En estos 12 años transcurridos desde aquel histórico 13-A hasta este que amanece hoy, solo se han producido cambios de forma. El fondo sigue siendo el mismo. Un proyecto político-económico que continúa rompiendo cascarones para nacer al mundo y un muro implacable que se le opone. Es una guerra en un gerundio permanente, un suspenso sostenido en el tiempo a fuerza de aguante, de firmeza, de dignidad.
El jueves se dio un encuentro inédito. Un esfuerzo que aplaudimos como necesario, urgente y del que esperamos resultados tangibles, concretados en acciones que permitan realmente determinar responsabilidades en los dramáticos episodios que hemos vivido en los últimos dos meses; pero al mismo tiempo atender los reclamos legítimos que han movilizado a una parte de la población.
Lo más importante a superar ahora es el nivel de honestidad y franqueza, que motive a quienes tienen en sus manos dar pasos firmes, para alejar el fantasma de la guerra civil que nos ha acechado en estas semanas. De nada sirven extensos diálogos con gran cobertura mediática, si entre bastidores se continúa conspirando para que terminemos matándonos entre nosotros. Ya conocemos el grado de violencia que pueden alcanzar grupos minúsculos, bien organizados, suficientemente dotados logísticamente y animados bajo el estímulo de quién sabe qué tipo de droga.
No vamos a calificar o descalificar ninguna de las intervenciones del jueves. Para contribuir a esa paz que nos es tan urgida, no hablaremos sobre las mentiras vertidas allí ni sobre la hipocresía de algunas intervenciones. Nos inclinamos por la sinceridad y por creer que cada uno de los presentes acudió dispuesto a asumir su responsabilidad por lo que acontece. Aquel 13 de abril de hace doce años, los sectores populares salieron a las calles a exigir respeto a la Constitución, vapuleada entonces y manoseada como comodín hace tres días por quienes la desconocieron entonces. Hoy ese mismo pueblo ha desoído los llamados a perturbar el orden público y se mantiene alerta. Ojalá quienes apuestan por un golpe de Estado, entiendan el mensaje. Gobierno y oposición están obligados a trabajar juntos, sin cesiones y sin falsas posturas, para garantizarle a ese pueblo la paz que se merece.