Del empadronamiento de María Machado y sus caprichos

Con una ternura casi ciega, psicológicamente imposible de descifrar o simplemente de imaginársela por la ausencia rotunda de cierta resonancia en la memoria, esa potencia capaz de ver, oler y oír lo pasado (por ejemplo el olor de su sudor en el Portón de Sidor o su frenética voz; recia, de hombre, delatando a sus compañeros de partido frente al inefable Marciel Granier, o su desdichada escena con el globo terráqueo en la Asamblea Nacional), María Machado escuchaba a Andrés Velázquez en alta voz mientras observaba meticulosamente el espesor de sus cutículas. El reloj marcaba las 8, 30 de una mañana que la Diputada jamás olvidaría. 

   -Oye, chiquito –le dijo con dulzura inusitada- te llamo luego, que estoy haciendo un quesillo de coco en la estufa para la reunión de mañana, te parece? Y así se sacudió a su colega. 

  -Además, estoy releyendo a Flaubert, te llamo a las 5 –le dijo y cortó. Pero Velásquez, que no tiene un pelo de tonto, recordó ese nombre y le dijo: “Ajá, sí, ese no es el carajo que se entendía con tu Mamá y una tal Bovary, a quien Don Pedro Carmona iba a recibir el 11 en Miraflores? Un beso, mami, nos hablamos”. 

Esas últimas palabras quedaron grabadas en el black de la Diputada. 

Dos sonidos simultáneos se anidaron en su tímpano al momento de salir del dormitorio: el aullido de sus perros y el de la campanilla que sólo para cosas consideradas urgentes, utilizaban sus sirvientas ancestrales, compradas a precios de gallina flaca por su Madre a un pariente de Alberto Adriani en alguna comarca remota de los Pueblos del Sur de Mérida. 

      -¡bonne cieux ! –dijo para si misma, muda y con un brote de reflujo de acidez en el guerguero. « Debe ser de la Embajada », pensó. Y se apresuró a ejecutar ciertos actos que no acostumbraba a hacer bruscamente, sino con la parsimonia que le había inculcado su Madre, para que nunca jamás le ocurriera aquel bochornoso descuido de irse en mototaxi sin pantaletas el 11 der abril del 2002, cuando Carmona Estanga la requirió de urgencia para « redondear » unos asuntos pendientes con Bush, y ella, aprovechó para firmar el decreto que institucionalizaba el golpe de estado contra Hugo Chávez. 

El modo francés del brassier es una varita mágica. Se puso lo que pudo, más no lo que quiso, o lo que en ese instante deseó lucir, como si su lingerie, en vez de prendar su intimidad, le otorgara también un donaire fantástico, de superheroina, o le diera el chance de ostentarla por encima de sus bluyines. 

Se topó con una de sus mucamas en el umbral del dormitorio. 

   -Mi señora –dijo en voz baja la doméstica –ahí está esa gente que sale por televisión. Dicen que vienen a registrarnos. Yo mejor me escondo en el sótano de los vinos. 

La diputada se asomó por una rendija del ventanal y vio a un apuesto muchacho ataviado con el uniforme del INE. « Ah, vienen a censarnos », pensó.  

Ella misma abrió la puerta y saludó al funcionario como si éste fuera un rodilla en tierra de su parte en la MUD. El chamo no pudo articular palabras cuando la vio : « Coño, es Maricori. Qué suerte la mía », pensó emocionado. 

   -Buenos días, Diputada, vengo a empadronarla.

   -¿A empadronarme no se dice, mi amor, se dice, vengo a censarla.

   -Es igual, Diputada. Dígame, esta mansión es de su propiedad, vive usted sola o con gente. Sus hijos, los perros, la servidumbre, todos viven aquí ? 

La acidez de la Diputada arreció cuando, al término de una conversación telefónica breve con Ramón Guillermo Aveledo, quien le dijo que por consenso se había decidido en la MUD « socializar » con los empadronadores y de paso ver si los reclutaban para el voto contra Chávez. 

   -Yo te contesto todo, pero te diré algo, tú no pareces venezolano. Eres hijo de europeos ? 

   -Si –dijo el chamo del INE –mi madre es italiana y mi padre del sur de Francia. 

   -¡Ohlala !, exclamó y besó en la mejilla al joven. Lo invitó a pasar, desayunaron juntos, se tutearon, ella le dijo que odiaba a Chávez, él la esquivó con una verónica magistral, ella le ofreció villas, castillos y un sueldo en dólares, él le dijo Je suis fasciné. Ella se echó a reir. Le contó que su madre todavía jugaba tenis. Que ese tío Juan Carlos Prisca que es comunista lo volvió loco Alí Rodríguez. El se hizo el pendejo y mostró curiosidad por su perfume. Ella le confesó que desde adolescente usaba sólo fragancias los sábados hasta al mediodía, pues la pituitaria está demasiado sensible hasta esa hora. El asintió y le preguntó si era verdad que Carmona Estanga era un « Señor muy inteligente ». Ella le dijo : « Es un palo de hombre ». El la empadronó sin que ella lo sintiera. Quedaron en verse para « cuadrar ». El le dijo « todo en la clandestinidad, María ». Ella lo abrazó. Le regaló una foto de ella con Bush. Quedaron en verse pronto. 

El joven funcionario del INE se marchó y fatigado, con su propia personalidad revuelta por el impacto y las fragancias y los caprichos de la Diputada, se dirigió al Parque Miranda : allí se acostó en la grama y abrió al azar la Obra Completa del Chino Valera Mora, su autor, su poeta favorito. 

« Chávez los tiene locos », le escribió en msn a su novia, que estaba en ese instante empadronando a Andrés Velázquez. 
 
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Federico Ruiz Tirado


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