Costa Rica es una sociedad en crisis. Tal constatación
no tiene un ápice de novedad. ¿Acaso este capitalismo neoliberal mundializado no
es, en sí mismo, una crisis en plena y demencial evolución hacia el suicidio
colectivo? Puestas así las cosas, hay que admitir que rescatar esta comunidad
nuestra de su propio declive y descomposición, se vuelve tarea mucho más
complicada si para ello hay que bregar, además, con un contexto obsesivamente
volcado hacia la autodestrucción.
Y, por cierto, resulta preciso tener claro que, puestos en este marco, el TLC
con Estados Unidos tan solo vendría a radicalizar esas tendencias enfermizas,
que son las de una sociedad neoliberal que da valor absoluto al objetivo del
lucro, de donde resulta su desprecio generalizado por la vida. En primer lugar,
la vida de cada persona que, esencialmente, ha de ser el derecho a una vida
digna y, más allá, la vida de la naturaleza, la cual es -cosa evidente, aunque
no para el actual capitalismo global- condición necesaria para la existencia
humana misma.
El NO al TLC es la recuperación de la capacidad de soñar
Cuando decimos no al TLC, en realidad decimos no a esa devastación humana, moral
y ambiental que comporta este sistema mundializado y sus diversas versiones
nacionales, más o menos matizadas según sea el caso. De tal modo, el no contiene
una poderosa carga positiva: es la fuerza de la afirmación de la vida. La vida
humana y, desde luego (ya decíamos que no podría ser de otra forma) la de la
naturaleza. Esta fuerza afirmativa y de construcción es la que se manifiesta
-con multicolor vivacidad- en la riqueza estética, expresiva, organizativa e
intelectual del movimiento social del no. Y ahí, por cierto, está la semilla
desde la cual podría crecer la esperanza de una nueva Costa Rica que, junto a
otros esfuerzos similares, sean germen de cambio en un mundo que, a gritos, pide
alternativas frente a la globalización “sin alternativas”.
Soñemos un poco, que, al fin y al cabo, cuando la humanidad logró algún avance
positivo ha sido porque se atrevió a soñar. Pero soñemos con los pies en la
tierra y los ojos bien abiertos. Paso número uno del sueño: el TLC puede ser
derrotado.
Esto último sobre todo requiere tener en cuenta dos cosas. La primera: entender,
respetar y dar alas a la plural y libre heterogeneidad del movimiento del no. Es
un movimiento-red o, si se prefiere, una red de redes de movimientos. Nadie
debería pretender hegemonizarlo; tan solo intentarlo lo dañaría. Nadie debería
pretender imponer su punto de vista. Ello aniquilaría su pluralidad que, es
justamente, su mayor fuerza. La segunda: desde esa diversidad, este movimiento
debe hablar el lenguaje del pueblo y sentir y desear y necesitar lo que el
pueblo. Es decir, hay que saber remitirse al lenguaje históricamente distintivo
de este pueblo costarricense: el de la justicia social, la igualdad básica de
los seres humanos, la solidaridad, el derecho universal a una vida decente. Es
el lenguaje que el neoliberalismo ha querido destruir, y contra el cual se
siguen moviendo, intentando pulverizarlo, las enormes aspas ideológicos del
sistema. Es el lenguaje que hay que recuperar, reconstruir, depurar, reformular,
actualizar, potenciar y agrandar.
Segundo paso del sueño: esta pluralidad del movimiento-red del no es
intrínsecamente progresista. Resulta inclusive de izquierda, aún si muchos en el
movimiento no querrían admitirse como tales. La razón es simple: es un
movimiento que, en su heterogeneidad, está unido por una sensibilidad avanzada
ante los asuntos humanos, sociales, de minorías, de la naturaleza, políticos…Su
lógica fundamental es la de los derechos -en especial el derecho a una vida
digna- y por ello entra en colisión con el TLC, en cuanto este representa la
lógica de la exclusión sintetizada en el signo mercantil.
Tercer paso del sueño: este carácter progresista le confiere un enorme potencial
creativo. Cada manifestación callejera lo pone en evidencia:
red-de-movimientos-en-red que canta mil canciones con mil voces distintas y en
mil tonalidades diferentes. Propone un contraste radical con las legalidades
uniformes y las disciplinas monocromáticas de los TLC. También con el gris
estandarizado de los discursos neoliberales.
