“Hoy daré para ti mi cantar/ ante el embrujo larense de tus mujeres/ Otro azul nuca vi tan igual/ Como tu cielo de lindos atardeceres/ (Bis)/Barquisimeto, la del alma cantarina/ la del cálido recuerdo/ que me dio la despedida/ Barquisimeto la del cuatro y el corrío,/ la del puro sentimiento,/ para quererte amor mío/ Pueblo querido,/ Tus cielos jamás olvido/ al ritmo de mis capachos/ cantando sueño contigo/…”, (Juan Vicente Torrealba, “Barquisimeto”, www.musica.com).
Por estos días Barquisimeto celebra su fecha simbólica de fundación. Perezosa tradición contemporánea inaugurada al parecer en 1952 a propósito de los 400 años de la “Ciudad capital del desarrollo” e encrucijada de caminos o Capital Musical de Venezuela, a propósito de su famoso festival de “La voz de oro”; pero nunca se ha entendido por qué las autoridades no corrigen, como no sea por intereses comerciales y políticos por aquello de la Feria Exposición, la demagogia y la ignorancia, si ya el querido cronista e investigador Ramón Querales, recientemente fallecido, hurgó en documentos e hizo inferencias pertinentes concluyendo que Barquisimeto se estableció hacia el mes de mayo de aquel año.
Su centro histórico tiene un encanto antiguo, una rara belleza envolvente, con particular referencia a la edificación que ocupa actualmente el Centro de Historia Larense y todo el entorno de la Plaza Lara; compuesto de casas coloniales donde una vez Simón Bolívar participó de un baile en la Casa de las Silveira, sita en las adyacencias de la iglesia San Francisco, la antigua catedral colonial. Barquisimeto conserva, pues, aún parte de la llamada cuadrícula hispanoamericana, aunque sin la sublimidad que alcanzan Cholula y Puebla en México; pero ha sido una ciudad del centro occidente de Venezuela muy bien ponderada por poetas y músicos, que celebran y cantan la vivencia al espacio de lo vivido.
No así por sus gobernantes quienes siempre tienen excusas para abandonarla a su suerte. Para lo primero dicho, una de las muestras puede ser la canción citada en el epígrafe y para lo segundo el estado actual de la ciudad de Barquisimeto: sucia, con precariedad de servicios, en particular la escasez de agua potable, la inseguridad personal y violencia. Todo lo cual es indicador como ha señalado el historiador Dr. Reinaldo Rojas por estos días en entrevista ofrecida a la Lic. Ana María Capursi en su programa “Periplo”, Unión Radio 870, de falta de ciudadanía.
Pero volvamos a la canción “Barquisimeto”, que al menos desde finales de la década de 1970 oíamos extasiados por “Radio Barquisimeto Internacional” en el programa dominical “Barquisimeto de Ayer”, creado y dirigido pedagógicamente por el conocido educador y locutor Lic. Isaac del Moral, músico y compositor, por demás. Quien completaba sus intervenciones después de una trilogía musical, leyendo notas de la “Enciclopedia Larense”, obra monumental de don Rafael Silva Uzcátegui.
Después otras crónicas periodísticas como la de los costumbristas locales don Fulgencio Orellana, Hermann Garmendia y el joven Iván Brito López, este último con su “Página de la Nostalgia” en los diarios regionales El Impulso o El Informador, donde escribían esos egregios, fueron desarrollando en nosotros, “Barquisimetidos” desde al menos 1980, como consecuencia de la migración del campo a la ciudad, un claro sentido de identidad y pertenencia a la “Ciudad de la cinco vocales” (Luís Beltrán Guerrero, dixti), ya que nuestro pueblo original es el caserío El Hato de Baragua, un villorrio del semiárido larense al noroeste de Barquisimeto.
Después vino la “despedida” hacia Caracas ente 1985-89, debido a una experiencia cristiana-católica de afanes evangelísticos a través de los medios de comunicación social; como implicaba una necesaria separación del núcleo familiar hubimos de tener entonces una cierta nostalgia por esta ciudad fenicia y de cólera, como la definiera el poeta Álvaro Montero; aquel señor abogado de aspecto bohemio y fundador de la Librería y Centro Lea, lugar de tertulias y recitales poéticos, según es fama en el imaginario urbano. Lo cierto es en Caracas sentimos nostalgia por una ciudad que no pensábamos llegáramos a extrañar, como al caserío y la casa del barrancón, de teja y dos aguas.
