La oposición no puede mandar de nuevo ni dos días porque es histérica.
A juzgar por su comportamiento real, comprobable y comprobado, en el golpe de abril y el paro patronal de 2002, las guarimbas, los atentados terroristas y asesinatos de más de 200 campesinos a 80 años de la publicación de Doña Bárbara, es obvio que no van a poder.
No saben posponer gratificaciones. Apenas cogieron el poder por unas horas en 2002 desencadenaron una orgía de violencia, adulación, intrigas, zancadillas, asesinatos, persecución, terrorismo de Estado, etc., hasta que el pueblo rodeó cuarteles, Canal del Estado y palacio presidencial. La usurpación implosionó sin dispararle un tiro. Son como esos niños que aún no saben posponer los placeres y le meten el dedo a la torta. O violan mujeres policías cuando crecen.
Apenas toman poderes regionales, cierran servicios médicos, misiones, infocentros, ancianatos, echan a la calle a miles de trabajadores, sacan de su vivienda a miles de personas. El 13 de abril de 2002 Ignacio Salvatierra, presidente de la Asociación Bancaria, estuvo en Indecu (hoy Indepabis) retirando los documentos de reclamo de los créditos indexados o mexicanos, según denunció Jorge Olavarría. Te iban a quitar tu casa y tu carro comprados a crédito. Ellos sí te iban quitar la carnicería.
Los opositores que ganaron el 23 de noviembre no pudieron esperar el Referendo del 15 de febrero para lanzarse a agredir, clausurar, negar bienestar, exprimir. Otro, más taimado, espera el 16 de febrero.
Uno ve el “pescueceo” en el final de sus marchas, metiéndose zancadillas y empujones por coger un micrófono y se dice: ¿Cómo van a gobernar así? Lo ha denunciado Henry Ramos Allup, uno de los pocos que logran pensar en público, culto, avieso, elocuente, aleve. El jueves pasado habló de la “vocinglería” que condujo al Golpe, a la Plaza Altamira, a las guarimbas. Ha denunciado “la ultraderecha recalcitrante, ultramontana y repugnante”.
¿Habrá algún día una oposición con quien se pueda dialogar lealmente? Me consta que sí, porque no hay cinco millones de bellacos; en su inmensa mayoría es gente de bien. Es decir, la oposición decente no está en la dirigencia desenfrenada que el Imperio embuchó a esos cinco millones.
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