Es tan amplia la difusión de las ideas capitalistas acerca de la
propiedad intelectual, que tal como se conoce hoy, garantiza a las
corporaciones despojar a autores, autoras, inventores, etc. de todo
derecho y toda garantía con la idea de que los creadores son seres
etéreos que viven del aire y que no se preocupan por los asuntos
materiales; pero esas mismas corporaciones, a las producciones
intelectuales y artísticas que se apropian, les colocan los candados
de las patentes y los "derechos de autor" para restringir el acceso a
las grandes mayorías de la población, a menos que paguen. Cobro de
peaje, pues, a menos que lo quieran llamar "derechos" y "licencias".
El malandreo transnacional de las producciones intelectuales y
artísticas es tal, que sus riquezas crecen grandemente, en tanto que
los artistas y creadores con frecuencia tienen que vivir de otra cosa
porque la minúscula parte que le toca (cuando le toca) es irrisoria, y
al pueblo del mundo no sólo se le restringe el acceso sino que hasta
hay leyes antipiratería y se criminaliza el acceso a toda obra cuando
no se ha bajado de la mula con las corporaciones. En el caso de las
patentes de los medicamentos la situación es descaradamente inhumana.
En Venezuela estamos en pleno proceso de transformaciones, y se han
hecho intentos de transformar nuestra legislación para beneficiar a la
mayoría. Se supone, por ejemplo, que toda la administración pública a
estas alturas debería estar utilizando software libre; se supone que
las leyes de patentes y derechos de autor, que ya llevan cinco años
engavetadas, deberían estar discutidas por el público y sancionadas de
manera que en vez de servir a las grandes corporaciones, como las
actuales, sirvan para estimular la creación de todo tipo de obras,
provocar una explosión de nuevas tecnologías y también, por otro lado,
abrir al pueblo todos los derechos de acceso a las producciones
culturales, dejando a salvo sólo el derecho de los autores y las
autoras a la remuneración por su trabajo. Urge eliminar los
intermediarios de la cultura y la ciencia, que se chupan la sangre de
todo el mundo.
Todo se ha retardado tanto que podríamos pensar que las empresas han
hecho grandes actos de magia para congelar la situación. Cada día que
comienza, se levanta el Sol y esa legislación no se ha transformado;
es una victoria más para esas empresas. Espero que con la
administración Jumersi La Rosa en el SAPI, una mujer proactiva y de
mentalidad revolucionaria, eso se mueva por fin ya que, desde la
salida de Eduardo Samán de esa institución, cayó en la absoluta
inmovilidad.
Por otro lado, cuesta pensar que las transnacionales de la cultura no
han invertido sus buenos dólares en ciertos funcionarios de nuestro
gobierno bolivariano para lograr que ese status quo permanezca. A
menos que estuviéramos en un mundo paralelo donde el capitalismo no
invierta nada y salga beneficiado de todas maneras. Ante esa
situación, la Revolución tiene que Revisar su actuación, Rectificar
los errores que se hayan cometido y Reimpulsar la transformación.
andrea.coa@gmail.com