La reciente visita del presidente Nicolás Maduro a la ciudad de Valencia se ha convertido en elemento de reflexión para quienes habitamos en ella a propósito del próximo evento electoral. Y es que el conjunto de anuncios realizados por el primer mandatorio brindan la posibilidad para debatir en torno a las propuestas de gobierno que tienen los candidatos a la principal alcaldía carabobeña, debate que debe trascender la falsa concepción de que se trata de un plebiscito contra el gobierno nacional, y centrarse en lo que verdaderamente es: una oportunidad para evaluar las mejores propuestas para la ciudad.
Efectivamente, de lo anunciado por el presidente Nicolás Maduro se desprende la concreción del más importante programa de desarrollo integral que haya tenido la ciudad desde que comenzó su proceso de expansión acelerado en la década de los cincuenta del siglo pasado. Conocida como la ciudad industrial de Venezuela, Valencia fue víctima de la lógica depredadora del capital, que destruyó sus bellezas naturales estableciendo una dinámica de crecimiento que terminó dividiéndola en dos mitades diametralmente opuestas: el norte planificado y funcional y el sur empobrecido y anárquico. De esta forma se explica la construcción de conjuntos residenciales como El Trigal y La Viña, para la clase media y la gerencia empresarial, y la ausencia de una política habitacional necesaria para alojar la gran migración poblacional que se trasladó a la ciudad en busca de puestos de trabajo. Al tiempo que la población fue creciendo, el norte de la ciudad lo hizo en forma planificada y ordenada, en tanto que el sur lo hizo, por falta de planificación gubernamental, sin control de ningún tipo; esta situación terminó impactando la vialidad, los servicios públicos, la seguridad ciudadana, entre otros aspectos. Pero además, la vorágine irracional con la que actúa el capital produjo la contaminación del río Cabriales y el Lago de los Tacariguas, un proceso que ocurrió en apenas medio siglo, al punto que no resulta extraño encontrar personas con edades de 70 años o más, oriundas de la ciudad, que se hayan bañado en las cristalinas aguas del Cabriales.
No es casual que haya ocurrido de esta forma, los gobernadores del puntofijismo jamás se ocuparon de elaborar una política de planificación urbana integral para la ciudad (hasta de 1989 mucho más grande y compleja pues incluía los hoy municipios: Naguanagua, San Diego, Los Guayos y Libertador), tanto que la otrora dinastía de los Celis, que gobernó el estado durante le gobierno de Jaime Lusinchi, se hizo famosa por la construcción del elevado de Los Colorados, de dimensiones desproporcionales para la zona, en tanto que la construcción de la avenida Aranzazu, que comunica la parroquia Miguel Peña, la más poblada del municipio, con el centro de la ciudad, tardó 20 años en construirse luego que fuera proyectada.
La ausencia de planificación urbanística de la ciudad generó desproporciones como la siguiente: las parroquias Miguel Peña, Santa Rosa y Rafael Urdaneta, albergan más de la mitad de la población del municipio congregados en más de 400 barrios, construidos en base al ingenio y la destreza del pueblo, pero que impactaron la calidad de los servicios públicos de forma diversa, situación que, sin duda, afectó y afecta la calidad de vida de quienes allí habitamos.
Es por esto que los anuncios realizados revisten especial importancia, pues se trata de un proyecto de desarrollo que busca compensar los desequilibrios existentes respecto al desarrollo urbanístico de la ciudad, para generar una dinámica de crecimiento planificado que impacte servicios como vialidad, transporte, comercio, recreación, turismo, vivienda, etc.
Y es aquí donde entra el juego el debate electoral ya que, como lo señaló el propio presidente, el artífice principal de esta propuesta es el candidato a la alcaldía de Valencia por el PSUV Miguel Flores, joven formado al calor de las luchas estudiantiles de los años 90 y quien se ha venido destacando en las diversas responsabilidades que le ha correspondido asumir. Con esta propuesta Miguel Flores demuestra que no aspira llegar a la alcaldía para improvisar, sino que tiene una visión estratégica de la ciudad y una propuesta armónica que procura disminuir las asimetrías existentes sus dos extremos. Además, Miguel Flores es la garantía para la ejecución de este proyecto, no solo por ser uno de sus creadores y promotores, sino, porque asegura el trabajo mancomunado entre el gobierno local, regional y nacional. Por otra parte, el candidato de la revolución, a pesar de su juventud, ha acumulado una importante experiencia en el manejo de los asuntos públicos que, sin duda, resulta un valor agregado al momento de evaluar las opciones electorales.
Entre tanto, el candidato de la oposición presenta como única propuesta de gobierno propiciar la anarquía y el caos que contribuyan a lograr un eventual derrocamiento del gobierno nacional. En la emulación de la política nacional, su única consigna que presenta es: ¡Maduro vete ya! El candidato de la oposición no tiene una visión de la ciudad y sus problemas, tampoco presenta una estrategia para superarlos, y esto es así, porque quien aspira a la alcaldía por la oposición solo conoce una parte de la ciudad: la Valencia bonita y planificada. No solamente le hace falta patear la calle, también le hace falta sabor y calor de pueblo, algo que le sobra al candidato de la revolución Miguel Flores.
Desde esta perspectiva la campaña electoral de Miguel Flores debe hacer énfasis en esta propuesta de desarrollo integral de la ciudad, difundirla de todas las formas posibles hasta convertirla en su principal carta de presentación. Especialmente para el sector de clase media, ese militante de oposición que no es un enfermo de odio hacia la revolución, y que puede ser capaz de discernir que la ejecución de este proyecto de desarrollo integral de la ciudad es la mejor opción para los valencianos.
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