Entre golpe y elecciones, la oposición prefiere golpe, para mandar sin restricciones. Hay demasiados indicios como para intentar enumerarlos aquí. Diré solo algunos.
Jamás anuncian que reconocerán los resultados electorales, lo que implica que si pierden, arrebatan. Por eso desataron el racismo que reprimieron más o menos desde la Federación, pues, si van a llegar a garrotazos, ya no les interesan los votos de un pueblo feliz y mayoritariamente mestizo.
Pero imagínalos en el poder. Sería el camino más corto a una guerra civil, encubierta o de la otra. Uno de sus problemas es no saber posponer las gratificaciones. Llegan al cumpleaños y le meten el dedo a la torta. O sea, como se comportaron en abril de 2002, que por eso fue que cayeron tan rápido, por avorazados. Es decir, eliminarían las misiones, impondrían un paquete neoliberal que ríete de Grecia o del mismísimo que generó el Caracazo, crédito indexado, cuota balón y demás rapiñas.
No habría espacio para disidencia ni protesta algunas, como lo demostraron en las pocas horas en que gobernaron durante el Golpe de 2002 y la conducta insolente que tuvieron apenas ganaron en 2008 los alcaldes y gobernadores de oposición. Ya lo dijo Carlos Fernández cuando le preguntaron qué hacer si el pueblo llegare a salir a protestar por un golpe: “De eso se encargará el ejército”. Es decir, el ejército apátrida que la oposición echa de menos; no el que existe.
El libre cambio neoliberal nos dejaría sin divisas ni para comprar comida, pues la burguesía apátrida rasparía la olla.
El poder de los medios sería omnímodo, absoluto, totalitario, autocrático. No habría apelación posible. Su única restricción sería la Embajada que ya sabes. Y tal vez ni eso porque de repente se les pretenderían alzar a los yanquis para cogerse todo, sin acordarse de lo que el Imperio hizo con sus antiguos socios Manuel Antonio Noriega y Saddam Husseín y quién sabe si con Álvaro Uribe y Ricardo Martinelli de Panamá. Los yanquis son unos amos muy nerviosos.
La matanza sería como la que comenzaron el 11 de abril de 2002: persecución, asesinatos, torturas, etc. Aunque nada permite suponer que los bolivarianos se dejarían así nomás. Pero como no tienen límites para sus deseos, seguirían adelante, como declaró el 12 de abril de 2002 uno de los faros de la IV República, Ramón Escobar Salom, cuando le dijeron que el entonces gobernador Ronald Blanco La Cruz no aceptaba el gobiernito de Carmona: “¡Hay que someterlo por la fuerza y arrestarlo!”.
Ya ves cómo candidatean y exaltan a los asesinos de Llaguno y demás truhanes, ladrones, zascandiles, pícaros, belitres, bellacos, borrachines, malandros, vendepatrias. Míralos. No tienen currículo sino prontuario.
Porque no estamos ante una inercia democrática en que hoy gana uno y mañana su contrario y el que pierde espera pacientemente que el otro termine su período. Aquí estamos bajo la acechanza permanente de una fiera depredadora, que desvía marchas, organiza golpes, paros, guarimbas, paramilitares, asesina fiscales, importa terroristas, pone bombas, fomenta curas pederastas y por eso va a perder el 26 de setiembre.
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