Con mis artículos no pretendo arremeter contra la clase media asalariada con quienes debo compartir mi malhadada existencia, sin embargo, cada vez que se conocen los resultados electorales las dudas me taladran mi mollera. Por esa razón, para explicarme la conducta de mis vecinos y vecinas, me vi obligado a recurrir al diccionario de La Real Academia de la Lengua para convencerme de si estoy equivocado o no.
Masoquismo: “Perversión sexual de quien goza con verse humillado por otra persona”. O también: “Cualquier otra complacencia en sentirse humillado o maltratado”.
Una vez que repasé tal concepto recordé la existencia de un adminículo que utilizaban las antiguas comunidades cristianas como medio de mortificación, si mal no recuerdo, se llama cilicio. Veamos que dice el mataburro real sobre este vocablo.
Cilicio: “Faja de cerdas o de cadenillas de hierro con puntas, ceñidas al cuerpo junto a la carne, que para mortificación usan algunas personas”.
El uso del cilicio era una de las maneras de combatir las tentaciones pecaminosas (sexuales) y sobre todo, la identificación con el pobre Jesús en los padecimientos que sufrió en la pasión y los frutos espirituales que de esto se derivan. La gente pensará que ya viene este desclasado blasfemo a burlarse de los más sagrado reductos morales de la fe. En verdad, no es mi intención, mi propósito es hacer una singular comparación entre el comportamiento de nuestra clase media asalariada en el acto de votación (masoquismo) y el escrutinio electoral (cilicio).
Vivo en la zona de El Cafetal donde antaño se podía disfrutar de un hermoso bulevar, hoy destrozado y arruinado íntegramente por descuido de sus gobernantes (Capriles, Ledezma y Blyde; la trilogía del horror). Aunado a esto los problemas de basura, inseguridad, la autorización para la construcción de numerosas clínicas, colegios privados y centros comerciales, oscuridad, huecos en las calles y aceras dañadas entre tantos males que deterioran la calidad de vida del prójimo. Los mismos problemas, con sus variantes propios del lugar, están padeciendo los habitantes de las urbanizaciones aledañas como son: Caurimare, Las Mercedes, San Luis, Santa Marta, Santa Sofía, Bello Monte, Piedra Azul, Prados del Este, entre otras.
Algo inexplicable es que los vecinos y vecinas de la comunidad, a sabiendas que en este municipio todo marcha mal, se confabulen para reelegir a un triunvirato de incompetentes gobernadores y alcaldes. En esto estamos de acuerdo tanto tirios y troyanos. Si ustedes no lo creen voy a relatar mi experiencia en mi centro de votación situado en un colegio de Las Mercedes, donde se encontraban conversando dos damas, muy bien encopetadas, fieles representantes del escualidismo genético criollo y un destacado personaje de PJ, a quien denominaré fulano para no hacerle propaganda de gratis.
Dama 1. Mira fulano, tú dirás lo que quieras, pero Gerardo Blyde no hizo un coño durante sus mandatos (cita textual, con el perdón de los lectores). Voy a votar por ese pendejo para no hacerlo por el candidato rojo rojito.
Dama 2. Carajo fulano, es qué acaso ustedes no tenían un candidato mejor, porque David Uzcátegui tampoco sirve para una mierda. Voy a votar por ese coño e madre (perdón de nuevo, pero si obvio las groserías se pierde el sentido y la sutileza del relato) porque jamás lo haré por un candidato chavista.
Fulano: ¿Qué podemos hacer? Fue la orden de la Mud y la de Capriles.
Si esto no se llama masoquismo (complacencia en sentirse humillado o maltratado) al votar por quien las tiene jodidas, no sé qué nombre darle. Y de seguro, una vez que aquellas damas escuchen los resultados de la votación (escrutinio) aprietan sobre su carne el cilicio para que, con el martirio del cuerpo, logren identificarse con el fracasado Capriles en sus padecimientos sufridos, en la exaltación y los frutos espirituales derivados de las derrotas de cuatro elecciones sucesivas.
A manera de chisme y para corroborar los padecimientos de la clase media asalariada, con relación a los logros alcanzados por la revolución bolivariana, traeré a colación otro suceso que vale la pena resaltar. Lo que relataré a continuación se lo debo a mi amiga peluquera quien siempre está en el sitio y en el momento oportuno. Lugar: C. C. Plaza Las Américas, en la oficina de venta de los boletos de Conferry de La Guaira hacia Margarita.
Nuestras damas de la clase media, a manera de tortura (masoquismo puro) acuden, con cierta reticencia, a comprar los boletos en los nuevos ferrys adquiridos por el gobierno bolivariano y socialista. Según me contó mi amiga todo aquello fue un maremágnum impropio para unas damas acostumbradas a la templanza, al buen vivir, al recato y las finas costumbres. Las expresiones escuchadas, acompañadas de gestos iracundos y manotazos, obligaron a los agentes de policía a intervenir, luego de contemplar el espectáculo algo ensimismados. Más o menos la venta de los boletos se desenvolvió, entre empujones, aromas de Chanel, Pantera y Shakira, exclamaciones indebidas y léxicos algo impropios en trompitas tiznadas con carmesí Revlon, de la manera siguiente:
– Mira tierrúa no te colees, tú debes ser una chavista de comuna.
– No me jodas estúpida, Chavista de comuna será tu madre, campesina del carajo.
– Coño, no me empujen, yo llegué de primero, debo comprar en el Virgen del Valle II porque es el más lujoso. Me acabo de hacer el brillo de seda y no quiero estropearlo.
– Dios mío, ojalá que mis amigas del club Santa Paula no me vean comprando un pasaje en el ferry, van a pensar que voté por Winston Vallenilla y por Villegas.
En medio de la discusión voló un zapato por el aire en un enfrentamiento que daba visos de una contienda agresiva y según me contó la estilista del cabello, otra dama algo engreída e irascible gritó:
– ¿Quién carajo me quitó mis sandalias Cerere que me costaron bien caras? Yo no me calo eso del precio justo ni las rebajas electoreras de Maduro.
– Seguramente mi keratina es la que va pagar todo este peo. Mañana tendré que ir de nuevo a mi estilista.
La peluquera disfrutaba de lo que me estaba contando y no perdió detalle de lo ocurrido y continuó con el relato.
– Dónde carajo está mis zapatos María Piziola, seguro que una madurista tierrúa que ni los conoce se los llevó para su casa. Esas negras rojitas están acostumbradas a comprar en el mercado del Cementerio.
– ¡Ay! carajo no me tinglen el cabello que ayer me hice a cirugía capilar y voy a perder mi dinero.
Después que la policía logró sosegar a las exaltadas se vieron algunas de las escuálidas camorristas con la keratina desbaratada, con el brillo de seda deteriorado, a una de ellas le faltaban una parte de las extensiones capilares y otra, caminando con una sola sandalia María Piziola, pero feliz de haber comprado un pasaje en el ferry Virgen del Valle II, el más caro y lujoso de todos.
Mi amiga la estilista me aseguró que lo relatado era la pura verdad. Es la forma como las señoras de la clase media asalariada sobrellevan el castro-chavismo para beneficiarse con los logros de la revolución venezolana y socialista (puro masoquismo). Durante la noche se apretarán el silicio para combatir las tentaciones de la carne y malos pensamiento, así mismo, sufrir en soledad, en penitencia, los pecados cometidos y su infidelidad al malogrado candidato sempiterno de la oposición.
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