Es un experto en hablar, decir lo indispensable, sin gaguear. Menos caer en aquellos paréntesis tan largos que distraen. “Corrío” en más de siete plazas, tanto como poder mentir con coherencia y hasta hacer que el incrédulo sonría.
Es un experimentado bufón, con la habilidad de un buen histrión, como para lograr que, pese sus exageraciones y poses absurdas, encuentre quien le crea. Si no, los incrédulos reirán estruendosamente y quedarán satisfechos y placenteros con el acto.
Cuando inventó que en la casa del partido le habían lanzado una granada que habiéndole caído entre las patas, produjo unos destrozos en el inmueble pero a él no; se llevó la espoleta enterita, sin síntomas de violencia, hasta donde sabía encontraría unos periodistas reunidos. Allí hizo la denuncia, mostró el dispositivo nuevo y reluciente, hasta les leyó el serial y lo volvió a guardar para otro día.
Ese día necesitaba mucho oxigenarse. Estaba como perdido o la prensa le mostraba poco interés.
La noche que el CNE presentó los resultados del intento de revocatorio al presidente, nadie sino Ramos Allup, el adecuado histrión, flanqueado entre otros por Pompeyo Márquez, ¡vaya que cosa!, anunció que se había consumado un fraude. Denunció aquello, pese que las cifras indicaban el triunfo holgado del presidente Chávez. Aún así, Ramos Allup, acompañado, se atrevió a presentar su grave denuncia y anunció, poniendo en juego todas sus artes escénicas, que “en menos que lo que canta un gallo”, presentaría las pruebas. Todavía esperamos por ellas, pese a que el denunciante prefirió hacerse el loco y dejar aquello como estaba.
La campaña electoral de Capriles condenó a Ramos Allup como al ostracismo. No le permitieron ni asomarse a las tarimas y menos hablar en los actos del candidato. A un adeco, que se creyó el cuento de la unidad, le bajaron a golpes y porrazos de una tarima desde donde hablaría Capriles.
Decir que Ramos Allup pasó desapercibido es poco. Simplemente no le permitieron asomarse, porque según Capriles y su gente, los adecos empavan y remueven sentimientos. Creen los de Primero Justicia, que el pueblo a ellos les percibe como algo ajeno a aquel pasado que Ramos Allup encarna.
Por ese estado de cosas, Ramos Allup, como suele suceder, averiguó la hora y punto dónde encontraría un enjambre de periodistas nacionales y extranjeros. Allá se fue. No se llevó la espoleta porque el detonante esta vez sería otro. Intentaría matar dos o tres pájaros de un tiro.
-“Escuchen muchachones y muchachonas periodistas. Si Capriles gana por un voto, todo el mundo lo creerá, pero si es Chávez, no.”
Tiró aquella bomba sin espoleta, porque la dejó en la casa del partido, falta no hacía, pero llena de esquirlas para matar a todo aquel que encuentre, sin importar dónde esté.
No le importó que horas antes que él, Vicente Díaz, representante opositor en el CNE, declarase que no hay posibilidad de fraude, “ganará quien tenga los votos.” A éste le dejó como un boca abierta y garante de mentiras.
Esta vez, no anunció fraude, no podía. Hubiese estado “fuera de juego.” Simplemente, uso un modo figurado para llamar a cantar fraude el domingo. Lo de un voto, es una simple manera de decir, puede ser un millón, dos millones o más. Lo que intentaba era adelantarse al llamado para hacer de precursor, como venganza por haberle condenado a retaguardia. Cuando otro llame, se dirá “pero eso lo hizo antes Ramos Allup.” Tomó aquella decisión por si no le permiten la exclusiva el domingo; cosa poco probable porque Capriles no le quiere y por su triste y jocoso antecedente.
Pero hay algo más en la jugada de Ramos Allup. También, en aquello de Capriles ganando por un voto, pareciera haber una sutil manera de reírse del candidato de la MUD.
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