“…perros blancos hijos de puta, levantados, vende gente, que aquí en esta ciudad lo que vale es el negro, el indio, y el zambo”
El 1 de noviembre de 1812, testigos reportaron que en la calle real de Valencia, entre las 2 y 3 de la tarde, se alborotó el vecindario cuando las camaradas indias Juana María Herrera y María Bonifacia Pérez, vecinas de Los Guayos, gritaban: “…perros blancos hijos de puta, levantados, vende gente, que aquí en esta ciudad lo que vale es el negro, el indio, y el zambo(…) y ojalá que la laguna deje de dar productos de pesca, para ver qué van a comerciar los blancos valencianos.” La laguna a la que hacían referencia las mujeres insurgentes es el lago de Valencia. De inmediato las autoridades realistas las metieron presas en la cárcel pública. Después de 20 días, se sentencia la libertad de las camaradas, pero desde entonces fueron miradas como sospechosas.
Esto no me lo contó mi querida maestra de Historia de Venezuela del liceo. No. Esto lo acabo de leer en algunos libros del Archivo General de la Nación que se exponen actualmente en la Biblioteca Nacional, bajo el título “Venezuela Independiente, Insurgente y Soberana”. La exposición busca desempolvar la verdadera historia al revelar la participación del pueblo en la gesta independentista, a través de los documentos inéditos procedentes del AGN y las crónicas realizadas por el escritor y poeta Juan Antonio Calzadilla.
Si camaradas, nuestras mujeres tomaron partido en el proceso de independencia venezolano, y se convirtieron en un dolor de cabeza para los invasores españoles. Pero resulta que los historiadores jala bolas de los ricos engañaron a nuestras maestras, y ellas nos contaron solo lo que le convenía a la burguesía.
Burguesía que hoy quiere asesinar al comandante de la revolución porque por culpa de él nosotros los trabajadores, con el apoyo de las historiadoras e historiadores revolucionarios, estamos conociendo el protagonismo del pueblo en los procesos de liberación. Ahora quedan al descubierto los mecanismos ideológicos, desmovilizadores y justificantes del sistema de desigualdad, los cuales le permitieron a las corporaciones y a la burguesía parasitaria venezolana chuparse el petróleo del pueblo por décadas, y que todavía chupan gracias al voto sumiso de los escuálidos.
Pero esto no es todo. También se puede leer en los libros que en mayo de 1817, José Echenagucia, negro esclavo vecino de Puerto Cabello, lo capturaron y le dieron doscientos azotes porque fue acusado de hacer frecuentemente comentarios en sus conversaciones con sentencias como: “Carajo, es menester matar a todos estos blancos, pues no en balde los franceses negros no podían ver ningún blanco, pues a todos los mataban…”, y otras expresiones semejantes como: “…con los blancos debería hacerse lo mismo que hicieron en Santo Domingo”, lo que hoy es Haití. Luego su dueña pidió indulgencia para José y se le retiraron los cargos.
Por otro lado, el 11 de julio de 1811, el pardo Antonio Caballero, curandero caraqueño, integraba las filas del Batallón de Pardos de Caracas, y gracias a su desempeño durante los primeros meses posteriores al 19 de abril fue ascendido a Teniente Coronel, igual que a otros Capitanes de las Milicias de Pardos comprometidos con la revolución de 1810. La tarde del 11 de julio de 1811, cuando Caballero venía huyendo de una ofensiva realista desde Los Teques, al llegar a Caracas fue visto en la esquina de las Carmelitas gritando: “Señores, a las armas, que los isleños nos quitan la ciudad para jurar a Fernando VII”.
También hay testimonios de que el Capitán Pedro Arévalo, pardo de piel muy oscura, fue quien el sábado 21 de abril de 1810 comandó la escolta que acompañó al prisionero Vicente Emparan al puerto de La Guaira, desde donde sería deportado.
Para terminar, les cuento que este mismo mes de abril de 1810, un realista testigo de la Revolución de 1810, le envió una carta anónima a Cristóbal Mendoza (declarado patriota y futuro presidente de Venezuela) donde decía: “…el zambo Joseph María Gallegos y los otros que están manejando este asunto solo tratan de una independencia total de la Monarquía española, hablan infamemente con descaro de España, de Fernando VII y de todo europeo; solo aclaman por la igualdad y que no ha de haber esclavos, y que los que existen se han de dar libres desde el día 19 de dicho Abril; tratan que se extermine el nombre de mulatos y que todos seamos iguales”.
Con esto no quedan dudas de la participación de las mujeres, los indios, los negros y los pardos en el proceso revolucionario iniciado a finales del siglo XVIII y profundizado en las primeras décadas del siglo XIX.
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