Cómo se compra el sudor de las neuronas

El título estaba en Internet, sin camuflaje, directo, como si de una vergüenza humanística no se tratara: “Arrancará programa Rights Exchange FIL“. Textualmente comienza como sigue:
“Como parte de su actividad para incentivar la compra y venta de derechos del mercado hispanoamericano, la FIL, la única en la región que cuenta con un Salón de Derechos, guiará a los agentes y editores extranjeros en una exploración del mercado en América Latina”.
El evento neoliberal se desarrolla en México, paraíso de las transnacionales, con TLC firmado y todo, con un gobierno presto para reprimir al pueblo y la mayor mafia de narcotráfico después de Estados Unidos (el primero) y Colombia (el segundo).
Allí y ahora, están dadas las condiciones para que las corporaciones se quiten las máscaras y los leotardos y dancen en toda su asquerosa desnudez.

El programa compra de derechos de autor “arrancará este año la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, con la participación de 11 agencias y editoriales extranjeras para los derechos al mercado del libro en español”. Algo así como los mercados de esclavos tan en boga bajo las botas de los imperios europeos en siglos pasados. Están impulsando el “mercado de derechos” en español, específicamente en nuestro continente, y se van a reunir con editoriales de Argentina, Chile, Colombia, El Salvador, Guatemala, México, Panamá, Uruguay y Venezuela, y asisten “ 180 agentes de derechos de 19 países”.
Esa mafia encumbrada tiene hasta un “Salón de Derechos”, y “guiará a los agentes y editores extranjeros en una exploración del mercado en América Latina”. Participarán agencias de Estados Unidos, Francia, Italia, China, Turquía y editoriales gringas, israelíes, polacas y rumanas.

EL FONDO DE LA CUESTIÓN, QUE NO DEBEMOS OBVIAR, ES QUE LOS DERECHOS DE LOS AUTORES Y LAS AUTORAS SOBRE SUS OBRAS SON DERECHOS HUMANOS, consagrados como tal desde 1948 en la Declaración Universal de los Derechos humanos de una ONU que no era comunista ni muchísimo menos.
Pero con el transcurrir del tiempo y las empresas más grandes se hicieron transnacionales, compraron gobernantes, fabricaron funcionarios, crearon la OMPI y redactaron convenios internacionales de Derechos de Autor que son marco para que los países víctima, que firmaron esos acuerdos, redacten sus propias leyes sumisas. En esa misma medida lograron despojar los derechos de las creadoras y los creadores sobre sus obras artísticas y literarias, del carácter de Derechos Humanos, y los convirtieron en simples papeles negociables, algo así como letras de cambio o bonos al portador, que se pueden comprar y vender.
Hoy día, con la desfachatez que proporciona el poder económico, político y militar del imperio que los respalda y sus adulantes, abiertamente organizan un mercado libre de Derechos. No hablan de hacer negocios con la difusión de obras de arte, películas, espectáculos musicales ni libros, que no les interesan. Van tras los derechos de las autoras y los autores, van tras lo que verdaderamente beneficiaría a los artistas y creadores si no fueran cedidos por la fuerza del dinero en contratos de adhesión que elaboran los leguleyos al servicio de las corporaciones transnacionales.

LOS DUEÑOS DE LAS CORPORACIONES COMPRENDIERON QUE EN LA FASE TERMINAL DEL IMPERIALISMO, CUANDO TODO SE HA SUTILIZADO, LOS DERECHOS INTELECTUALES SON EL INSUMO MÁS IMPORTANTE PARA LOS DUEÑOS DE LOS MEDIOS DE PRODUCCIÓN, Y LA FORMA MÁS EFICIENTE DE EXPLOTAR A LAS TRABAJADORAS Y LOS TRABAJADORES DE ESTOS TIEMPOS.
El mismo advenimiento de la Internet, que dejó de ser instrumento de espionaje y fue lanzada al mundo como un instrumento formidable para ampliar “el mercado”, tropieza hoy con el elemento privativo, aunque, como todo el capitalismo, contiene en sí misma el germen de la socialización, por lo cual no ha podido impedir el surgimiento del movimiento de las tecnologías libres, que enterrará al software privativo y democratizará las comunicaciones como nunca antes.
Pero, para que eso ocurra, es menester que se materialicen cambios políticos y sociales, que no son ajenos a la situación política y militar conflictiva que vive nuestro planeta.

Es necesario que los pueblos vayan conquistando espacios en la legislación internacional de propiedad intelectual, que vayan más allá del reconocimiento de los derechos de la colectividad por medio de las excepciones y limitaciones de las leyes de Derechos de Autor que, no obstante ser un avance en relación al reaccionario poder omnímodo que ejercen las corporaciones, son sólo una leve fisura en el gran muro de la dominación intelectual.
Es lo que nos proponemos en Venezuela: Abrir un agujero en la inmensa represa del poder omnipotente del Supremo Copyright, para que por allí la misma fuerza de los pueblos vaya desmoronando un poder que hasta hace poco se consideraba imposible de desafiar pero que, merced a los avances políticos que han tenido los pueblos del Sur y a la decadencia que ha iniciado el poder del Imperio gringo desde el autoatentado del 11 de septiembre del 2001, que derribó las Torres Gemelas y tocó otros símbolos de su poder; demostró que no hay fortalezas inexpugnables.

Ni siquiera en el mismo corazón del Imperio, que porta el germen de su autodestrucción.



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Andrea Coa


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