. Sólo así toma aire y vuelve a estar seguro de sí mismo. Tal cual es su disociación digamos teocrática.
Desde su perspectiva, y tiene su razón el Monseñor, su conducta ha sido de una coherencia ejemplar, tal vez sólo comparable a la de Pablo Medina antes y después del 26-S. Dijo “no temerle a nada” y estar ungido por los preceptos de Santa Teresa, que le han dado el vigor para esperar con paciencia china y fortaleza herculiana, la hora en que Venezuela sea por fin el paraíso cuarta republicano que añora y festejó copa en mano unos largos segundos con Eduardo Fernández, Carmona Estanga y otros voluntariosos que el 12 de abril se acercaron a Miraflores a “curiosear” los llamados “sucesos” que motivaron “la renuncia” y secuestro de nuestro Presidente Hugo Chávez. Claro que su coherencia transpira esa fe Porrista descifrada en el portal WikiLeaks, cuando rogó al patético Brownfield que "el gobierno de Estados Unidos debería ser más explícito en sus críticas contra Hugo Chávez”.
Vaya catarsis, Monseñor!
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