Por favor ¡ayuden a Juan Guaidó!

Por lo general un número elevado de personas necesitan ayuda de un médico, o un psicólogo o de un sacerdote. En el primer caso, cuando alguien tiene un problema de salud requiere los servicios de un galeno para superarlo, en el segundo cuando un sujeto padece un trastorno de conducta acude a un especialista que le ayude a enfrentar con efectividad las perturbaciones de la vida y la salud mental. En el tercero, los creyentes con problemas del alma y del espíritu, demandan las orientaciones de un clérigo para conseguir, a través de los sacramentos, la Paz del Señor. En todo caso, cuando alguien tiene un problema de salud, de conducta o espiritual deberá buscar ayuda para conseguir el equilibrio o la sindéresis necesaria para convivir adecuadamente en la naturaleza junto a su prójimo.

Cuando se convive dentro de una sociedad, es inexorable que debemos compartir con personajes públicos vinculados con el quehacer humano, entre estos la política. En este sector existen numerosos sujetos, tanto en el ámbito nacional como en internacional, exponiendo extraños comportamientos frente a las cámaras y también, en su desempeño ante un auditorio. Me voy a detener en uno de estos insólitos individuos, quien pareciera normal, pero tengo la certeza que algo en el coco le está fallando. Se trata de Juan Guaidó.

El diputado de la AN en desacato Juan Guaidó comenzó su infausta carrera política mostrando el trasero, junto con otros iguales a él, frente a unas cámara televisivas y ante miles de celulares que captaron el espantoso espectáculo. No cabe duda, las nalgas del antiguo dirigente estudiantil de VP no se convirtieron en el símbolo de la lucha de la resistencia sino en una jodedera, que lo catapultó, no como el abanderado de la oposición, sino como un verdadero idiota. Todo el mundo se preguntó: ¿Qué coño tiene que ver la oquedad ubicada en el centro de las posaderas con el acontecer político? Según me informé, que tal modo de protesta tiene que ver con la idiosincrasia estadounidense y no con la criolla, quienes consideramos nuestra partes pudendas como algo serio, no aptas para exponerlas al público.

A partir de aquella experiencia desastrosa el mequetrefe Juan Guaidó viene uniendo, uno tras otro, eslabones escabrosos que han hecho de su vida una cadena de sinsabores. Y no lo digo porque le profese a este individuo un sentimiento de animadversión, dado que no lo conozco y tampoco desearía codearme con estos sujetos obscuros. Al mirar su desempeño como político siento una especie de pena ajena, al percatarme de las sucesivas metidas de pies y de su eterna sonrisa de tarado después de cometer reiteradas y repetidas burradas.

El señor Guaidó, señor por decir algo, necesita ayuda, socorro de una gente que lo estime y no la asistencia del grupo de jalabolas que lo rodea, solo para aprovecharse del dinero mal habido que se está robando de los activos colocados fuera de Venezuela. No basta con engolar la voz, tampoco que de vez en cuando arengue alguno que otro ¡carajo! para emular a Hugo. Esto no basta, es necesario otras cualidades que él no tiene y tampoco se la van a fabricar los especialistas en imágenes, lo cual solo sirve para la TV pero no en la vida real.

No soy especialista en nada, pero viendo y estudiando el comportamiento de este mamarracho, reitero que necesita un especialista que lo cure de la idiotez. En verdad, tal perito no sé si existe. En dicho caso afirmativo, la personalidad de J.G se corresponde con el prototipo, fenotipo y arquetipo de un sujeto a estudiar, el conejillo de indias perfecto para investigar, inventar calmantes y corregir tales deficiencias.

Juan Guaidó, durante meses, creo que desde la risible autoproclamación está repitiendo conforme a un orate, frases similares a un mantra, como "cese de la usurpación", "elecciones libres" y "gobierno de transición". Estas expresiones se convirtieron en una especie de estribillo que sus adversarios políticos, ubicados en la misma oposición que él representa, la utilizan para ridiculizarlo. Esta cantinela la ha predicado miles de veces en diferentes escenarios hasta el cansancio. Las repite una y otra vez y parece no darse cuenta de la idiotez continuada de su actuación. Por eso Juan Guaidó reitero, necesita ayuda de algún versado. Lo invito a que escuche y vea los videos de sus intervenciones frente a diversos escenarios, las cuales distan mucho de ser un discurso. Deberá escucharse con cuidado para que aprecie la cagada que pone cada vez que agarra un micrófono. Al pararse frente al público que lo escucha notará, si observa detenidamente la grabación, que los asistentes están cada día más decepcionado, tanto de él como de lo que representa, es decir, la nadería.

