Comenzando la década del sesenta, un grupo de intelectuales de la izquierda encabezado por Carlos Contramaestre y Adriano González León, cobijado en “El Techo de la Ballena”, usó la figura de Juana para aquel evento sobre necrofilia inteligente y creativamente destinado a denunciar a Betancourt, entonces dedicado a prodigar tortura, represión y muerte contra quienes se opusiesen a su célebre “Ley del Hambre” y entrega de Venezuela al capital internacional, en su plan conocido como de sustitución de importaciones. “¡Que fue una muerte anunciada!” Los de la ballena, sin cadáver ni féretro, celebraron funeral del ególatra.
Al gobierno y derecha de entonces, un grupo de hombres talentosos y creativos les tuvieron como símbolos necrofílicos, adoradores de la muerte. Antes, el nazifacismo había dado muestras excesivas de su vocación por lo mismo.
En estas circunstancias es pertinente citar del poeta Víctor Valera Mora, su poema "Carta de los niños a los señores gobernantes”, el cual canta:
En Hiroshima y Nagasaki
Mr. Truman en 1945
les dio una lección
de democracia occidental
y cultura cristiana.
El generalísimo Francisco Franco
cuando oye cantar un niño,
acostumbra
echar mano a su pistola.
Antes de enero
las mujeres de los patriotas cubanos,
durante dos años consecutivos
vistieron 20 mil veces de luto.
En Argel los ultracolonialistas
masacraron aldeas
y crucificaron cuadernos escolares.
Muerte, destrucción, deterioro, están rigurosamente asociados con las políticas de la derecha. Por eso, no es extraño que MUD se comporte como un aquelarre que rinde culto a aquellas prácticas. Por cierto, Raúl Guillermo Aveledo, circunstancial sacerdote de la MUD, asesinó al beisbol, siendo presidente de la LVBP. Mezcló política con deporte, les usó para apoyar golpe de abril y paralizó la liga.
Ahora el mismo personaje asesora y hasta conduce un coro tenebroso que ruega a sus dioses infecundos para que la muerte les resuelva todo; ¡se lleve a Chávez, le saque del camino! ¡Porque, mamá, no puedo con él!
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