Me pareció excelente el extenso artículo de Luigino Bracci “¿Puede el chavismo recuperar la clase media?” (https://www.aporrea.org/ideologia/a240385.html). Todas y cada una de las cuestiones que plantea merece un tratamiento especial de grandes consecuencias teóricas y políticas. Es importante, por ejemplo, esa distinción que hace Bracci en el seno del efectivo de masas del chavismo, entre una adhesión determinada por una formación política de izquierda (en sus diversas tradiciones) y un chavismo, digamos, emotivo, afectivo, agregaríamos nosotros, devocional, carismático, si no religioso. Creo que es importante porque eso permit4e, a su vez, distinguir un discurso dirigido a manipular emociones, del que se dirige a un razonamiento lógico, inteligente, que es el que deberíamos procurar. Por otra parte, es bien interesante el señalamiento de lo que pudiéramos llamar una especie de “habladuría marxista chimbo-chavista” (más vulgar que el vulgar marxismo soviético o chino, difundido entre los militantes de los 60 y 70, en manuales mal leídos y menos discutidos) que guía mucha propaganda y agitación del Partido-gobierno-militares: la pobreza de sus definiciones acerca de las clases sociales, los razonamiento ultra-simplificadores, la repetición teatral de clichés y rituales vacíos de apariencias revolucionarias, etc.
Me detendré por ahora en el tema de la clase media. De nuevo, remito al lector interesado al artículo de Bracci, que constituye un llamado muy conveniente y pertinente a la rigurosidad conceptual y política, como solución a un primitivismo político lamentable. Distingue Bracci entre, por una parte, la pequeña y mediana burguesía, es decir, los propietarios de pequeñas o medianas empresas, comerciales o productivas, algunos con empleados a su cargo, respecto de los profesionales asalariados o independientes, los funcionarios estatales a diversos niveles, los maestros, los profesores universitarios, etc. Otra distinción importante, por sus consecuencias políticas, es relativa a la edad: los jóvenes recién graduados, los viejos y ancianos, etc. Esto es relevante por cuanto de acuerdo a su edad se puede inferir su experiencia de vida y sus expectativas y necesidades: de vivienda, de servicios médicos, de atención, etc. Igualmente observa Bracci las distinciones referidas a si son hijos de inmigrantes, y en qué generación.
El error de bulto de la habladuría chimbo-chavista es meter toda esa diversidad social, cultural incluso, en el saco único de un solo segmento social, al cual se le ve con desdén y hasta hostilidad. Es cierto que de ese segmento proviene la “carne de cañón” de las cada vez más escuálidas movilizaciones de los escuálidos. Pero ocurre que los criterios mínimos para una ubicación de clase son olvidados (digamos que son más bien desconocidos por ignorancia pura y dura), y son sustituidos por una afectividad negativa (o sea, desprecio, rabia, odio), determinada por la lógica despiadada de la polarización política. Incluso, vagamente se utiliza el criterio de establecer el sitio donde se vive como criterio de ubicación de clase, tapando el hecho de que en los barrios hay pequeños propietarios y hasta profesionales graduados (más, si consideramos la expansión neta de la matrícula universitaria en estos 17 años), y en las zonas “clase media” abundan los asalariados y, en general, si usamos el criterio de los ingresos, cantidad de “pela bolas”. Aquí podríamos recurrir, en apoyo a Bracci, aquel sabido dictamen de Fidel Castro, de que en Venezuela no se debe hacer equivaler la votación de la oposición a la cantidad de oligarcas. Efectivamente, no hay tantos oligarcas en el país. Por cierto, tampoco nuestra clase obrera (y nuestra burguesía) es como la de la época de Marx, ni tampoco la del tiempo de Lenin. Habría que dedicarle una consideración especial en otro artículo.
Una cosa lleva a la otra. Los resentimientos sociales, manipulados por cierta retórica chimbo-chavista pseudomarxista, llevan a esta estigmatización de la mal llamada “clase media”. La emocionalidad chavista, ese chavismo que se basa única y fundamentalmente en sentimientos y pasiones, no está para categorizaciones más o menos detalladas. Por eso se conforma con rituales, frases hechas, vibrantes condenas, simplificaciones jocosas. Así, a la clase media se le atribuyen todas las sombra que proyectamos en nuestro “lado oscuro” emocional. Así, la clase media tendría cantidad de prejuicios racistas, clasistas; incluso reacciones emocionales también negativas, que alguien pudiera muy bien traducir como “fascistas” porque refieren imágenes de gran violencia. No dudo, y los he visto y oído, que haya seres racistas, pro invasión norteamericana, clasistas, fascistas en toda la extensión de la palabra. Pero esos son individuos que gritan mucho, pero no son tantos.
Llama la atención que, en contraste, como opuesto a esta vilipendiada clase media, esté, entonces, el “pueblo”, identificado principalmente por su sitio de vivienda, su fenotipo (color de piel, grueso de labios y nariz, tipo de cabello) en una especie de racismo inverso, pero sobre todo por su disposición a moverse a cualquier movilización cada vez que los arrea el Partido, el jefe del CLAP correspondiente, el efectivo del FFM y homólogos de la burocracia partidista-estatal. El “pueblo” para el burócrata que se desgañita diciendo consignas terminantes, es esa barra de aplaudidores. Lo demás son “enemigos del pueblo”, que se alinearon con el “enemigo principal”.
Todo eso es signo de degradación, por supuesto: del marxismo, del chavismo, de la cultura y de la inteligencia. Todo eso es un elogio de la oscuridad y la confusión; es burda manipulación de las peores emociones. Es olvidar que Chávez en su momento tuvo muchas decisiones en función de las aspiraciones de esa clase media (contra la “cuota-balón”, las facilidades compra de vehículos, becas, entre otras cosas), porque, hablemos claro, la visión chavista (o sea, de Chávez) de la “buena vida”, del “vivir viviendo”, que nada tiene que ver con el Sumak Kawsai aimara, y sí con las expectativas de consumo de cualquier clase media: vivienda amplia, servicios completos, electrodomésticos, vehículos propios, vacaciones en lugares agradables, y cosa por el estilo.
Por cierto: ¿a cuál clase pertenecen los políticos profesionales, los militares y los funcionarios del estado, incluidos los de arriba, los de abajo y los del medio? ¡Bingo! ¡Por supuesto que son también de la clase media!