Es casi seguro que diez dirigentes opositores no cobrarán su jugosa comisión

El ataque insurreccional y mediático que vive Venezuela en la actualidad
se corresponde con un plan que tiene como único objetivo, por parte de
quien lo financia, apropiarse de las reservas existentes en la Faja
Petrolífera del Orinoco (Faja Hugo Chávez). Obviamente, esta afirmación
le parecerá ridícula a ese sector de la sociedad venezolana que cree que
los gringos actúan en el contexto geopolítico como lo hacen en Disney y
que su injerencia en Venezuela es consecuencia del profundo amor que
hacia nuestro pueblo tienen… pero no es para ellos que escribimos. Lo
hacemos para gente con criterio, consciencia y con amor por la patria. He
aquí, entonces, el porqué de nuestra afirmación.

Desde mediados de los años 70 las empresas norteamericanas sabían que el
territorio hoy denominado Faja Hugo Chávez contaba con inmensas reservas
de crudo que actualmente están certificadas como las más grandes del
mundo.

Poderosos sectores, con la complicidad de quienes dirigían la estatal
petrolera venezolana (PDVSA) y de los gobernantes de turno, pusieron en
marcha una estrategia para apoderarse de ese petróleo. Inventaron el
argumento (hoy derrumbado) de que no se trataba de petróleo sino de
bitumen (el precio de comercialización del bitumen en su mejor momento no
supera el 10% del valor del petróleo) y llegaron al descaro de cambiar
oficialmente el nombre de la faja por Faja Bituminosa del Orinoco.

Con la definición de las reservas contenidas en la faja como bitumen,
cualquiera que lograra (léase gringos) un contrato para su explotación
se aseguraba el suministro de petróleo a un precio 90% más económico que
el de mercado.

Pero a los gringos no le bastaba con pagar nuestro petróleo a precio de
bitumen. Por ello, en componenda con la mafia que tenían en PDVSA (Luis
Giusti y sus secuaces), hicieron aprobar una ley que reducía los
impuestos por regalías de 33 a 1%. Pagaban entonces, el petróleo a precio
de gallina flaca y de paso se ahorraban el 97% de los impuestos.

Pero querían más (son insaciables) y para eso tenían a quienes en PDVSA
le pagaban inmensas comisiones (tanto que hoy son dueños de empresas
petroleras). Esos cipayos promovieron la violación de las cuotas de la
OPEP y anunciaron proyectos que duplicarían la producción del país en
cinco años, sólo con el objetivo de desatar una guerra de precios y
derrumbar con ello el valor del petróleo en el mercado internacional, en
beneficio del gran consumidor gringo.

En ese contexto el tristemente célebre Luis Giusti escribió en el diario
El Nacional, el 21 de febrero de 1998 la siguiente perla: “Si Venezuela
decidiera ajustarse a la cuota (de la OPEP), el precio de la cesta
venezolana tendría que aumentar a 18,50 dólares por barril para mantener
el nivel de ingresos, cosa absolutamente imposible”.

Es obvio que el delincuente sabía que el precio podía subir mucho más
allá de 18 dólares por barril y claro que sabía lo que debía hacerse,
pero formaba parte de un plan destinado a conseguir todo lo contrario.

Todo ese plan para hacerse de crudo, a nivel internacional, a precios
risibles, se derrumbó con la llegada de Hugo Chávez al poder. El
Comandante se convirtió en el líder que rescataría la unidad y los
objetivos de la OPEP, dando al traste con los planes gringos de conseguir
petróleo regalado. Pero más allá de eso, a nivel interno, el golpe fue
más duro para los yanquis. La reserva de crudo más grande del planeta que
se habían asegurado a precio de bitumen y con apenas 1% de regalía se les
escapó de las manos. Chávez elaboró una nueva ley de hidrocarburos que
nuevamente elevó el impuesto a 33%, incrementó el impuesto sobre la renta
para el sector petrolero, nacionalizó la Fala Petrolífera del Orinoco y
certificó sus reservas como las más grandes del planeta (de crudo, no de
bitumen).

