Aquellos oficiales, quienes no extraña nunca pagaran por aquel intento de genocidio, no sólo dejaron el tanquero a la deriva, apagadas sus máquinas, sino que manipularon los mandos para impedir que alguien lo retomase. La prensa diaria, la de la derecha, esa misma que ahora se solaza con cualquier tragedia como fórmula para salir del “dictador”, nos hizo vivir largos días de angustia narrando el movimiento del barco hacia los lados del puente que atraviesa el lago desde Palmarejo hasta la capital del Zulia. Por supuesto, todos los días y en cada texto destacaban la carga que portaba y los efectos que podía producir al colisionar con el puente en las cercanías de la ciudad de la “Chinita”. Los redactores dejaban ver el extraño placer que aquello les producía. ¡Muera Chávez!
Su gente no sólo había producido el paro petrolero, el sabotaje a la industria toda, sino también creado aquel peligro que navegaba empujado por las olas y las corrientes del lago hacia el enorme puente y una ciudad de elevada población. Los medios, escritos y audiovisuales, alarmaban a la población, angustiaban a los héroes que abordaron el buque abandonado a su suerte, para intentar controlarle y en el fondo, uno podía percibirlo, “hinchaban”, como se dice en el futbol argentino, para sucediese lo que se propusieron quienes manejaron el golpe y la gigantesca nave.
Pero más pudo la “Chinita” y los heroicos hombres que al final desenredaron las trampas y tomaron el control de aquella “enorme bomba flotante”. Es bueno, lo recomiendo, para conocer detalles de ese asunto, leer un libro escrito por el periodista Alexis Rosas.
En Amuay pasó lo que todos sabemos. Hubo un estallido, enorme incendio y muchos daños, sobre todo la muerte de un buen número de compatriotas.
Todas las hipótesis son válidas. Cuando escribo esto, todavía no sido extinguido el incendio. No se ha iniciado la investigación que determine las causas o la causa. Pero es bueno señalar algunos hechos. Los inspectores de guardia en el área hasta pocos momentos del hecho, no detectaron ninguna anormalidad. El puesto de la Guardia Nacional Bolivariana y las viviendas de muchos de ellos fueron destruidos por el voraz incendio y la onda explosiva, por estar muy cerca de donde sucedió la tragedia. Pese ello, tampoco se detectó nada anormal. Conste que entre los muertos hay oficiales de alto rango. No obstante esto, siguen siendo válidas todas las hipótesis.
Es digno destacar que quienes amenazaron con volar a Maracaibo, dejando a la deriva y después de sabotear los mecanismos de mando del buque “Pilín León”, con evidentes fines inconfesables pero macabros, hoy agitan al país por lo sucedido en Amuay y de antemano mencionan causas y culpables, sin prueba alguna. Por las redes sociales lanzan mensajes de alarma, como que aquello, “se repetirá en algún sitio” y anuncian que en breve no habrá gasolina, tal como en los tiempos del paro petrolero y hasta llaman, sin que todavía se inicien las investigaciones, a un paro nacional de gasolineras.
Ayer mismo, la gobernadora de Falcón denunció como, frente algunas estaciones de gasolina, se agolparon grupos de personas que se dedicaron a lanzar piedras para obligarlas a cerrar.
¡El mismo proceder de los tiempos del golpe y el sabotaje petrolero!
Esperan, ansían y dispuestos están a provocar una gran tragedia, un tsunami, para que la tendencia se revierta. Lo macabro, necrofílico, está ligado a la derecha. ¿Acaso no son eso sus planes económicos que reproducen pobreza, hambre, enfermedades y todos los males posibles?
Por todo eso celebran aún tratándose de lo que podría ser un accidente. Es el habitual aquelarre de fracasados y quienes se alimentan de odio.
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