Cuarto paso del sueño: tan tremenda capacidad creativa ha de revertir en
propuestas concretas. Ante la exclusión de aquella gente a quienes se les niega
el derecho a tener esperanza: los niños y niñas de la calle; las y los
trabajadores del sexo; los habitantes de los tugurios; quienes duermen en las
aceras. Ante los desequilibrios económicos, los desbalances regionales, la
destrucción de los bosques, los ríos sucios y la basura en cada rincón citadino.
Ante la inseguridad en las calles, la violencia en las casas, la agresividad al
volante, las escuelas sin pupitres, los hospitales sin camas, las filas
interminables a la entrada de las clínicas de la Caja del Seguro Social.
También ante los bancos que evitan impuestos y especulan con el ahorro nacional
en sus fortalezas off-shore. Ante la renuncia al desarrollo que se vomita en los
excesos de los centros comerciales, los clubes exclusivos, los autos de
superlujo, los condominios de ensueño, las playas convertidos en residenciales
principescos para esparcimiento de acaudalados ciudadanos extranjeros (y algunos
nacionales). También ante el privilegio tributario y la solícita atención
oficial a favor de inversores extranjeros que usufructúan de una mano de obra
barata y calificada, sin dejar en el territorio nacional más que el pago de un
pequeño monto de salarios.
El TLC abre una sola perspectiva: la de la profundización de estas tendencias.
Entendamos la razón: esta es una crisis estructural, es decir, está inscrita en
los rasgos fundamentales de esta forma de vida en que estamos atrapados. El TLC
tan solo consolida esa estructura sistémica y, por ello, infunde nuevos impulsos
a las fuerzas destructivas que desde ahí se desatan.
Por eso el NO AL TLC posee un carácter poderosamente afirmativo. De propuesta,
construcción, renovación y cambio. Así, y bien entendido, derrotar el TLC es
sentar una primera piedra del proceso urgentísimo de reconstrucción humana y
social.
Reitero el cuarto paso del sueño: propuestas concretas. En lo que sigue,
delinearé algunas sugerencias.
Soñar con los pies en el suelo
Soñemos, pues, con una Costa Rica distinta. Sin tlc’s, que es como decir sin
playas privatizadas ni ríos convertidos en cloacas. Sin tanta violencia fuera y
dentro de las casas, ni tanta gente al borde de la desesperanza. Sin tanto
político ladrón que ayer La Nación encumbró -como hoy encumbra otros- para luego
(por razones que ellos sabrán) venir a despedazarlos con saña. En fin, que la
Costa Rica sin tlc’s debería ser un país humilde y respetuoso con la naturaleza,
generoso con el derecho a una vida digna para su gente, firme en sus raíces,
implacable con sus vicios y atavismos y abierto al mundo en dialogo respetuoso y
enriquecedor.
Primer paso, hemos dicho, es enterrar el TLC con Estados Unidos. Pero esta
debería ser una decisión consecuente. No es descartar este para, pusilánimes,
procurar otros “menos malos”. Es avanzar por el camino -empinado y difícil, sin
duda- de construir nuevas formas de relación: entre los estados, y entre éstos y
los capitales transnacionales, por un lado, y con los organismos
internacionales, por otro. También nuevas formas de acercamiento con el amplio
espectro de una sociedad civil que adquiere rostro mundializado, por medio de
los densos tejidos de las redes de movimientos sociales globales, de signo
democrático y progresista. Es trabajar, pues, por reformar -tan ampliamente como
sea posible- un orden mundial que, más que simplemente injusto, es
demencialmente autodestructivo.
A la base de esa búsqueda de alianzas renovadas y formas reconstruidas de
relación hacia fuera, debe haber, necesariamente, decisiones nacionales acerca
del tipo de desarrollo que queremos. Lo ilustro (solo lo ilustro) mediante
algunas preguntas básicas: ¿la prioridad es satisfacer los “requisitos” que
demanda la inversión trasnacional o las condiciones indispensables para que a
nadie se le niegue una vida digna? ¿Es deseable crecer al 6-7% concentrando la
riqueza y destruyendo la naturaleza o mejor hacerlo un punto o punto y medio por
encima del crecimiento poblacional, pero distribuyendo el producto y respetando
los equilibrios ecológicos? ¿Vale la pena aparentar felicidad atrapados en el
círculo infernal de un consumo obsesivo y despilfarrador o más nos aprovecharía
aprender a disfrutar con inteligencia, selectividad y sobriedad? ¿Continuaremos
con el engaño de creer que el desarrollo se “ve” en centros comerciales,
condominios y clubes exclusivos y enclaves de alta tecnología, o, más realistas
y serios, vamos a reconocer que el verdadero desarrollo asume formas mucho más
discretas y cercanas a la cotidianidad de personas y comunidades? ¿Vamos a
seguir chupando, con gesto embobado, el confitito de una democracia-careta,
empobrecida en su ritual electoral cuatrienal, o haremos que la democracia sea
derecho y responsabilidad del día a día, directamente depositada en las manos de
los hombres y mujeres que conformamos esta nación?