El gran negocio para los gringos se había derrumbado. Pero ¿quién puede
imaginarse que quienes siempre sintieron estas tierras como su patio
trasero, podrían resignarse a que aquel dirigente de origen campesino les
estropeara un plan en el que trabajaron por décadas y por cuya
implementación pagaron millonarias comisiones? De inmediato pusieron en
marcha un nuevo plan que pasó por golpe de Estado, guarimbas, referendo,
militares en Altamira, sabotaje petrolero, desobediencia civil y mil
vainas más, pero Chávez contaba con respaldo popular y salía una y otra
vez victorioso.

Para ese entonces ya los gringos estaban claros en que en Venezuela no
contaban con la fuerza legal para revertir las acciones por Chávez
tomadas y tampoco podían, como en el pasado, impulsar a través de PDVSA
una estrategia para derrumbar los precios del petróleo o volver a las
condiciones que una vez los vendidos dirigentes de la empresa impusieron
a su favor. Tenían que revertir la situación por otras vías. Es allí
donde surge el plan actual.

El plan era y es sencillo. Había que contar con no más de diez dirigentes
políticos que serían los responsables de dirigir un llamado “gobierno de
transición” (identifique usted quienes son esos dirigentes). A ellos
habría que apoyarlos económica, logística y mediáticamente para que
pudieran desestabilizar y derrocar el gobierno revolucionario.
El premio para esos “políticos” podría estimarse en el valor de un mes de
la producción total de crudo venezolano. Al final de cuentas, si se
pueden adueñarse del crudo venezolano para siempre, ¿qué importa darle
una comisión de diez mil millones de dólares a los mencionados diez
“dirigentes”?

Una vez comprado los diez traidores lo demás pasa por una estrategia
super conocida. Generar condiciones que desestabilicen al gobierno
nacional y montar una matriz de opinión internacional adversa. No se
necesita ser muy inteligente para saber que tienen medios de comunicación
suficientes y poderosos para lograr el segundo objetivo y que una buena
paga puede conseguirse quien sabotee las instalaciones eléctricas y quien
contrabandee productos de la cesta alimentaria para generar escasez. Si
adicionalmente se actúa (con mucho dinero) para inflar el valor del dólar
y generar inflación y una especulación criminal, ya se estaría en el
camino “adecuado” (de acuerdo al plan).

El resto es aprovechar las condiciones de descontento que dicho plan
genere, para pasar a una etapa de subversión que “bien manejada” por los
medios podría mostrarse como un alzamiento de la mayoría del pueblo
contra un gobierno sobre el cual ya se ha montado una matriz de opinión
que lo identifica como corrupto, ineficiente, represivo y dictatorial.

Este plan, con rentabilidad casi infinita, que contempla mil millones de
dólares como premio para cada uno de los actores que esperamos usted haya
identificado, podría tener un costo total de 12 mil millones de dólares.
De ese dinero, la gran tajada (85%) sólo se pagaría si los diez
“políticos” comprados tienen éxito.
Para que usted, amigo lector, se haga una idea del “negocio” de lado y
lado, imagine una producción de tres millones de barriles diarios en la
Faja Petrolífera del Orinoco (Faja Hugo Chávez) por 25 años, por la cual
se pague una comisión equivalente a un mes de producción.

El plan se ha cumplido en cada una de sus etapas y está en marcha, pero
desde nuestra perspectiva sus planificadores cometieron el mismo error de
siempre. En la etapa final (la de subversión) pensaron que con el pago a
quienes tenían la misión de generar la violencia podrían darse las
condiciones para que el pueblo se lanzara masivamente a derrocar al
gobierno. Olvidaron que Venezuela no es Ucrania, ni Libia.

Siguen sin conocer al pueblo venezolano. Éste los mandó a la mierda y
pacientemente espera que el gobierno los derrote. Por eso creemos que NO
PASARAN y que los dirigentes de la oposición, que ya debería usted haber
identificado, no cobrarán su jugosa comisión de diez mil millones de
dólares a repartir.



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Alexis Arellano


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