CHAVEZ EN LOS OJOS DE MARIA CORINA
Federico Ruiz Tirado
El reconocimiento del que goza el Presidente Chávez como un prolijo, sagaz, brillante y lúdico orador, capaz de provocar con las palabras complejos y cruzados sentimientos en quienes lo escuchan, e incluso en aquellos que se hacen los oídos sordos frente a su discurso, no es un asunto inexplorado. Ese rasgo le ha valido motes y atributos que él mismo convierte en motivos aún más enigmáticos y a veces sobrenaturales, por decir lo menos. El 15-E, en un claro mensaje a la cohorte de Washington que capitanea María Corina Machado, dijo, por ejemplo, no ser el demonio que le endosan y la diputada desde luego le creyó, pues ella misma visitó una vez al propio Satanás y partió un comino con él. Si algún veredicto del fragor de ese día resulta inapelable es aquel que le otorga al Comandante Chávez otro poder inextinguible, ese que para García Márquez es el imperio de las palabras.
Olvidémonos por un momento de los viajeros apátridas, tan unsulsos como Petkoof o Miguel E. Otero; del refosilizado Andrés Velásquez y del papanatas de Julio Borges o del melindroso de Don Ramón Guillermo Aveledo. Echémoslos a un lado para centrarnos en la rigidez pétrea de María Corina Machado, su rostro, sus ojos, su formato vestido de blanco, sentada allí frente a ese leviatán de la oralidad. Impecablemente indefensa, sorprendida de lo que no fue capaz de comprender de ella misma, pero disimulando acaso su voluntad de sacrificarse por el fracaso de la gesta independentista de Ismael García y otros en la OEA. Es ella el símbolo inequívoco de la desestabilización, del anhelo de torcerle el brazo a la revolución bolivariana y a Hugo Chávez, de la lucha de clases y, también, claro, de cómo mantener depilada para siempre las piernas que habrá de mostrar ante quien esté dispuesto a depositar en las cuentas de SUMATE para hacernos regresar a las tinieblas.
Chávez es el símbolo de la independencia, de la ruptura con el pasado oscuro de la IV República. Machado lo es del coloniaje, del ultraje, del flash back de Pedro Carmona y de los familiones de apellidos.
Chávez firmó la Constituyente de 1999. Machado el decreto golpista. No hay lugar a dudas: no es la comparsita que a veces se acobija en su sombra, ni el arquetipillo facial del diputado Marquina. Es Machado el símbolo de las insospechadas pulsiones queriendo herir la patria. Por eso sus ojos puestos en él.
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