Toda esta caotización de la problemática en torno a las circunstancias políticas que han rodeado desde hace más de tres meses, el acto juridico-politico que ha transitado el alcalde de Coro Oswaldo Rodríguez León, se debe fundamentalmente a la ausencia de un liderazgo capaz de iniciar un proceso de apertura, que atraiga los polos contrapuestos en lo interno del PSUV. Pudo haber sido esa, si es que es tarde ya, la única forma de apaciguar las pasiones y evitar exacerbaciones que han conllevado irremediablemente a la división interna. Pero que va…La voluntad política anda extraviada, la radicalización se ha vuelto un objetivo procaz y ya no parece importar si se retrocede o no en la revolución, con tal de coronar apetencias de grupo y acumulación de poder. Por eso el liderazgo como fuerza creadora para impulsar las acciones políticamente productivas esta muy lejos del desenvolvimiento político de los que fungen directivos del PSUV-falconiano. Porque es que no se entiende cómo no se puede hacer el llamado a la conciencia de los cuadros más confrontados, para buscar acuerdos de razonables desembocaduras y dar una salida honorable a ese bochornoso problema. Hasta ahora todos los voceros del partido han dado opiniones sesgadas y cargadas de matices altamente acomodadas a una posición entre las que se dirimen. Y eso hasta hoy ha constituido un contravalor agregado que alimenta la desavenencia. La actitud mas razonable indica que la Cámara Municipal debe sesionar dentro de sus procedimientos normales y tomar una decisión que ojalá este bajo la estricta línea de la ley. Y si hubiere entonces, alguna diferencia entre los que piensan que se violó la ley, recurrir a la instancia superior en procura de un amparo constitucional. Allí se le podrá fin a una diatriba jurídica, pero no a la política. Porque entonces, independientemente del resultado final, toda la carga emotiva de ese azaroso proceso habrá desgastado hasta el límite, los deseos de encuentro entre las fracciones en pugna. Ya en este punto la dirigencia precaria del partido, empezará a contar entre los próximos eventos que se avecinan, una a una, las tribulaciones de sus derrotas políticas. Nunca sería el pueblo socialista que en cualquier fracción pueda ubicarse, quienes asumirían los padecimientos de esas derrotas. La páginas en la historia de las torpezas políticas están llenas de avejentados dirigen tes, que por no haber asumido sus responsabilidades, jamás pudieron llegar a la mas excitante forma de hacer política como se lo reserva la conceptualización del liderazgo revolucionario.
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