Pero como ya habíamos recorrido la ciudad, desde el Obelisco a Santa Rosa por un real en autobús o del Bosque Macuto al Cerro La Cruz. Para no nombrar las procesiones anuales de la Divina Pastora, que por cierto la primera vez nos extraviamos entre el tumulto sofocante un 14 de enero hasta que advertimos que estábamos en la recepción que acostumbra hacerla el Rectorado de la UCLA, en la carrera 8 con Avenida 19, con música la Orquesta Mavera. Entonces respiramos más tranquilos, hasta donde lo permitió el sofocante sol y el apretujamiento de la gente que se mueven como los musulmanes en La Meca; al poco volvimos a estar confundidos en el recorrido pero como sabíamos que la sagrada imagen llegaría a la moderna Catedral Metropolitana por la Avenida 20 desde La Vargas, seguimosla audaz y muy de cerca, casi pisándole los talones del Sr. Arzobispo Dr. Críspulo Benítez Fontuorvel, quien iba rodeado de otros sacerdotes y autoridades civiles; alguno de ellos, que debió ser el padre Mariano Navascuez, nos obsequió un ejemplar del periódico Fe y Acción, un medio informativo de la comisión de Justicia y paz. O no recuerdo bien si era de Cáritas Arquidiocesana.
Entonces nos parecía que Barquisimeto era una ciudad hermosa, ordenada y limpia, que nos llenaba de asombro. Todavía no se había desparramado hacia los cuatro vientos con urbanismo espontáneo o no programado y con un Concejo Municipal integrado por figuras respetables e importantes, o así nos lo parecían. Representantes de los partidos tradicionales: A.D, Copei y el MAS, principalmente aunque no faltaban algunos ediles de las minorías por el famoso cociente electoral, por ejemplo del PCV; dicho sea de paso, como parte de nuestra formación de autodidacta y siguiendo un consejo del profesor “Pololo” Arraiz en su librito “Formación Moral y Cívica”, solíamos asistir a las sesiones de la cámara municipal. Así nos enterábamos de cómo pensaban la ciudad tales tribunos. Ello sin la aprehensión atizada por la polarización y banalidad actual. O tal vez eran ingenuidades de entonces que la niebla de los años no ha logrado disipar.
De Buenos Aires se ha dicho que es una ciudad para caminar o al menos es fama que Jorge Luís Borges de acuerdo al testimonio de algunos de los devotos borgeanos como mi amigo Pablo Pérez solía caminarla, y en la noche o de madrugada. ¡Imagínense ustedes! Barquisimeto también se puede recorrer hoy a pie y la experiencia de no deja de ser reconfortante, reveladora de su alma recoleta en potencia y acto hacia el tumulto cosmopolita. Pero es cosa que al parecer sus gobernantes no se suelen permitir, será por eso el abandono en que la tienen.
Ya van 464 años de abandono, porque ya no recuerdan a sus primeros habitantes, los aborígenes y campesinos, de tal suerte que todos es mentira: ni Barquisimeto debe su fundación hispana a un 14 de septiembre de 1552 sino que fue en mayo cuando hicieron el repartimiento y sojuzgamiento de unas perdonas humanas que llevaban miles de años asentados por estas comarcas de 23 aldeas, de acuerdo con Nicolás de Federmann.
Aunque tampoco es cuestión de creernos nuevos Fray Cesario de Almellada con sus literaturas indígenas reconstruyendo la memoria de los desheredados de la tierra. Pero las cosas son como son. Barquisimeto es Variquisimeto, la de las aldeas del río con aguas color ceniza, de acuerdo con el citado historiador Reinaldo Rojas en libro homónimo.
¿Cuándo será que nuestros gobernantes se ciñan a la historia científica? Preguntamos, retóricos. Pero qué va, dice un amigo:
-El miserable este que ahora es gobernador, el traidor de Henri Falcón, cuando fue alcalde del municipio Iribarren, en su visión desarrollista redujo al cronista a un oscuro rincón del Cuartel Jacinto Lara; y el actual alcalde, llamado el beodo golpista, cómplice de La Carmonada en 2002, nunca sabe dónde está parado. Quién sabe por qué, ¿verdad? No ha corregido ese error.
Continúa de esta guisa: -Lo cierto es que en los años de 1980-90, años cuando Barquisimeto se revela como una importante ciudad universitaria había una hermosa biblioteca en la planta baja del Palacio Municipal, de consulta obligatoria por la comunidad de estudiantes de historia y ciencias sociales pero fue desarticulada por el miserable ese ya nombrado; como también ha acabado actualmente con la Biblioteca Pública José Pío Tamayo de Barquisimeto, en particular con su Sala de Hemeroteca que ya no atesora las colecciones de los diarios nacionales y regionales, revistas y otros papeles sueltos, por lo que los investigadores se están quedando sin fuentes historiales y tampoco ha hecho nuevas adquisiciones bibliográficas, de donde se tiene que el abandono a que han sometido tales gobernantes a Barquisimeto no es solo material sino también espiritual.