“Así, pues, mediante el trabajo enajenado crea el trabajador la relación de este trabajo con un hombre que está fuera del trabajo y le es extraño. La relación del trabajador con el trabajo engendra la relación de éste con el del capitalista o como quiera llamarse al patrono del trabajo. La propiedad privada es, pues, el producto, el resultado, la consecuencia necesaria del trabajo enajenado, de la relación externa del trabajador con la naturaleza y consigo mismo.”
Manuscritos Económicos y Filosóficos de 1844. Carlos Marx
De cierto en la homologación conceptual de Proudhon, las críticas que ha recibido por más de un siglo, desde todos los puntos de vista, nos permite de igual forma decir que la Propiedad Intelectual es un robo del conocimiento que ha producido la humanidad por parte de unos pocos. Así, lo consideran numerosas organizaciones que trabajan en la búsqueda por poner un freno a la voracidad de las corporaciones globalizadas que se apoderan, por medio de patentes, de la apropiación de especies vegetales ancestrales, genomas humanos, iconos religiosos y manifestaciones culturales en las que confluye el trabajo, muchas veces gratuito y desinteresado, de muchos seres humanos a lo largo de generaciones. La desmedida ambición de los emporios corporativos: electrónicos, computacionales, farmacéuticos, petroleros, culturales, etc., por nombrar de manera general lo más destacado ha dado una inesperada vigencia al pensamiento de Proudhon, quien desde la tumba sigue increpando con una candidez brutal a las trasnacionales: ¿Quiénes son ellos para quitarle a la humanidad el conocimiento creado por los pueblos y la cultura que produce sus tradiciones?
En contraparte de la definición que podamos llegar por lo anteriormente dicho, queda en el ambiente el dilema: ¿Proteger o expoliar? Y a esto se agregan términos como Derechos de Propiedad Intelectual (DPI), Patentes, El Acuerdo de la OMC sobre los Aspectos de los Derechos de Propiedad Intelectual relacionados con el Comercio (ADPIC) o similares que suenan, en primera instancia, aburridas cuestiones técnicas, o discusiones de expertos asépticos en lujosas oficinas empresariales o públicas, con escasísimo, por no decir nulo, interés político sobre esos temas. Pero, como muestra Vandana Shiva (VS) documentadamente, si afinamos el oído, si prestamos mayor atención al tema desarrollado, la música suena muy distinta: las llamadas “nuevas ideas”, las tecnologías “de punta”, la identificación de genes, las manipulaciones de los organismos vivos que pueden poseer y explorar las transnacionales para obtener beneficios astronómicos son temas cruciales de nuestra época que afectan a toda la Humanidad y especialmente a las poblaciones del Primero, segundo, Tercer, Cuarto y todos los Mundo que puedan existir. La justa y supuestamente inocente “Protección Intelectual” se está transformando de un expolio empresarial-colonial, en una nueva forma de defensa que tiene una poderosa casta oligárquica internacional y desde la sombra dicta sus condiciones para seguir teniendo el control sobre los pueblos en el mundo.
Por supuesto, esto va por la apropiación (robo, hurto) del conocimiento que los ha favorecido, a lo largo de casi dos siglos, provocando una nueva organización del trabajo, que implementan de manera funcional para imponer en las grandes mayoría desposeídas, una cultura para la expoliación con nuevos patrones de acumulación del capital que encuentra en la producción del conocimiento un sustento inagotable de valor para la apropiación y el robo.
Para el Capitalismo en su fase neoliberal, ya en decadencia, el recurso estratégico estaba en las materias primas y el capital financiero, actualmente tiene como recurso inagotable todo el conocimiento acumulado por muchos siglos en las que fueron apropiándose hasta el presente de recursos claves e inagotables de valor para la codificación del conocimiento teórico (zeitgeit).
Esta caracterización nos lleva a resignificar el concepto de valor del trabajo, donde el valor de un bien o servicio no es ya el trabajo artesanal, científico o técnico, sino el conocimiento, el saber con el que se ha dotado y transformado al objeto.
Los grandes medios de producción son en la actualidad apoyados por la ciencia y la técnica. Es decir, todo el aparato cognoscitivo, el trabajo mental de la especie humana que está monopolizado por el capital privado, que Carlos Marx denominó esto como "el intelecto general”, habría que revaluarlo, en lo posible, como base para la generación de los medio de producción que permitan producir bienes y servicios necesarios para la humanidad.
El siglo XXI empezó sobre una apabullante concentración de riqueza en pocas manos, legalizada por las instituciones de Propiedad Intelectual, que afecta a los aborígenes de todos los pueblos del continente americano y a los consumidores de música en formatos digitales, a los seropositivos de Sudáfrica y a los oficinistas de la India, a los fieles mexicanos de la Virgen de Guadalupe y a los académicos venezolanos. El Imperio siempre emprende campañas, presiones y guerras para obligar a los miserables del Sur a respetar sus copyrights y los sumisos tecnócratas de este lado se hacen la vista gorda ante esas mafias que hacen inalcanzable esos productos creados por nuestras propias manos.
En tanto, los medios de comunicación (la televisión, la radio, las agencias de noticias, los diarios y revistas) conforman la cara más visible de las denominadas Industrias del Conocimiento, en cuya estructura se reproduce la relación de apropiación y acumulación de Conocimiento como capital, apoyada en una nueva organización del Trabajo Industrial.
Esa cara visible que resuelve la pluralidad en términos de cantidad
y diversidad de ofertas aparentes, abarca el denominado espacio público
y enlaza el complejo entramado de la sociedad, produciéndoles una realidad.
En este segmento, la actividad que debemos generar, aquellos que defendemos
el conocimiento que producen los pueblos debemos lograr que esa lucha
por el saber, adquiera no sólo una dimensión social, que relativiza
la idea de los medios de comunicación como meros instrumentos, sino
que debe abarcar una inédita dimensión económica, política, filosófica
y conceptualmente práctica.
Para la antropóloga y periodista Verónica Matta: “La apropiación
intelectual como forma de explotación ha superado al viejo capitalismo
en su capacidad para extraer ganancia del trabajo ajeno. Ya no basta
con el tiempo y las manos del trabajador. Lo que importa, ahora, es
su cabeza”.
Algunos trabajadores profesionales, técnicos, científicos, artistas
e intelectuales se han configurado en los nuevos integrantes de un extracto
social donde el conocimiento de toda la sociedad la convierte en la
vanguardia, para el capitalismo, de solo servicios sin tener que producir.
Y ese integrante, en un sentido amplio, esta nueva clase alienada que
produce mercancías simbólicas para el gran mercado capitalista impone
el robo del conocimiento que genera la humanidad.
Paralelamente, la tecnología exige de los trabajadores del pueblo una
constante capacitación que, en la mayoría de los casos, corre a cargo
suyo o por capacidad de organizarse. Su valor social como trabajadores
depende de su capacitación y formación en el uso de las tecnologías
para beneficios de toda la sociedad teniendo como sur: evitar en el
campo de la propiedad Intelectual el hurto de sus conocimientos necesarios
para producir las innovaciones que aceleren el paso hacia una sociedad
más justa.