Guaidó está enfermo de una extraña enfermedad, su ego no lo deja ver lo que está próximo. No sirve para la política, es un mamotreto inventado por los gringos para robarnos nuestras riquezas, pero más allá de eso no vale un coño. Él sabe perfectamente que no es presidente encargado, tampoco presidente interino, no es nada, es un ser inocuo, un engreído que aparenta ser lo que no es y nunca lo será. Se la pasa nombrando empleados para ejercer funciones fuera de Venezuela, otros rateros, quienes reciben un pago para apoyar tus trapacerías. Ejercicio de cargos que solo existe en la mente de JG y que el accionar de dichos burócratas no repercute en nada en la política venezolana. A menos que no sea en los robos y en la entrega que estás haciendo de nuestros activos a empresas extranjeras.

Juan Guaidó, estás enfermo de muchas cosas, además de odio. Es un enfermo de resentimiento. Tan solo un individuo con tal padecimiento puede solicitar apoyo a gobiernos extranjeros para castigar a los venezolanos con sanciones económicas y bloqueos que les causan sufrimiento. Solamente un enfermo de odio busca alianzas nefastas con gobierno dirigidos por neoliberales que tanto perjuicio ha originado a los pueblos que gobiernan. JG se vincula con los funestos presidentes de EEUU, Colombia, Chile, Argentina, Brasil, Ecuador, Perú y ahora se regocija de su respaldo a la dictadora boliviana, quien está dando prueba de su cultura racista, genocida y golpista. Se arrejunta con los representantes de la cloaca política internacional, responsable de las miserias de los pobladores y de las iniquidades contra los pueblos originarios. Por eso el badulaque de Juan Guaidó está enfermo y necesitas ayuda.

Juan Guaidó, cuántas marchas le faltarán convocar para reconocer que es un fracasado. A sus mítines solo acuden los vendedores de helados, agua, gorras, los que venden cerveza encaletada y los fotógrafos mercenarios. A sus asambleas no va el pueblo, por una razón sencilla, porque los vende patria no huelen a pueblo. Juan Guaidó, debe aceptarlo con sencillez: ese degenerado no va hacer nada en la política. Deberá retirarse y disfrutar los reales robados, teniendo presente que siempre el miedo estará a su lado. Con el tiempo, si es que no va preso en estos días, se convertirás en un fugitivo enfermo, en un peregrino sin patria, un paria de la política porque hiede a traición y a los traidores no los quiere nadie.

Juan Guaidó es un hombre enfermo, porque ni siquiera durante la juventud su semblante resplandecía de alegría. Simplemente porque su temple se forjó en un ambiente de envidia, de ocio, de hipocresía, de odio y miseria moral, en los charcos donde la probidad brilla por su ausencia. Qué ideal podría tener ese mequetrefe quien, cuando joven, en vez de luchar al lado del pueblo y de los excluidos, prefirió consumir su ingenio buscando la absurda similitud de su prototipo con el ideal del "sueño americano". El "american dream" que solo se consigue, en el papel de traidor, vendiendo la patria, el ideal que solo lo conquistan los arrastrados. Para esto se debe tener las manos muy suaves, simplemente para que al jalarle las bolas al amo del norte no estropearle los testículos. Juan Guaidó, no basta el dinero para merecer la felicidad, en la política se requieren otros méritos y consecuencia de tu enfermedad no te das cuenta. Por todo esto y por traidor J.G necesita ayuda.

Los traidores nunca faltaron ni faltarán en la política venezolana, recuerdo al cura Andrés Torrealba, quien además de facilitar el triunfo de Monteverde contra la Primera República participó, junto con su capellán fray Eusebio Gil, en el saqueo de la ciudad de Carora, sus casas y sus templos para apoyar al ejercito realista. Juan Guaidó, al igual que el cura Gil nunca será una figura diuturna como lo fue el caudillo popular Ezequiel Zamora. Con el tiempo, por fortuna, su nombre con el tiempo se borrará de los lamentables los capítulos de nuestra historia republicana. Es bueno recordar la frase de Alphonse Daudet, el escritor francés: "El odio es la cólera de los débiles". Lee que algo queda.



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Enoc Sánchez


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