Vecinos contra vecinos

Los vecinos de las urbanizaciones clausuradas por sus pares son los que van a terminar las guarimbas. Ya son numerosas las expresiones que se han conocido de personas que, aun siendo de oposición, están hartas del encierro, del daño autoproducido, de la falta de sentido de una protesta que perdió su norte hace rato. Si la razón inicial eran la inseguridad y el desabastecimiento, ellos mismos se han encargado de agravar ambas cosas.

En todas las ciudades quienes protestan son de la clase media. Ya van para un mes en eso y no se preguntan por qué la mayoría de la población no los apoya. En la populosa parroquia Sucre de Caracas, la vida transcurre con total normalidad, igual que en los barrios y sectores menos pudientes. En el Este, al contrario, Chacao y Los Ruices se consumen en basura y destrucción. Mataron a un GN y a un mototaxista y culpan de ello a los “colectivos” chavistas. ¿Quién entiende eso?

En Valencia la situación es similar. El rollo más difícil se vive en las urbanizaciones del noreste, Mañongo y El Trigal, adonde no llega un pobre que no sea a cumplir trabajos de limpieza. En Margarita es más absurdo aún. La isla vive de los suministros que reciben de tierra firme, y los manifestantes trancan la vía principal que va del puerto a Porlamar. Por supuesto que pronto sufrirán más escasez.

Si no fuera porque el Estado está en la obligación de preservar la libre circulación y de proteger los organismos que están siendo objeto de ataques (VTV, por ejemplo), seguro que en poco tiempo serían los propios vecinos, cansados del extremismo de unos pocos exaltados, quienes acabarían con la protesta, huérfana de liderazgo, de paso, porque hasta ahora no hemos visto ni a un Capriles ni a nadie, ni siquiera a dirigentes estudiantiles, haciéndose responsable de sus desmanes.

¿Por qué no hay guarimbas en el Country Club, en Valle Arriba o en La Lagunita, donde vive la clase alta? Hace falta un Benedetti para que le reescriba un poema a esta clase media víctima de sus propias contradicciones, medio idiotizada y medio enloquecida. Compartimos muchos de los reclamos de los sensatos, pero dejan que la protesta los conduzca por las vías del fascismo y la sed de venganza de una minoría descontrolada, que nuevamente los va a llevar al fracaso.


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Mariadela Linares


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