¿Diálogo con quién y para qué?

El esfuerzo de diálogo que inició el Presidente Maduro en su gestión, debe ser considerado un acertado camino con el fin de abrir espacios para el encuentro en nuestro país. El diálogo amerita una intención clara y razonable, y la voluntad de ser desarrollado por quienes están de acuerdo que es necesario, pero además, debe tener un objetivo.

El diálogo en nuestro país, desde el inicio del período presidencial de Maduro ha pasado por 4 etapas: En un principio se planteó la necesidad de superar el problema de inseguridad que se vive en todo el territorio nacional, una segunda etapa se abre con el fin de articular políticas públicas municipales y alinearlas al Plan de La Patria después de los resultados electorales del 8 de diciembre y en la actualidad la paz, ya no desde la perspectiva de la inseguridad o la gestión pública, sino, desde la dimensión política y económica ha acaparado discursos y esfuerzos por alcanzar una nueva configuración del sistema político venezolano.

Sin embargo, este diálogo ha encontrado una serie de adversidades que han torpedeado el logro de sus objetivos. El diálogo en torno a la inseguridad, a la gestión pública, a la conflictividad política y a la situación económica ha encontrado un obstáculo general; para dialogar debe existir por lo menos 2 sectores con posiciones distintas que asuman la necesidad de intercambiar ideas con un objetivo claro.

Este obstáculo a su vez, encuentra dos problemas centrales: 1. La voluntad de diálogo del gobierno sólo tiene interlocutores parciales, con poca o ninguna capacidad de resolver el problema político de violencia y desestabilización actual. 2. El objetivo del diálogo no es común, ya que la paz se convierte en algo etéreo en el momento de definir métodos que logren acciones en áreas concretas, como por ejemplo la económica.

Otro problema presente en el proceso de diálogo planteado por el gobierno, es el hecho que desde las filas del proceso revolucionario y chavista desde hace ya algún tiempo, existe una demanda por parte de sectores que forman parte de la unidad revolucionaria que pide establecer un diálogo interno, transparente, sincero, y sin limitaciones o condicionamientos que terminen juzgando las posturas críticas como contrarrevolucionarias.

El reclamo a lo interno del chavismo se basa en la extraordinaria disposición del gobierno de dialogar con aquellos que no desean dialogar, y la contradicción de no facilitar los espacios de diálogo con aquellos que desean hacerlo a partir del principio de compromiso por la construcción del socialismo en Venezuela. A partir de este dilema surge la descalificación de algunos dirigentes del proceso que facilita despachar el asunto: quienes quieren dialogar a lo interno son “radicales” que ponen en riesgo el diálogo con los actores adversarios, “no es el momento” (como parece que nunca lo es); pero la convocatoria del gobierno al diálogo con la oposición incluye y clama por la presencia de los “radicales” y extremistas opositores para el logro de la paz.

La realidad nos convoca a pensar que existen dos dificultades que deberán ser superadas para lograr el objetivo de la paz: 1. La ausencia de los sectores denominados “radicales”, que no es igual a los extremistas, que nunca se sentarán a dialogar por principio de su naturaleza, y 2. La definición clara del objetivo del diálogo, que debe girar en torno a la especificación de los espacios de participación de todos los actores en pugna en la construcción de un país que ha definido “por ahora” construir el socialismo bolivariano, a través de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela.

El proyecto país, derivado del legado de Chávez aunque sigue avanzando, está en riesgo. Un diálogo que pretenda resolver todos los problemas del país se entrampará en la inviabilidad de sus resultados. Necesitamos un diálogo para definir las normas de convivencia social, sin negar que las diferencias ideológicas persistirán y las vías para la resolución de los problemas los definirá el pueblo a través de la elección de quienes dirigirán el país, cosa que por ahora está más que clara.


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Nicmer Evans

Director de Visor 360 Consultores, una piedrita en el zapato, "Guerrero del Teclado", Politólogo, M.Sc. en Psicología Social.

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