A propósito del homenaje que le tributa la Feria Internacional del Libro de Venezuela (FILVEN) este año al escritor César Chirinos, recuerdo un trabajo modesto que hice hace más de dos décadas titulado: “Universalización de la literatura regional zuliana a través de la obra de César Chirinos”. Un título atrevido que más que pretender ser altisonante, buscaba meter en el debate la necesidad de hacer validar universalmente las novísimas propuestas estéticas literarias zulianas. Y qué mejor excusa que estudiar y explayar la obra de este autor.
Y precisamente él, porque al leerlo conocí la irreverencia con la que utilizaba la palabra para construir una literatura enrevesada, tortuosa, de rompecabezas, que en definitiva expresaba la forma cómo veía y sentía su espacio vital, la ciudad puerto de retruécanos colmada de vivencias yuxtapuestas, contrariadas y armoniosas a la vez. Es por eso que en “El quiriminduña de los ñereñeres” nos presenta en una narrativa que se presume dislocada, acciones mezquinas así como ennoblecidas que suceden entre la camaradería, el compañerismo (quiriminduña) de los pordioseros, mendigos (ñereñeres), quienes están en los espacios más sórdidos de la ciudad de los “Buchiplumas”, tal como se llama otra de sus obras.
Pero “Mezclaje”, es según mi criterio, su novela fundamental. En muchos de sus pasajes se traslucen experiencias como las vividas en esos callejones del centro de Maracaibo donde se confunden los vendedores con los compradores, los piropos con la venta de hilos dentales, las sonrisas con los insultos, los empujones con los abrazos. De ese modo nos recrea esa realidad fantástica del ser caribeño en el Zulia. Rompe los cánones de la narrativa tradicional y asume una propuesta estética donde predominantemente la imagen acústica de la palabra desprovista de significado convencional, se posesiona por sí sola del discurso, y somos nosotros, los lectores, quienes hilando el contexto lo armamos y le damos sentido. Y dentro de esa forma particular de narrar, tal propuesta es como diría Georg Lukács en su “Teoría de la Novela”: “…una forma biográfica por excelencia, y al mismo tiempo, una crónica social…”
La rica antología de César Chirinos, plena de lugares soleados y nocturnos, de gente gritando, triste, durmiendo, de “palabras que no dicen nada” pero hacen pensar y reír, está embebida de la savia maracaibera, así como la prosa de García Márquez está impregnada de la savia de Aracataca.