Seguramente la pregunta no está bien formulada y todo depende de quien la haga. Veamos: ¿Hasta dónde se les permitirá llegar con sus planes de saboteo? ¿Hasta cuando permitirá el gobierno que reducidos grupos sigan causando destrozos, molestias a la población, obstaculización de las vías públicas, quemas de buses, centros médicos y hasta a instituciones educativas? ¿Hasta cuándo pérdidas de vidas humanas bajo planes dirigidos de manera selectiva? ¿Cómo calificar la paciencia de los cuerpos de seguridad ante la intolerancia y agresividad de manifestantes opositores que si los rasguñan, gritan que les están violando sus derechos humanos?
Como quiera que se trata de una guerra mediática y en consecuencia está en juego la verdad-verdadera de lo que realmente ocurre, no queda duda que estamos en presencia de la sobrevaloración, parcialización y sobredimensión de cuanto acontecimiento ocurra “en contra” de cualquier ciudadano que manifieste oposición, para decir a los cuatro vientos y a través de las poderosas cadenas al servicio de la desinformación que a estos “pobrecitos” se les tiene acorralados, en servidumbre , sin posibilidad de manifestar y, en consecuencia fuerzas invasoras deben venir en su rescate.
Todo cuanto ha venido ocurriendo durante las últimas semanas, como seguidilla de un ataque continuo a la economía, convivencia y recreación de nuestro pueblo, desviste de una vez por todas, por si alguien dudaba, el comportamiento radicalmente antidemocrático, y en consecuencia anti Constitución Bolivariana, de quienes definitivamente pretenden hacerse del poder en contra de la voluntad popular que se ha expresado una y tantas veces en comicios electorales.
Tampoco debe quedar duda acerca de hasta dónde son capaces de llegar para lograr su objetivo. Han demostrado que la muerte es poca cosa para ellos. Es su fin y la propician con varios objetivos, sin importar quién o quienes sean los compatriotas y el luto que dejen a su paso. Mala plaga quienes hoy lucen sin alma, sin corazón y obnubilados por un poder que cederán sin rezongo a sus amos del norte.
Mala plaga a quienes espantan vidas y logran la desolación de pueblos como consecuencia de sus prácticas de terror, tal como ha ocurrido en el hermano país colombiano. Sin alma y sin patria quienes propician el paramilitarismo y dan paso a mercenarios para complacer a quienes le ofrecen migajas de poder.
De manera que no está mal el ejercicio de preguntar y repreguntar. Seguirlos sin perderlos de vista. ¿Por qué convertirse en portavoces y ejecutores del desastre, tristeza, desolación y muerte? ¿Por qué no compartir el sueño y la alegría de millones de venezolanos y latinoamericanos que ayer mismo estaban al borde del abismo de la desesperanza? Sin pedirle que sean como Chávez, por qué no acercarse a su amor por construir patria. Y si es la patria grande, mucho mejor.