Una maldición es la expresión de un deseo maligno dirigida contra una o varias personas que, en virtud de un poder mágico del lenguaje logra que ese deseo se cumpla. La Real Academias Española (RAE) la reseña como una imprecación (juramento: nota del articulista) que se dirige contra alguien o algo, expresando y revelando su ira y aversión hacia aquello, y deseo que le venga algún tipo de daño. Según algunos versados, la maldición pone en juego durezas profundas y que rebasan al hombre; a través del poder de la palabra expresada que parece desplegar automáticamente sus efectos funestos.
A pesar del significado de esta palabra Dios hizo uso de esta y aparece en varios versículos de La Biblia, a manera de ejemplo: Jeremías 3:10;" Porque la tierra está llena de adúlteros, porque a causa de la maldición se ha enlutado la tierra, se han secado los pastos del desierto. Pues es mala la carrera de ellos y su poderío no es recto". Génesis 3:17; "Entonces dijo a Adán (Dios a Adán: nota del articulista): por cuanto has escuchado la voz de tu mujer y has comido del árbol del cual te ordené, diciendo:
Como se lee en el párrafo anterior, Dios demuestra su hegemonía y manifiesta con su poder la posibilidad de vengarse de los pecadores, incluyendo en su maldición a otros que nada tenían que ver con el objeto de su ira. Además, es notorio su sexismo, la exclusión de la mujer dentro de sus planes, así mismo, contradice las virtudes del trabajo, ya que este, en vez de ser una probidad lo convierte en un martirio. Quizás, en esto último Dios tiene razón.
Me había prometido no escribir sobre el tema del mequetrefe Guaidó, simplemente porque no se puede decir algo de la nada. Las cosas existen porque poseen un nombre para denominarla y si no lo posee no se puede hablar de aquellas. Es lo que pasa con el gafo de Juan Guaidó, ya no existe y por eso nadie habla de él, lo único que nos queda es su maldición, es decir su deseo maligno dirigido contra millones de venezolanos. La nada ni siquiera produce sombra.
Todos los nacidos en la tierra del general Simón y algunos compatriotas residentes en el extranjero están experimentando los efectos de la maldición del títere Guaidó, en este caso, no por el poder mágico del lenguaje, sino por el poder criminal del orbicular Donald Trump, quien se aprovechó del mequetrefe para causar daño. Este fementido es la herramienta que esgrime el amargado rubicundo para encausar su ira racista y aversión contra millones de venezolanos, causando penurias incalculables de todo tipo, tanto económica como social.
El descerebrado Guaidó desapareció como persona, como político, como "autoproclamado", como diputado, como individuo, de él no queda sino los malos recuerdos, las falsas promesas, sus amenazas cumplidas contra el pueblo venezolano, su cobardía, la traición a la patria, sus alianzas con otros delincuentes de la política nacional e internacional. De él, como persona, no queda absolutamente nada, ni la sombra y de todo esto solo permanece la furia de millones de venezolanos que no entienden de política y no se explican el por qué ese tunante no esté detrás de las rejas.
La maldición de Guaidó es como el miasma, el hedor de la sentina que se conserva a pesar de secarse la cloaca. Esta pestilencia se mantendrá mientras que detrás de este traidor a la patria lo cobije la derecha internacional que de vez en cuando lo nombra, cuyo único objetivo es la búsqueda de ganancias, producto de la rapacería de las avaras corporaciones internacionales.
Ciertamente, hay maldiciones que hacen daño, en nuestro caso el juramento para causar mal fue dirigido hacia varios sectores del país, sobre todo contra PDVSA, empresa petrolera que es la que les permite a los venezolanos obtener las divisas para resolver problemas. En este caso, la maldición se llama bloqueo de los mercados que le impide a la empresa vender el crudo, por órdenes del rubicundo Donald Satanás, el diabólico presidente que le importa un bledo la existencia de los venezolanos.
