Guayana, ubicada al sur de Venezuela, fue la esperanza de una pujante región, y de un país hambriento de crecimiento y progreso, sustentado en dos riquezas: la riqueza con la cual Dios dotó a este suelo patrio, y su riqueza humana, representada en sus trabajadores y trabajadoras.
Guayana, fue un esperanza cierta. Se habló, en un pasado reciente, de la alternativa no petrolera. Y ese bienestar a flor de tierra se percibía en las autopistas, en las grandes avenidas, en las construcciones de edificaciones públicas en las principales ciudades del estado Bolívar. Guayana, desbordada no sólo por dos caudalosos ríos, sino también por el sudor de un contingente de trabajadores que día a día acudían a sus respectivas factorias para trabajar con entereza por la región y por Venezuela, creando, de paso, una mística sin parangón, por el trabajo.
Guayana, respiraba profundo a través de un ente público, emblema del trabajo creador: la Corporación Venezolana de Guayana (CVG). Todos querían trabajar en la CVG. Y el cevegista exhibía con orgullo el carnet que pendía del cuello de la camisa. Así era en cada empresa afiliada: Sidor, Alcasa, Venalum, Ferrominera Orinoco, Bauxilum, Carbonorca, etcétera. Y a través de todo este ensamble respiraba la Venezuela potencia. Esa sí era una Venezuela potencia, que sin eslogan publicitario, crecía, crecía y crecía…
Guayana, amada: de ríos caudalosos, de parques hermosos, de esperanza y de querencia, ya no eres la misma. Pregunté a las aguas del Orinoco, ¿qué han hecho de ti, Guayana, una región moribunda, donde los fantasmas chinos se han adueñado de todo, o mejor dicho, de casi todo? Tú, Orinoco de aguas silenciosas y tristes, no puedes responder, pues, te has quedado sin habla ante la barbarie que, gratuitamente, cayó sobre la geografía guayanesa. Tus aguas corren desoladas, deseando llegar al mar para desaparecer sin dejar historia.
Guayana, y ahora ¿qué haces?, sin tu CVG, pilar fundamental en tu historia. La luz huyó de tus avenidas, calles y puentes, quedando un rastro de penumbra a merced de la delincuencia. Murieron de muerte natural los hospitales de Ferrominera Orinoco, en El Pao, así como el de Puerto Ordaz, y el resto boquea sin medicamentos y sin médicos y enfermeras. La barbarie los dejó en el estelero, sin vida. Como dejaron también el Servicio Médico, ubicado en la propia sede de la CVG. Los semáforos se apagaron, sin dar paso a nadie, sólo a los fantasmas. La basura, regada por doquier, no conmueve a los burócratas, tal vez porque ellos huelen a basura. El trasporte que transita por tus autopistas, avenidas y calles, está sumido en un caos, donde nadie se responsabiliza por nada, y donde cada quien hace lo que le da la gana. Los miles de trabajadores acuden en marchas al edificio sede de la CVG, a llorar sus penas sin que ningún burócrata arribista los oiga. Una buena plantilla de importantes comercios bajaron su santa maría, cansados de esperar la reactivación económica, anunciada por el régimen, millones de veces.
Guayana, amada, ¿acaso queda algo por fuera? Sí, si queda. ¿Cómo están tus parques de un ayer pletórico de hermosura? Achicharrados por la indolencia. Y tras los parques quedan las voces apagadas de los habitantes de Ciudad Guayana, entera, y sus zonas de influencia: hombres, mujeres, jóvenes y niños, alzan vuelo hacia otros países, abandonándolo todo… ¿Y qué decir de los centros comerciales? Ah, caray, esta vaina esta buena. Esos lugares destinados para el consumismo, para comer y distraerse parecen unos cementerios. Unos cerrados, otros con estanterías vacías, y los pasillos parecen corredores fantasmales.
Lo más grave que acontece en Guayana, es la disgregación de la familia. Debido a la aguda crisis económica que vive el país, profesionales, técnicos y mano calificada se está yendo hacia otros países, en la búsqueda de un modo de vida mejor. Mientras tanto los burócratas de oídos sordos echan mano a lo poco que producen las empresas básicas. Se llenan los bolsillos y se van. Vienen sin nada y se van full. Preguntó: ¿Que han hecho con los museos, con el arte y la cultura? Han "matado" los periódicos, negándoles el papel. Las revistas se espantaron. La educación se debate entre ser y no ser. El deporte, bien gracias. Los clubes de esparcimiento luchan para no morir de mengua. El tan cacareado turismo se puede observar en el silencio de los aeropuertos, y en el lloro del Orinoco y El Caroní. En fin, por último, para no seguir con estas letanías de dolor, la calidad de vida del guayanés ha mermado lo suficiente como para ver hombres, mujeres y jóvenes envejecer prematuramente.
Y como si fuera poco, la "fiebre" del oro, un poco más al sur de Ciudad Guayana, se evidencia en la proliferación de mafias y bandas delictivas que, junto a policías y militares, ensangrientan las calles de Tumeremo y El Callao, y zonas adyacentes. No existe autoridad que ponga orden en el desorden más dañino para el medio ambiente de la región. Masacres tras masacres… Escándalos tras escándalos… Declaraciones tras declaraciones… Lamentos tras lamentos… En fin, un caos en medio de la riqueza que Dios nos dio.
AGREGADO:
¿Hay culpables de esta barbarie que ha sumido a Guayana en una terapia intensiva sin posible regreso? Claro que los hay. El primer chicharrón de este caos, es Hugo Chávez. ¿Por qué? Porque él nombró muchos presidentes de las Industrias Básicas, de la CVG y las empresas, en primer lugar. En segundo lugar, él inyectó muchos millones de bolívares y de dólares para la adecuación tecnológica de las empresas, y no se hizo seguimiento. Consecuencia: se robaron los dineros, sin pena ni gloria. El segundo culpable es el actual presidente, Nicolás Maduro, ya que ha tenido el mismo comportamiento de Chávez en lo concerniente a la CVG y a las empresas, en referencia. Y el tercer culpable ha sido el PSUV del estado Bolívar, ya que ha elegido a gobernadores y alcaldes arribistas, mediocres e indolentes ante los problemas de la región. Personas que no sienten la región como suya, por lo tanto no les duele y, por ende, nada hacen que no sea por sus propios intereses. Ahora, por arte de magia, están interesados en el sur del sur. ¿Por qué? Por el oro, por el Constan, entre otros minerales. Cuando acaben con todo, y sólo dejen un carapacho, se olvidarán y buscaran otro brote de riqueza para despilfarrarla, en nombre de la "revolución".
Teófilo Santaella: periodista, egresado de la UCV. Militar en situación de retiro. Ex prisionero de la isla del Burro en la década de los 60.