Vistos antes como rarezas biológicas, hoy día se reconoce el profundo efecto que los parásitos tienen en el modelamiento de los ecosistemas. Ellos son capaces de modificar las conductas de los demás seres vivos en su propio beneficio, forzando a sus huéspedes a comportarse en formas contrarias a las que naturalmente tendrían para sobrevivir. Los parásitos afectan a los humanos obligándonos a actuar de maneras que favorecen su reproducción y supervivencia. Comportamientos que creemos que son de origen puramente social, como religión, protocolos, gestos, maquillajes, artes culinarias, vivienda, arquitectura, urbanismo de pueblos y ciudades, cortejo y vestimenta, en realidad son parte de nuestras respuestas para evitar o mitigar el control que los parásitos pueden llegar a ejercer sobre nosotros.
Si el parasitismo supone una ventaja apreciable para el parásito, se hace permanente y suele ser un proceso irreversible que conduce en el tiempo a profundas transformaciones fisiológicas y morfológicas. El parasitismo suele producir una fuerte simplificación o reducción orgánica del parásito, a veces tan drástica que los hace irreconocibles.
En países capitalistas centrales las burguesías aún participan en la creación de riqueza, pero en Venezuela su burguesía atravesó un proceso de reducción orgánica y ahora es totalmente parásita. No produce nada que en realidad necesitemos, solo unos pocos bienes y servicios, escasos, excesivamente caros, de pésima calidad y dañinos a la mente y al cuerpo, con los cuales nos controlan y succionan las migajas que nos tocan de la renta petrolera. No se justifica que la sigamos alimentando para que nos destruya por la vía del sabotaje y la violencia fascista. Su locura de los últimos días, es la reacción de la lombriz frente al purgante. Nada le debemos y no tenemos porqué darle parte de una riqueza que no le pertenece y que no ha generado. Si la desea, entonces que la produzca y si no puede hacerlo, como no lo ha hecho en más de 60 años, entonces no se justifica su existencia.
Venezuela tiene la posibilidad de deshacerse inmediatamente de su burguesía sin afectar su economía. El antiparasitario es reemplazarla con formas socialistas de producción gestionadas por los propios trabajadores y es la única forma de enfrentar con éxito sus planes imperiales por volver a controlarnos. Aplicar la receta del capitalismo de estado es debilitar al paciente frente a la enfermedad parasitaria. Revolución que no avanza, tampoco retrocede, desaparece.
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