El fogón arde en el conuco de Ñango Marín

Desde el rancho de Ñango Marín, oía lo que por momentos, el viento que bajaba del cerro me traía. Era como un lamento hecho canto. El canto iba y venía porque el viento dejaba de soplar y no me permitía oír con claridad. Puse el oído en posición de captar mejor y supe entonces, que la cotorra Chucha recordaba por alguna razón a Fucho Suárez, que como gran arreglista del Quinteto Contrapunto, supo hacer con voces y un cuatro, una sinfónica con una sonoridad única. Chucha, por lo que creía oír, entonaba un canto de pilón.

Se asomaron recuerdos en mi memoria y vi a mi abuela Victoria en la cocina, que era el lugar donde siempre estaban nuestras abuelas. La recordé pidiéndome que fuera a la troja a buscar unas mazorcas que luego debía desgranar para que ella, con su trabajo nos hacía las arepas o unos pingos. El pingo era una telita muy delgada que llevaba un palito y uno se la comía tostadita, agarrándola por el palito. La arepa con cualquier cosa, sabía sabrosa. No porque estaba cocida en un fogón con leña. Tenerla en la boca tostadita y con ese sabor, era saber del trabajo y de ese esfuerzo que los abuelos hacían en sus conucos para asegurarnos la arepa. Era otro tipo de pobreza, si es que a esa dicha, puede calificarse de pobreza.

Mi otra abuela (Amaranta) tenía otra actividad para sacar adelante a su familia. Su conuco era una pequeña bodega donde vendía pescado, verduras, frutas y mataba cochino los domingos. Ese día, mi pueblo se volvía una fiesta porque era el día de comer carne, chicharrón, morcilla y frijol con cochino.

Desperté de los recuerdos y me dije: ¿Chucha pilando maíz? En Margarita ahora mismo, es tiempo de cachapa. Los conucos están verdecitos con el maíz tierno y listo para las cachapas. No es tiempo de pilar maíz para hacer arepas.

Sigo atenta al canto de Chucha y con mi primer santiguado del día bien caliente en un pocillo, camino hacia el pie del cerro que es donde se encontraba Chucha cantando.

Me voy acercando y ya el canto se me hace mas claro. Io, io...sopla duro ese fogón/Io, io...que Ñango lo pone arder/Io, io...en el monte hay mucha leña/y Ñango la va traer/Io, io ya me duele la cabeza/Io, io de tanto soplar el fogón/Io, io para asar una sardina/y dale a Ñango un arepón.

En el momento en que Chucha dejó de entonar el canto, trato de recordarle que la letra no es esa. Chucha, no es un canto de fogón, es canto de pilón. La letra es esta: Io, io, dale duro ese pilón/ io, io io/que acabe de romper/io, io/en el monte hay mucho palo/y papá lo sabe hacer.
No Mamanta, no me venga con una de un repite conmigo. Yo estoy haciendo un canto de fogón. El canto del pilón era cuando tú estabas chiquita, pero ahora, en vez de canto de pilón, vamos por estos cerros, ranchos y conucos a entonar cantos de fogón.

Ya están sincerando el precio y la bombona de gas. O sea Mamanta, el gas se venderá en dolar. El kilo costará 22 centavos de dólar y si aplicamos una de multiplicar, que es como suben los precios, la bombonita de gas, que supuestamente era del pueblo, costará 2 dólares y la pensión de Ñango Marín no llega a dos dólares.

Cuando suponíamos que el arroz con mantequilla cocinado en fogón tendría el sabor de majarete o de un pasticho, ahora la realidad vuelve a jugarnos otra cosa y esto nos tuerce la vida. Los huevos están por el cielo, el queso un poquito más arriba del cielo y ya no podemos comprar la bombonita por dos dólares y muchos no podrán saber, si en verdad, la comida preparada a leña queda más sabrosa porque no hay ni para las sardinas y el Clap por aquí ya lleva más tres meses desaparecido. Vamos hacia una huelga de hambre a juro.

Ahora Mamanta, hay mucha gente en Venezuela que no tiene ni lo uno ni lo otro y el fogón ardiendo para nada. Ñango Marín tiene su conuco y aquí con nuestras semillas y con el agua que cae del cielo y la que podemos aprovechar con los atrapaniebla, cosechamos ají, yuca, topocho, mamey, limón, cebollín, auyama y con eso hay para la papa.

Ñango le habla a las matas y esa conversa entre Ñango y ellas, también la llenas de emoción y es una manera de regarlas con mucho cariño. Las matas saben que son muy útiles y se empeñan en dar buenos frutos. El cariño que le damos en el conuco a las matas, es un muy buen abono. Ñango aprendió con Juancho Marcano, la técnica de hablar con las matas.

La gente pasa por el portachuelo y oye a Ñango hablar y dicen que está loco porque se lo pasa hablando solo. Nada de eso, Ñango se mete en franco y constructivo diálogo con la matas. Este diálogo de Ñango y las matas, no es como el diálogo del gobierno de la oposición. Ese no da frutos o los frutos lo reciben ellos. El Ñango y las matas es profundo y Ñango hasta chiste les cuenta. Las maticas gozan con los chistes de Ñango y se relajan.



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Amaranta Rojas


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