No nos referimos al protocolo que rodeó el sepelio del expresidente Rafael Caldera, pero no queda dudas que las llamadas perlas de su último mensaje están más allá que de acá.
Decir que hay que sacar a la República del triste estado en que la ha sumido una autocracia ineficiente, es caer en el mismo lenguaje mentiroso que sigue exhibiendo lo que queda de la tolda verde, porque hoy, más que nunca, hay una población que participa y recibe beneficios que en el pasado, incluyendo su gobierno, siempre le negó a la gente.
Y llamar retroceso político a la incorporación de millones de venezolanos al aprendizaje, a la salud gratis y a participar en el rescate de tierras y a discutir su participación en la construcción de un mejor país no es disgregar, sino incluir.
No es que en Latinoamérica se haya abusado del término revolución, lo cual es incierto, lo que ha ocurrido es que quienes han pensado y actuado a favor de crear conciencia revolucionaria, las balas y toda la fuerza que las oligarquías de este continente han usado, permitieron la eliminación, el asesinato de miles de personas. No hay escepticismo, por el contrario, hay euforia por los nuevos tiempos.
Este tipo de consignas, de que Venezuela debe vivir en libertad, con una democracia verdadera donde se respeten los derechos humanos, no creemos que nadie la acepte, pues no puede hablarse de libertad y derechos humanos como una realidad en la cuarta república, pues eso de lanzar a la gente maniatada desde un helicóptero, cortarle las manos a las personas, torturarlos, eliminarlos y sepultarlos en fosas comunes no tiene nada de democrático.
Combatir el extremo del liberalismo económico ha sido bien recibido por la mayoría ciudadana, cansada de que los continuaran expoliando. De hecho, todo el mundo conoce esa gran actitud democrática que se permitió con los créditos indexados, que arruinaban a un gentío. Ni hablar del proceso de esquilmación que ha padecido la ciudadanía con la especulación, el remarcaje de precios y cuanta estafa piramidal fue ignorada en el pasado. Ni siquiera mencionamos los negocios aquellos financieros que se llevaron en los cachos a unos 18 bancos y casi 18 millardos de dólares, cuando el Banco Latino.
Las nuevas manifestaciones del socialismo en Latinoamérica no constituyen propaganda, sino un nuevo modo de vivir, ajeno a la expoliación, a la persecución a ultranza del dinero y el poder, a la discriminación y a la exclusión de las mayorías.
Cuba no estará llena de grandes centros comerciales, pero todo el mundo tiene salud y educación y lo que es más importante, un sentimiento de solidaridad que nada tiene que ver con dictaduras.
¿Cómo pudo Rafael Caldera decir que siempre defendió una democracia con sentido social, donde se valoró y se protegió el trabajo, si hicieron caída y mesa limpia con las prestaciones de los trabajadores? ¡No se entiende!
La construcción de cajas de fósforos denominadas viviendas en crecimiento, porque eran chiquititas y podían hacerlas crecer si la gente obtenía dinero adicional, no podía ser llamada un empeño destinado a enaltecer a la familia. ¿Cuántas viviendas construyó? Que se sepa, la gente que vivía en contenedores, a las faldas de la Cota Mil, en El Retiro, vino a vivir decentemente en la revolución, cuando les construyeron unas verdaderas casas. Ni hablar de las miles de familias que estuvieron damnificadas en los pasados gobiernos.
El instinto certero de las masas se ha volcado hacia la revolución bolivariana, por eso la mayoría siempre tiene la razón, donde ha obtenido mayor libertad que antes.
Si las manitas blancas que empuja la derecha venezolana hubiesen recibido una cuarta parte de la represión agresiva que recibió el estudiantado de aquella época, ya todos estuvieran en Miami y si el líder de la tolda verde se fue con la ilusión de que las manitas blancas representan una esperanza para el porvenir, pues, lo lamentamos ya que no tienen la menor idea, no estudian, no tienen proyectos sociales en sus mentes y lo que hacen es ser conducidos como ovejas.
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