El siglo XX estuvo lleno de importantes victorias para las fuerzas revolucionarias en el mundo, en 1.917 triunfa la revolución bolchevique en Rusia y en 1948 triunfa el socialismo frente al colonialismo japonés en la parte norte de la península coreana, un año después surge la República Popular China y en 1959 triunfa la gloriosa revolución cubana, ya en los años 60 el imperialismo sufre directamente una aplastante derrota militar y política a manos de las fuerzas comunistas de Ho Chi Minh en Vietnam sin contar los importantes procesos de liberación nacional abiertos en África y otras partes del mundo.
Sin embargo, no podemos dejar de estudiar y reconocer que igualmente muchos de estos procesos sufrieron reveses lo cual beneficia al imperialismo norteamericano, especialmente la “caída” de la Unión Soviética (tampoco es menos cierto que la mayoría de los procesos socialistas que mencionamos arriba se mantienen en pie a pesar de los bloqueos, sabotajes criminales, etc.). La caída de la Unión Soviética significó un proceso de reflujo para las fuerzas revolucionarias en todo el mundo, tan duro fue el golpe que muchos apologistas del capital, extasiados por la aparente victoria, se atrevieron a vaticinar el fin de la historia; es decir de las ideologías. Tanto fue la embriaguez por el “incontenible” avance de las fuerzas del capital y la dominación, que una vez caído el muro del Berlín y posteriormente la URSS se llegó a pensar inclusive en la desaparición eterna del socialismo como planteamiento de liberación de los pueblos; parece que olvidaron los imperialistas que un proceso político puede caer por muchos factores los cuales no están directamente asociados a la vigencia y pertinencia histórica de los planteamientos científicos, sociales e incluso morales que lo sustentan.
Y ha sido precisamente América Latina, región golpeada inmisericordemente por el neoliberalismo y por el saqueo de sus riquezas naturales, la región que ha dado nuevamente aliento e impulso al planteamiento de la liberación nacional y al debate sobre la necesidad de la superación dialéctica del injusto modo de producción capitalista a finales del siglo pasado y comienzo del siglo XXI; y dentro del concierto de naciones latinoamericanas ha sido Venezuela el puntal de este importante proceso.
Hoy, cuando el imperialismo se sabe amenazado, utiliza su dictadura militar global como mecanismo de sometimiento, amenaza no solo a Irán (dónde no hay precisamente un gobierno socialista pero sí un aliado en la lucha contra la hegemonía norteamericana), o a Corea del Norte sino a la humanidad entera al colocarnos, como nos lo advierte el Comandante Fidel, al borde de una guerra nuclear. En nuestro continente avanzan sus planes militares contra Venezuela, Nicaragua, Bolivia, Ecuador y Cuba, ya sabemos lo que hicieron, con la participación cómplice del congreso nacional de esa nación, en Honduras.
Por eso cuando las fuerzas imperiales se muestran en plan agresor ante el avance de las banderas de la liberación nacional y del planteamiento socialista, el pueblo no puede vacilar, más allá de errores importantes y junto a los maravillosos logros y aciertos, debemos todos los revolucionarios y todas las revolucionarias de Venezuela ponernos al lado del proceso bolivariano; eso sí, dando un amplio debate contra los vicios presentes en muchas instituciones, contra tergiversaciones teóricas y prácticas que en nada ayudan a la construcción socialista, contra la falta de mayores controles en la planificación y ejecución económica pero comprendiendo a cabalidad que nos estamos jugando el futuro de la patria y de la humanidad. El imperio contraataca, defendamos la revolución profundizándola.
*Militante del PCV
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