La soledad de Guaidó

La soledad es un estado individual con dos vertientes, puede ser ventajosa o perjudicial. En el primer caso, el individuo logra hacer uso del aislamiento para reflexionar sobre los diversos aspectos de la vida, de los logros o de los fracasos, de la manera de reforzar los primeros o corregir los reveses si es posible, para leer, para escuchar música, para edificar un mundo y destruirlo, una especie de sueño despierto que le coadyuva a acrecentar el intelecto. En este caso la soledad es un estado endógeno de ensimismamiento, que podría considerarse de provecho personal que contribuirá al crecimiento del carácter.

En el segundo caso, la soledad no depende de la persona, sino de agentes externos, de individuos que abandonan a un sujeto que en algún momento lo acompañaron por cuestiones de intereses, en algunos casos personales o en otros, el más recurrente, por intereses económicos. Es decir, si no obtienen los beneficios prometidos o a los que los tenía acostumbrados lo abandonan para buscarse otro "mecenas". Como se ve, esta soledad es exógena, no depende del personaje quien va quedando solo porque no genera beneficios a los otros. Esta soledad es perjudicial, es la soledad del idiota, quien creyó que las personas que lo acompañaban lo hacían por una verdadera amistad, o quizás, pensó que su férrea personalidad o liderazgo podría atraer y mantener a su lado a ciertos acólitos. Nunca especuló que las personas que lo rodeaban lo hacían por el interés del beneficio que de él obtenían, dado que el pobre carece de una personalidad lo suficientemente seductora para mantener a su lado algunos individuos con ciertos méritos. Al final, comprobó que sus acompañantes eran peores o iguales que él y como ya no tenía nada que ofrecerles, aquellos lo dejaron en la soledad más ignominiosa. En este caso, la soledad es perjudicial ya que el solitario puede parar en un desequilibrado por no encontrar satisfacción en su abandono.

Los venezolanos y algunos no nacionales ven, sin sorpresa, debido al talante del protagonista, que cada día el mequetrefe de Guaidó se está quedando solo. El tiempo pasa y sus viejos acólitos observan que las antiguas fuentes de financiamiento, es decir del saqueo de los bienes del estado y las ayudas internacionales, se están secando. El esperpento que se autoproclamó presidente de la nada, cada día que pasa se va quedando solo. Ya dejó de ser diputado, caducó su período como parlamentario y no posee el fuero parlamentario que le permitió cometer innumerables delitos. La UE le negó el respaldo y como consecuencia, se agotaron las entregas de dinero para la supuesta ayuda humanitaria. Estas se usaron solo para repartir dinero entre sus allegados y no para beneficiar a ningún venezolano que sufre por las agresiones de las sanciones que él solicitó a gobiernos extranjeros.

La primera soledad a la que me referí en los párrafos anteriores fortalece, contribuye a la formación de la personalidad del individuo, en el caso de Guaidó, la otra, esa soledad debilita y envilece. Juanito Alimaña es un hombre enclenque, que lo montaron en un mamotreto vacío que llamaron presidencia interina y nunca supo qué hacer con el legado del rubicundo Donald Trump, el responsable de acoplarlo en esa tarima. Pero hoy su mentor, al igual que Guaidó, por su inexperiencia política cometió un error garrafal, creyó que la política se maneja como una empresa, es decir a vergajazo limpio. Ambos se están hundiendo en un lodazal y cada vez que avanzan se hunden más. Se necesita tener ciertas dotes de estadista para reconocer que la medida del gobernante es su capacidad para intuir las auténticas necesidades de cada momento histórico. Y a estas se debe adaptar rigurosamente la acción política. Es imperioso entender que cada país, por razones de fe, cultura, clima, carácter o tradición, tendrá un estilo propio para alcanzar su destino. Al bobolongo de Guaidó se lo perdono porque está muy lejos de ser un jefe de estado, el gordinflón colorado no entendió que es imposible gobernar al mundo como una empresa. Que la China, Rusia, Irán, Siria, Nicaragua, Bolivia, Venezuela…no forman parte de EEUU y los presidentes de estos países no están incluido su nómina empresarial. Es por esto que al presidente colorado lo están abandonando sus más cercanos colaboradores. Es la soledad del idiota.

