A que viene este introito. A que la MUD, y sus más compiscuos plumólogos, proponen que los venezolanos olvidemos nuestra Historia, sobre todo la más reciente, la que más les avergüenza y les delata, la de la IV República.
A decir verdad, esta no es una postura nueva de la clase dominante venezolana. Ya lo había dicho nuestro coterráneo, Domingo Miliani, en su extraordinario ensayo: El Mal de Pensar (2001), en el cual afirma que: “Se ha cultivado el hábito del olvido. Se vive una cotidianidad desligada del ayer inmediato o levemente remoto. El día a día genera indiferencia total. La memoria colectiva, además es mala, es a-histórica. Y la amnesia es una fuente propicia a la pasividad o el conformismo”. Cuanta pertinencia tiene esta afirmación. Al actuar de esa manera, la clase dominante creyó que el pueblo venezolano era un pueblo “maula”. Una vez más demostraba su despreció por él.
En nuestra “comarca”, en el “Trujillo de nuestros tormentos”, los gobernantes de entonces, copiaron al carbón “El Mal de Pensar”. Hubo gobernadores, diputados, alcaldes y concejales que, haciéndose acompañar de “mariachis”, se creyeron “el Rey”; que convirtiéndose en empresarios de la política, acumulando dinero malhabido, ostentarían un poder eterno; creyeron que con su retórica vacía, hueca, carente de contenido y sentido, convertidos en “pico e’ plata”, podrían mantener engañado al pueblo trujillano.
No entendieron, no podían entenderlo porque no les interesaba ni era su preocupación, que: en el “Canto Guerrero de los Timotocuicas, traducido por nuestro recordado, Rafael María Urrecheaga; en “Los cuicas y sus Herederos Poéticos”, de ese juglar eternamente enamorado de su “Escuque heroico y florido”, vivo entre nosotros, Antonio Pérez Carmona; que en ese sueño de amor entregado por el siempre admirado Ramón Palomares, en “Paisano” o en su deseo de encontrase con su ser más querido: “Pajarito que venís tan cansado y que te arrecostás en la piedra a beber Decidme. ¿No sos Polimnia?; en el pensamiento profundamente nacionalista de Mario Briceño Iragorri, plasmado en su extensa obra; en “Don Juan de Trujillo” e “Historia de Trujillo”, de nuestro siempre respetado, Mario Briceño Perozo; en las obras clásicas de la historiografía regional, “Orígenes Trujillanos”, de Amílcar Fonseca, “Geografía del Estado Trujillo”, de Américo Briceño Valero y “Sobre el Cauce de un Pueblo”, de nuestro Maestro, Arturo Cardozo. Mucho menos podía interesarle que, una pléyade de nuevos estudiosos horadaran nuestro proceso histórico. Para nada podía interesarle las investigaciones de Benigno Contreras, sobre la “Historia de la Educación Trujillana”; de Felipe Colmenter, sobre “Economía y Política en Trujillo durante el Gusmancizmo”; de Pedro Luis Rendón, sobre el caudillismo trujillano; de Alexis Berríos, en sus “Meditaciones”; para solo nombrar algunos de quienes, con amor y pasión, se han dedicado al estudio de nuestra realidad de pueblo, obras en las cuales se encuentra plasmada buena parte de nuestra memoria histórica.
Ello, no es una casualidad. El capitalismo neoliberal ha entendido siempre que la mejor manera de dominar un pueblo es “castrándole” su pensamiento, colonizando su forma de pensar, borrando su memoria histórica. Porque, al volverlo “amnésico”, no lo deja ver el horizonte, lo cuadricula, lo convierte en una maquina, la cual puede programar para manejarlo mejor.
Pues bien es, en el marco de una “conciencia anestesiada”, en donde puede tener cabida el futuro y el progreso que propone la MUD y su candidato Henrique Capriles. Ya que, como bien lo dijo, Domingo Miliani: “prever el futuro sin un cimiento informativo que marque la estela por donde hemos venido transitando se vuelve labor de astrólogos, invasores de espacio informativo con discursos leguleyos o banalizaciones de un optimismo de lo maravilloso ridículo. Es la inmediatez depurada de reflexión, el destino barato y degradado”. Por eso, gritan con alegría: muera la Historia.
(*)Profesor ULA