Los comunistas vs la propiedad intelectual

Hace unos once años tuve la oportunidad de hablar con Arturo Cardozo, conocido historiador, profesor universitario jubilado, escritor comunista que había archivado sus diplomas, no le gustaba que le dijeran doctor y había escrito una amena Historia Contemporánea de Venezuela, tan digna de ser leída, como digno de ser escuchado era Arturo, el hombre alto y corpulento, cuya cabeza estaba coronada por una blanca e hirsuta cabellera que daba testimonio de su octogenaria dignidad.

_No me importan los derechos de autor -me dijo Arturo- A mí lo que me interesa es que la gente lea mis obras. Si alguien las copia y gana mucha plata, mejor. Un libro no se escribe para uno solo.

Esa era la posición del honorable escritor comunista, cuya oficina estaba en un edificio de la esquina de Cipreses. Y así era Cardozo, quien vivía solo, pero siempre rodeado de jóvenes deseosos de aprender de él y aprovechar su biblioteca, que ocupaba todo el apartamento, la cual donó a diversas instituciones antes de fallecer. Me consta que esta biblioteca, junto con la fonoteca que poseía Arturo Cardozo, era un auténtico instrumento público socialista, mantenida por él mismo y puesta a la orden de todos. Lo único que exigía el camarada era que pusiéramos los volúmenes en el mismo lugar donde los habíamos encontrado.

Y ese es el auténtico espíritu comunista: De cada quien según su capacidad, a cada quien su necesidad.

Recordé al camarada Cardozo a propósito de la protesta de unos presuntos comunistas en Moscú, que chillaron porque los contenidos de la película Avatar del gringo James Cameron, supuestamente, habían sido robados de los archivos cinematográficos de la extinta Unión Soviética. Y no es que yo esté de parte de los magnates de Hollywood, su Motion Pictures y su colonización cinematográfica, que en nuestro país sigue siendo aviesa y privilegiada.

Hasta que vi Avatar, no había encontrado una película gringa decente, en la cual toda la tecnología y los efectos especiales estuvieran al servicio de un argumento en el cual los pueblos vencen. Y el final, en que el espíritu del planeta ordena a todos los seres vivientes atacar a los invasores, me recuerda mi poema Cuando Vengan Los Marines, en el cual todas las fuerzas telúricas se ponen al servicio de la lucha contra los ocupantes imperialistas. Suena lógico que proviniera de fuentes soviéticas.

No soy quién para juzgar las intenciones de Cameron, que al fin y al cabo es un tipo dado a hacer mucho dinero con sus producciones cinematográficas, y forma parte de la oligarquía transnacional del entretenimiento. Lo cierto es que en esta película se sigue el mismo espíritu que animaba la saga La Guerra de las Galaxias, en la cual los pueblos más humildes, que no cuentan con tecnología de punta, por medio del ingenio y utilizando los recursos con que cuentan en su entorno, logran derrotar al Imperio todopoderoso. Es interesante lo que decía el robot traductor CP3U, que había olvidado el lenguaje de ese planeta primitivo, pero era necesario aprenderlo para comunicarse con los únicos que podían combatir al Imperio, estando los rebeldes prácticamente perdidos en un mundo boscoso.

Lo impopular de la saga citada, fue el nombre dado a los héroes: Los jedi o yedai, que suena como judíos, no porque sea antisemita sino porque los sionistas, con la debilidad que tienen por el genocidio y su falta de solidaridad humana, han hecho caer sobre los partidarios de la antigua y respetable religión judía, la miasma de su conducta carnicera. Y he oído a muchas personas decir lo mismo: Que por medio del cine, intentan poner como héroes a los depredadores que gobiernan el país artificial conocido como Israel.

En cuanto a Cameron, es muy bueno que haya hecho una película con contenido, que otorga el triunfo al pueblo, y que presenta a los imperialistas como lo que son: saqueadores de recursos naturales que no tienen el menor respeto por la vida de los pueblos, que utilizan el engaño, la trácala y, cuando no les funciona, utilizan el genocidio y la destrucción de la naturaleza, sin ningún límite.

Lo que no es propio de los comunistas, es la defensa de LA PROPIEDAD INTELECTUAL, que ES UN HECHO ESPECÍFICA Y COMPLETAMENTE CAPITALISTA. La propiedad intelectual, y los derechos de autor en concreto, son la concreción de la política mercantilista de convertirlo todo: las ideas, los sentimientos, las artes, hasta la fe, en mercancías que se venden; pero que no puedes disponer de ellas (prestarla, donarla, mostrarla a tus amigos) porque, a pesar de que las compraste, no son tuyas. Es la explotación potenciada de los tiempos neoliberales. En el ámbito de los derechos culturales el copy left, el “software libre”, el p2p, en fin, el compartir, es de esencia socialista, en tanto que el copyright, conocido como “derechos de autor”, que restringe el acceso a la cultura para que un puñado de ricos haga más dinero, es un instrumento netamente imperialista.


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Andrea Coa


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