Insisto: debemos a la oposición la demostración palmaria de que el ser humano sí es capaz de perfección.
El pasado domingo 9 de julio Armando Coll lo comprobó una vez más en su artículo «Democratización o masificación de la cultura», (El Nacional, p. A/16). No sé por dónde empezar porque la perfección es esférica y por tanto engorroso asirla por aquí o por allá. Me dejo llevar por el azar: este alado artículo ofrece cortesmente su propia refutación:
Cuestionar una iniciativa como ésta —vale decir, que el Estado venezolano publique tantos libros, en vez quemarlos [sic] como han hecho otros Estados— puede parecer mezquino, prejuiciado, miserablemente pequeño burgués, sujeto a la preconcepción excluyente de que la cultura, la alta cultura, siempre será elitesca.
Obviamente su modestia le hace decir que «puede parecer» y no que lo es.
Tengo un amigo que detesta a los boxeadores que pegan duro, esquivan los golpes y tienen resistencia física. «Así cualquiera gana», sostiene. Tiene razón, así cualquiera es Maradona, con ese montón de goles. Cualquiera hace una buena política cultural editando más de 20 millones de libros.
Pero para Coll tal política tiene un defecto: publica a la gente y no solo a la élite. Se propone editar cada día un libro, con autores que no forman parte del Parnaso de razonamientos impecables al que pertenece Coll y que «no serán leídos, no serán estudiados en los departamentos de lengua en las universidades gringas, no los invitarán a congresos de escritores en Praga o Sofía; si acaso y con suerte a La Habana». ¡Bravo! O sea, un opositor que confiesa que es apátrida y pitiyanqui. Dentro de la metrópoli todo, fuera de la metrópoli nada. Con razón callan sobre Iraq y dicen que hay que desinfectar el Teatro Teresa Carreño.
Entre los infinitos méritos del artículo que comento, estudiado en Harvard como pauta de prosa española, supongo, está la franqueza. Otros, ponle, disimulan su médula elitesca usando la libertad de expresión para oponerse al rrrÉgimen porque no hay libertad de expresión y otras curacalderonadas. Este no. Este confiesa todo: se le opone porque parece «empeñado en arrebatar el control cultural a una elite». ¡Lo dijo! Salud, nos vemos en Harvard.