Las dos últimas elecciones han servido para confirmar que quienes votan contra la revolución son personas a quienes no les importa ni candidato, ni programa, ni nada, votarían hasta por un asno de verdad si es que la ley permitiese que un cuadrúpedo pudiese competir electoralmente, no miden las consecuencias, son prácticamente robots sin voluntad propia, víctimas de la inoculación de una especie de virus que hace mella en su personalidad.
Es la única razón que cabe, porque es inexplicable verlos apoyar a lo peor que pudieron haber escogido, o mejor impuesto como candidato, que es un personaje que sin temor a equivocación podemos afirmar que de llegar a la presidencia, sería además de un títere de quienes lo impusieron, una vergüenza universal para un país como el nuestro, que tiene como pocos la maravillosa historia que con su sangre escribieron nuestros libertadores, dentro de los cuales no podemos dejar de incluir al último, el Comandante eterno quien durante 14 años logró dignificar a este pueblo, permitirnos retomar el legado de nuestros ancestros y el amor por nuestros iconos patrios, pero que además logró darle visibilidad a los millones de pobres que durante siglos habían sido pisoteados por los antepasados de quienes hoy pretenden volver a convertir esta patria en una hacienda privada para los intereses propios y de sus amos de Norte, que se resiste a haber perdido su poder para mantener arrodillados a los gobiernos que antecedieron la Revolución.
El que haya un buen número de venezolanos que reincidan en continuar apoyando al actual candidato explica y confirma lo que aquí afirmo, porque cómo es posible que un sujeto que se sabe tiene los antecedentes morales que quedaron plasmados en una acta policial que jamás aclaró, no por el hecho de tener una tendencia sexual que no es un delito, sino porque si quiere ser presidente de este país, está obligado a ser honesto y sincero y como lo han hecho personalidades en todo el mundo aceptarlo, es decir “salir del closet” como normalmente se dice, al referirse a casos como el de este sujeto, hay múltiples ejemplos y a quienes han tenido la valentía de hacerlo, no les ha pasado nada.
Sabemos que aquello de que “quien calla otorga” es casi que estrictamente cierto en la mayoría de los casos y ello en el candidato de la derecha ha sido un factor común, se le ha dicho que consume sustancias prohibidas y calla, se le ha demostrado que fue pésimo estudiante y que en su record académico aparece con una signatura si aprobar y calla, se le ha conminado a mostrar su titulo de abogado y calla, se le comprueba que forja documentos y calla, se le demuestra que su padre está incurso en delitos al aceptar dinero de orígenes dudosos y calla, se le demuestra que está incurso en planes de desestabilización y calla o pretende escurrir el bulto acusando a los acusadores, se le han demostrado plenamente sus carencias en el uso del lenguaje para poder construir un discurso más o menos aceptable, se le ha comprobado su desconocimiento de nuestra geografía y nuestra historia y calla, son bien conocidas las llamadas “capriladas” que confirman su falta de condiciones, no digamos para ser presidente de una Patria como la nuestra, sino ni siquiera gobernador de un estado, donde ha demostrado su incapacidad y que ha llegado a serlo porque su estado tiene tres municipios, casi que burgueses en su totalidad, que le dan el triunfo a quien sea, por el solo hecho de ser de su clase. Viola la Ley e irrespeta a la Fuerza Armada y al CNE, al no acudir a inscribir su candidatura sino enviar un mandadero, al negarse a firmar el acuerdo de reconocimiento a los resultados y calla cuando se le conmina.
En fin es la antítesis de un estadista, lo que nos obliga a afirmar lo que dije arriba, los opositores a quienes el país les importa un bledo, votarían por el mismísimo demonio si así se les requiriera.
Dios nos libre pues de tener que ser testigos de vivir la terrible experiencia de ver cómo en un solo día se nos va de las manos la posibilidad de continuar por el camino de la verdadera independencia y de una obra inconmensurable que sentó las bases para que por fin los pobres de este país toquen la felicidad.
Si eso sucediese, lo que tendríamos, más temprano que tarde, sería la repetición de un nuevo caracazo pero multiplicado por cientos, pues se cumpliría la voluntad del imperio y al comprobar el pueblo que volveríamos a ser colonia, la reacción sería general, incluso de quienes con un voto irresponsable e inconsciente, contribuyeran a empujar al país por el abismo de su destrucción, porque al vivirlo abrirían sus ojos y por fuerza tendrían, ante los hechos, que aceptar su terrible equivocación, la revolución entonces volvería, no sin antes tener que lamentar las consecuencia similares o peores a las de hace once años, justo cumpliéndose en estos días.
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