Parece que aquellos dos solitarios no comprenden que el mundo está cambiando, los habitantes del planeta, los actores sociales y los políticos están interesados en encontrar salidas antiimperialistas y revolucionarias, es decir democráticas, para enfrentar las intensas contradicciones e injusticias de la internalización tendentes a imponer modelos políticos-económicos-sociales. Juzgo que el mequetrefe Guaidó y el gordinflón Donald no entienden que el devenir histórico es muy complejo, cargado de múltiples alternativas, de avances y retrocesos, de altibajos, de pruebas de ensayo y error y también de éxitos y fracasos. Es por eso que es imposible que, entre ambos, hoy un par de solitarios, hubiesen pensado que podrían cambiar la ruta y el destino que los venezolanos decidieron.

No cabe duda, la política no se aprende en universidades, ni siquiera en las más prestigiosas. Si así fuera, el mundo marcharía de lo mejor, dado que son muchos los egresados de instituciones acreditadas, actualmente en funciones presidenciales y no han resueltos los problemas del país que gobierna. Tampoco los empresarios sirven como presidente y como ejemplo más proverbial es el rubicundo Donald. Aquella apatía política de los jóvenes propiciadas por empresas especializadas, la anomia social, la inoperancia de la democracia representativa vinculada con un régimen presidencialista, la impotencia e inoperancia del poder legislativo y judicial, la corrupción en todos los niveles del gobierno de EEUU trajo como consecuencia el lamentable espectáculo que el mundo está mirando con asombro, sobre todo, del gobierno que pretende dar lecciones de democracia. Es por esta razón que el gafo de Guaidó está desesperado, además del rechazo del UE, vislumbra y observa con preocupación la soledad de su mentor.

No se necesitaba ser un augur muy aventajado para adivinar el futuro del bobolongo Juanito Alimaña. Un incapaz que tenga en su record innumerables desaciertos no podrá culminar su carrera política con la cabeza coronada de laureles. No existe ninguna actuación del mequetrefe Guaidó que pueda merecer un halago o algún encomio por su presencia en la política venezolana. A menos que la traición a la patria, el robo descarado, la organización para delinquir, la usurpación de cargo, la violación de la Constitución, la corrupción, la malversación, entre otros "atributos" lo hagan merecedor del premio internacional Simón Bolívar.

A esta altura el delincuente Guaidó no podrá apelar a un cambio de argumentos, ni olvidar sus infaustas actuaciones en consuno con estrechos aliado nacionales e internacionales, ni tampoco ampararse en la alternancia en establishment estadounidense con la elección de Biden, mucho menos, hacernos olvidar el daño que él le ocasionó al pueblo venezolano. No solo esto, también el detrimento que le causó a la nación, afectándola con las sanciones los intereses estratégicos, geopolíticos y geoeconómicos de los cuales le costará recuperar. Y solo por los beneficios que por sus procederes obtuvieron un grupo de delincuentes nacionales e internacionales, quienes le sacaron y le estás sacando provecho a los activos tanto monetarios como de las empresas venezolanas radicadas en el extranjero. Ya es tarde para las rectificaciones, la soledad del bobolongo no es la soledad del bohemio que la enriquece con su creatividad, ni tampoco la del asceta que la engrandece con la meditación, ni tampoco es la del encierro del fraile cartujo quien llena su clausura con su acercamiento a Dios. La soledad de Juanito Alimaña es la del miserable, como la del avaro, quien recluido se regocija en su mezquindad contando el dinero, del mismo modo, el mequetrefe, prisionero de su infortunio, se dedicará a enumerar el enorme daño que le hizo al pueblo venezolano.

Cada día que pasa el bobolongo Guaidó estará más solo, los bandidos que lo acompañaron lo irán abandonando poco a poco y buscarán refugio en otro como él para seguir aprovechándose de los dineros mal habido. Por eso alguien que no recuerdo sentenció: "La peor de la soledad es que trae un cara a cara con uno mismo". Y cuando esto ocurra Juancito Alimaña se avergonzará de si. Lee que algo queda.



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Enoc Sánchez


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