Y que no se entienda en lo anterior, lo que ahí no se dice. No se sugiere
cerrarse a la inversión extranjera ni al comercio internacional. Se propone
colocarlos en el lugar que les corresponde: como medios subordinados a fines
superiores y no como fines de por sí. Enfaticemos que la gran mentirota
neoliberal -TLC incluido- se sintetiza en su opción política-ideológica que hace
del comercio y las inversiones objetivos autosuficientes. Lo mismo dicen de la
propiedad privada, cuando, en realidad, ésta no tiene justificación ética ni
legitimidad moral, de no estar subordinada a los derechos y la dignidad humanas,
el bien social y el respeto a la vida de la naturaleza.
Clarificados estos asuntos fundamentales, en relación con las modalidades de
desarrollo que queremos y las formas de nuestra incorporación y vinculación con
el mundo, el abanico de posibilidades que se abre es amplísimo. Mucho que
reformar, reformular, sanear, crear…inventar. Aquí se hace manifiesto el
carácter reaccionario y conservador de la opción neoliberal y pro-TLC. Porque
comporta la permanencia y profundización de las tendencias autodestructivas
actualmente en curso. En cambio, como he dicho, el NO está dotado de una
poderosa carga creativa: es la búsqueda de alternativas que nos preserven del
desastre y nos permitan reconstruir nuestras vidas.
Para ilustrarlo -y sin pretender, ni de lejos, ser exhaustivo- planteo el tema
de la reformulación de las modalidades de desarrollo del país. Esto, a su vez,
comporta una gama variada de problemas y asuntos que no voy a enumerar aquí.
Siempre con afán puramente ilustrativo, cito cuatro que, a su vez, simplifico
expresándolos como alternativas polares: 1) seguir con un sistema financiero
sesgado hacia lo especulativo o, en cambio, reorientarlo hacia el fomento al
desarrollo; 2) continuar creyéndonos la cantinela acerca de la presunta
“generación” (harto discutible, según lo vemos) de empleos en grandes
transnacionales, o mejor preocuparse por el desarrollo de una amplia base de
pequeñas y medianas empresas -inclusive empresas cooperativas y asociativas- de
capital nacional, que distribuyan propiedad y generan mucho más empleos; 3)
apostar por un crecimiento turístico basado en hoteles-enclave de lujo e
inaccesibles condominios de propiedad extranjera, o enfatizar el desarrollo de
una amplia y distribuida red de pequeños hotelitos que se integren
respetuosamente con la naturaleza, redistribuyan ingresos en las comunidades
aledañas y den acceso al turista nacional; 4) permitir que continúe la
proliferación anárquica de universidades que reparten títulos devaluados, u
optar por un sistema educativo que genere oportunidades de formación en
distintos niveles y con diversas salidas y calificaciones, en cuya cúspide se
ubicará un sistema universitario de alto rigor académico y diversificada y
pujante actividad investigativa.
Para ilustrar un poco más, me refiero -casi al azar- al sistema financiero. Hoy
este funciona cobijado por diversos privilegios tributarios, desde sus
ubicaciones off-shore hace del escaso ahorro nacional perverso instrumento de
enriquecimiento especulativo, y a lo interno promueve el consumismo y el
despilfarro. Admitámoslo: esto es parte de una corruptela de alcance global que
provoca grave daño a la humanidad. Aquí confluyen y se sintetizan los dos
ámbitos de acción que he citado: el de la búsqueda de nuevas relaciones
internacionales y globales, y el de reformulación institucional y normativa a lo
interno. Y en lo que a este último aspecto se refiere, se hace necesario
introducir reformas tributarias y regulatorias que desestimulen (y, si es del
caso, penalicen) la especulación, el desvío de ahorros hacia el extranjero y el
estímulo consumista y depredador que la banca propicia. En cambio, se favorecerá
la asignación del ahorro a usos productivos y de desarrollo, según objetivos de
justicia social, redistribución de la riqueza, protección ambiental,
modernización económica y desarrollo de la productividad. Todo esto, por cierto,
es posiblemente menos rentable desde el punto de vista privado y según la típica
visión de corto plazo. Pero con seguridad es mucho más beneficioso -en el
mediano y largo plazo- para la sociedad en su conjunto.