Una joven viajaba en un taxi, con sus familiares y destino indefinido y de pronto se le presentaron unos intensos dolores. Tantos como para que comenzase a quejarse fuertemente, lo que obligó a quién en la nave asumió el mando, tomar rumbo hacia el Hospital Razetti. En las puertas mismas del centro de salud y dentro del vehículo, la joven de 21 años dio a luz. Al decir de la prensa, leímos la noticia en dos diarios, la parturienta desconocía que estaba embarazada.
El bebé midió 41 centímetros y peso unos 900 gramos. Los médicos informaron que el recién nacido está en buen estado de salud.
Uno de los familiares de la joven madre por segunda vez, para demostrar lo imprevisto del acontecimiento, expresó que “todavía no hemos tenido tiempo de pensar en el nombre” del nuevo miembro de la familia.
Aquello fue pues toda una sorpresa. Así lo asegura la familia y quien al niño trajo al mundo. Allí todos estaban felices. ¡Qué bueno!
Aunque la historia nos parezca insólita, bien sabemos vivimos en el mundo de lo fantasioso y “real maravilloso”; por lo que uno suele acogerse a esos hechos y pensar que todo sucedió como nos contó la prensa. Son cosas de la vida y aconteceres de la gente común y sencilla donde toda incomodidad y sorpresa encuentran asiento. La fantasía, la creación literaria, en veces enfebrecida, lunática y hasta unas cuantas creencias muy internalizadas, las admitimos con pertinencia en nuestro mundo real.
Como nos parece más que real, puesto que nos lo contaron los diarios y, éstos nunca mienten ni deforman noticia alguna, que ayer miércoles, apenas comenzando el año, bajo la pesadumbre de no saber a ciencia cierta el destino del presidente nuestro, algunos concejales, quienes se definen como “chavistas y revolucionarios”, en el Concejo Municipal de Barcelona, nos dieran una convincente muestra de unidad y deseo de cambiar.
Pues lo de esos concejales, seis de un total de once, pese a que los periodistas nada “sugirieron”, asunto que ya nos dejó atónitos, reveló que se trató de un “parto adelantado” del cual Aristóbulo, nada sabía.
Según la prensa, muy comedida, anunció que esos seis concejales se presentaron muy temprano, esperaron hasta que se les presentaran los dolores de parto y sin esperar llegasen los cinco que faltaban, “dieron a luz” una directiva. Al fin, cuando los ausentes llegaron se encontraron con “el mandado hecho” o el recién nacido en su cunita.
Se formó un zafarrancho. Los recién llegados no aceptaron la paternidad ni maternidad de aquel bebé, que de paso ya había empezado hasta mamar.
Estando así las cosas, alguien optó por llamar a Aristóbulo, quien comprobó que la unidad se había resquebrajado o las viejas y hondas grietas volvieron a aflorar.
De entrada, el gobernador ante aquel debate de “quítate tú, pa´ poneme yo” o “con los míos no te metas”, importándoles un bledo el estado de cosas, la solidaridad con Chávez y el proceso, pudo haber dicho, no sin razón:
“Estas son vainas de comadronas, que no saben el momento y circunstancias precisas para el nacimiento.”
A esta altura uno recuerda que el gobernador ya hizo unos nombramientos, que no ha faltado quienes los han calificado de extraños. Unos dicen que por responder con generosidad las ayudas prestadas y otros por aguantarle los ímpetus. Vienen por allí unas lecciones. Y aquél está parteando con habilidad para que la vida sea resplandeciente.
La llegada de Aristóbulo, pero también de la Alcaldesa y hasta del presidente de la Asamblea Legislativa, Nelson Moreno, hizo que el parto se diese por no hecho. ¡Son vainas naturales, como ya dijimos, de nuestro mundo real y maravilloso! ¡Propio de un espacio dónde todo es posible, como tener unos concejales tan desprendidos y maleables para despegarse y volverse a pegar como si nada!
Dejaron al bebé como no nacido. Lo volvieron cuidadosamente al vientre materno y como en “Vuelta a la Semilla” de Alejo Carpentier, regresamos al ovario y espermatozoide no fecundo el primero y ni en disposición de fecundar, el segundo.
En la tarde, dice el diario, como a la una, que es la hora del burro en Barcelona, por la canícula, no por otra cosa, la sala de sesiones del Concejo Municipal preñada estaba de verdad. Dentro de su vientre, once concejales y un gentío. Esta vez el parto era esperado. Nació otro bebé. No otro por decirlo de manera filosófica, sino simplemente otro con nombres y apellidos y rasgos físicos diferentes. Aunque alguien mal hablado diga que “es el mismo musiú con diferente cachimbo”.
Así, en este mundo maravilloso y lleno de fantasía, se salvaron la unidad familiar y del partido.
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