La cosa es de terror. Neurosis grupal. Manipulación fascista. Zombis nazis.
Las revelaciones científicas del siquiatra Heriberto González, profesor de la ULA, ponen en la mesa de discusión de la opinión pública un hecho gravísimo, relacionado con la salud mental de nuestra población, pero también con la necesaria estabilidad política e institucional que requiere el país para avanzar.
En los colegios privados se exacerba la militancia en esta locura política de la autoproclamada “clase media”, siempre tan engreída y acomplejada a la vez, soñando con la vida burguesa de los verdaderos capitalistas.
Vuelve la manida consigna “con mis hijos no te metas”, mientras los dueños de estos negocios imponen aumentos camuflados de las ya muy costosas matrículas.
Otra vez vuelven con la paranoia de una supuesta eliminación de la patria potestad. ¿Hasta dónde serán capaces de llegar con tanta mentira?
Esta conducta irracional se ha manifestado rabiosamente en la defensa a ciegas de una de las principales fuentes de su propia enajenación: Globovisión, aparato de guerra de cuarta generación al servicio de una conspiración transnacional contra nuestro país y el Gobierno Bolivariano que legítimamente nos hemos dado en sucesivos procesos democráticos.
El colmo del disparate psicológico de la reacción derechista es haberse molestado en recaudar dinero para cubrir una multa que debían pagar dos oligarcas. Sinceramente se pasaron de jalamecates. Pobres brindándole a sus explotadores.
Mientras, la dirigencia política de oposición, vomitando las falacias de los laboratorios de guerra sucia mayamera, insiste en acusar al Presidente de ser aliado de una supuesta “narcoguerrilla”. ¡Ya basta de tanta irresponsabilidad!
Pero en este país no hay libertad de expresión. Ni democracia.
Según los contagiados con esta peligrosa patología, este país se está cayendo a pedazos. En el supermercado una señora repite por los pasillos ¡ay Dios, no se consigue nada!, cuando los estantes lucen toda clase de víveres, exquisiteces importadas incluidas.
Los restaurantes se la pasan llenos. No hay cupo en los hoteles. Las líneas aéreas se dan el lujo de sobrevender pasajes. No hay carros nuevos disponibles por la altísima demanda de los últimos cuatro años que disparó el negocio. Pero según el guión de la psicosis antichavista nos estamos muriendo de hambre.
La crisis capitalista hace estragos en Estados Unidos y sus piojitos, se destruyen millones de empleos, decenas de miles de familias pierden sus viviendas, sus vehículos, sus esperanzas; al contrario en Venezuela sube el empleo y se implementan vigorosas iniciativas para dotar de viviendas dignas a las familias. El presupuesto social se defiende y se invierten cifras históricas en desarrollo.
El problema de fondo es la pérdida del poder político. Económicamente la situación ha mejorado para todo el país, pero la oligarquía y su servil “clase media” no le perdonan a Chávez haber empoderado a los “pata en el suelo” y que sea él mismo uno de los nuestros. Es que el más grave pecado de Chávez es ser zambo y pueblero.
Y todavía hay quienes creen que la lucha de clases es un dogma del pasado.
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