Una de las virtudes de Mefistófeles es que sabe causar daño, es por eso el pacto entre el gafo Juan Guaidó y el reino del mal (EEUU). Consecuencia de ese tratado el sistema financiero venezolano quedó fuera del sistema financiero internacional, imposibilitando a nuestro país para recibir créditos de la banca internacional. Esto trajo graves consecuencias al país, sobre todo en los actuales momentos que Venezuela requiere dinero para enfrentar la pandemia de Covid19. Como secuela de la maldición de Guaidó, el gobierno presidido por el presidente MM no puede gestionar créditos para adquirir equipos médicos y medicinas para solventar parte del problema.
Es como para felicitar al títere descerebrado Juanito Alimaña, porque efectivamente, supo hacer muy bien el mal, tan bien lo hizo que su maldición se cumplió. Como consecuencia de su imprecación la inflación aumentó en una cifra impensable y muchos venezolanos no tienen acceso a la comida, ni a las medicinas, creando problemas de desnutrición y enfermos sin atención por falta de suministros médicos.
Yo, sinceramente, no creía en las maldiciones, juzgo que son parte de las supersticiones del imaginario colectivo que aparece en ciertos libros de ocultismo. Pero mirando con detalles el buen trabajo realizado por el gazmoño Guaidó debo reconsiderar mis creencias. Porque el mequetrefe no está solo, tiene una cofradía maldita integrada pos sus adláteres, quienes se reúnen para solicitarle a Satanás (Donald Trump) lo único de lo que está acostumbrado a ofrecer: el mal. Un mal disfrazado de sanciones económicas, bloqueos, sanciones financieras, fake news (mentiras), amenazas de invasiones militares, confiscación de empresas y de nuestros activos colocados en bancos extranjeros, incautación del oro de todos los venezolanos, entre tanta malevolencia almacenada en los cerebros de un grupo de asesinos que no les importa el sufrimiento de todos los venezolanos.
Juanito Alimaña, en alianza con Borges, lanzó una maldición sobre miles de venezolanos para que abandonaran y despotricaran contra su patria, a cambio de vivir en paraísos situados en países de gobiernos neoliberales como Colombia, Perú, Brasil, Ecuador entre otros. Paralelamente a este llamamiento, este par de sicofantes desataron una campaña de desprestigio contra la emigración venezolana tildándola de enfermedad contagiosa, convertida en un grave problema social para las naciones receptoras. Además, según Borges, el desplazamiento de nuestros connacionales iba acompañado de problemas como crimen organizado, militarismo, paramilitarismo, tráfico de drogas hasta terrorismo. Es aquí donde la maldición de Guaidó cumple su cometido. A raíz de estas declaraciones se desató en los países de Suramérica, donde tenían presencia los venezolanos, un sentimiento xenófobo y racista contra los emigrados, con un saldo de numerosas víctimas. Entre estas se cuentan muertos y heridos, consecuencia de la ira desatada contra un grupo de connacionales. Aquellos que abandonaron el país buscando mejoras en la calidad de vida, aupados por un grupo de VP, quienes desde un principio venían maquinando la maldición.
Afirman los expertos en ocultismo que la maldición tiene su contra y esta se llama conjuro, es decir una especie de fórmula mágica para alejar a los malos espíritus o atraer los beneficios. Invocar un conjuro contribuye a eliminar las acciones producto de una maldición y ahuyentar el mal originado por aquella. Lo venezolanos tienen ese conjuro, lo vamos invocar y ejercer el 6 de diciembre del 2020 para lograr que de una vez por toda desaparezca un mal que tanto daño nos ha causado y se llama Juan Guaidó, quien continuará navegando hasta el fin de sus días en las procelosas aguas de la nadería. Quizás por todo lo expresado en los párrafos anteriores, las palabras del escritor español Emilio Bueso tiene vigencia: "Hay uniones que se mantienen por las bendiciones y la nuestra es más poderosa que ninguna otra maldición". La nuestra es la del taimado Guaidó y el criminal Trump. Lee que algo queda.