Resplandores nucleares en el Atlantico Sur (III)

Hacia 1985 comenzó en Sudáfrica una crisis que no sólo era económica sino que abarcaba todos los ámbitos de la vida nacional. Gran parte de los recursos del Estado se habían gastado en armas, en la guerra de Angola, en otras operaciones militares y de seguridad, en proyectos ambiciosos para convertirse en potencia nuclear, en malversaciones de políticos corruptos y en reasentamientos forzados de poblaciones no blancas. El país sufría, además, los efectos de la fuerte sequía que tuvo lugar entre 1982 y 1984. El gobierno declaró el estado de emergencia (que duraría hasta 1990) y se practicaron detenciones en masa. Cada vez eran más frecuentes los disturbios en los distritos segregados. Todos los efectivos de la policía y el ejército se encontraban en estado permanente de alerta y la más brutal represión sólo conseguía aumentar la resistencia.
 
El precio del oro comenzó a caer en forma continua y con él la tasa de crecimiento. En junio de 1985, el Congreso Nacional Africano (ANC) celebró una conferencia en Kabwe, Zambia, en la cual lanzó la consigna de “hacer el país ingobernable”, aunque en realidad ya lo era. En su desesperación, Pretoria incrementó los ataques por tierra y aire contra campamentos del ANC en Botswana y Zambia y contra campamentos de la Organización Popular de Africa del Sudoeste (SWAPO) en Angola, y los asesinatos de dirigentes de los movimientos de liberación en el exilio.
 
La guerra de Angola y el desatino estratégico de retener a Namibia fueron, durante más de una década, una sangría constante de recursos humanos y económicos y con efectos psicológicos devastadores en la población blanca, muy sensible a las bajas mortales del otrora invencible ejército racista. “Una nube mortecina de pesimismo represivo se cernía sobre el país y su economía estancada” (1).
 
No obstante, asistida por Israel, con una poderosa maquinaria militar, y con armas nucleares a su disposición, Sudáfrica era capaz de tomar acciones de incalculables consecuencias y con potencial suficiente para desatar un nuevo conflicto mundial. Es aplicable aquí el “carácter transitivo” de las matemáticas. Estados Unidos proporcionó a Israel ayuda militar por $1.3 billones en el año 1987 sin contar la ayuda en otros campos (2) y, a su vez, mediante multimillonarios contratos, Israel suministró armas y tecnología nuclear a Sudáfrica (sin contar la ayuda directa de la CIA a Jonas Savimbi y Holden Roberto). Tendríamos que hablar en realidad de un contubernio Estados Unidos-Israel-Sudáfrica o ayuda de Estados Unidos a Sudáfrica a través de Israel.
 
 Justo es consignar sin embargo, que la mayor parte del pueblo israelí y de la comunidad judía internacional, por razones morales y religiosas, condenaba el apartheid. Más de una vez se alzaron voces en el “Knesset” o parlamento, frente a los halcones del Likud, recordando que Israel fue fundado por víctimas de una doctrina racista nazi que sostenía el absurdo de una raza aria superior. Lamentablemente, no eran éstas las personas que tomaban la decisiones. Por otra parte, Israel se había convertido en rehén de su propia política. Los contratos billonarios con Sudáfrica proporcionaban empleo a miles de trabajadores israelíes y llegaron a considerarse imprescindibles para sostener el desarrollo económico del país.
 
A pesar de que habían transcurrido ya alrededor de doce años de guerra, la moral de los cubanos en ambos lados del océano se mantenía muy alta. Por cada soldado en Angola había cien más en la Isla esperando con entusiasmo la oportunidad para cumplir su misión internacionalista. Fue ésta una de dos razones que determinaron la rotación frecuente del personal cubano en Angola. La segunda tuvo carácter estratégico: fortalecer las Fuerzas Armadas con el mayor número posible de soldados y oficiales con experiencia directa en el combate.
 
En 1987 el régimen del apartheid no tenía salida política alguna y comenzó a poner en marcha la opción nuclear. El gobierno de Botha ordenó a ARMSCOR reacondicionar el sitio de Vastrap en Kalahari para realizar una prueba nuclear. Nuevamente, los trabajos fueron detectados por los satélites de observación, pero esta vez ningún embajador soviético fue a golpear en las puertas de la Casa Blanca. Había comenzado la etapa Gorbachov y la URSS comenzaba a rendir sus banderas. Tampoco hubo reacción por parte de Estados Unidos, que deseaba -como prueban los Documentos de Santa Fe- que Cuba recibiese un duro “castigo”.
 
Cuando, en ese año, Sudáfrica invade nueva y masivamente Angola, había logrado fabricar seis bombas atómicas y una séptima sin completar, de acuerdo a la opinión de los expertos. Restando el prototipo, que no reunía las especificaciones de seguridad para un lanzamiento, se puede afirmar que Sudáfrica poseía no menos de 5 bombas A U-235, cada una con un poder destructor similar a la de Hiroshima. Para su lanzamiento, Sudáfrica poseía dos tipos de bombarderos, El Bucaneer y el Canberra B-12, preferiblemente el segundo debido a su más amplio radio de acción y su vuelo a mayor altitud.
 
Desde 1980, Sudáfrica venía trabajando –con ayuda israelí- en el desarrollo de misiles de alcance medio y el gobierno encargó a los científicos de ARMSCOR la fabricación de cabezas nucleares para los nuevos misiles (3). Se sabe de una prueba exitosa el 5 de julio de 1989 (4), pero no se conoce a ciencia cierta cual era su disponibilidad uno o dos años antes, en 1987-l988. Probablemente, ya estaban disponibles pero todavía en etapa experimental y sin un grado confiable de precisión para alcanzar los objetivos.
 
Sin embargo, existen opiniones diferentes. El periodista británico Peter Hounam, quien publicó en 1986, en el “Sunday Times”, la primera evidencia fotográfica del programa nuclear israelí, afirma en su libro “The Mini-Nuke Conspiracy” (5), tomando como fuente entrevistas con ex funcionarios de ARMSCOR, que Sudáfrica llegó a poseer más de veinte bombas y más de un centenar de misiles con cabezas nucleares. Estas armas –según Hounam- fueron escondidas por afrikaners de ultra derecha o transferidas a Israel. Criterios similares han sido publicados más recientemente por Badenhorst y Victor (6).
 
Sudáfrica se propuso atraer al extremo sudeste de Angola, donde el terreno le era más conocido, más cercano y favorable, y por razones étnicas era más fuerte UNITA, al mayor número posible de tropas angolanas y cubanas, que eventualmente aisladas y a enorme distancia de sus bases de partida, podrían ser aniquiladas con un solo golpe nuclear. Llegado el momento, no abrigo dudas de que para facilitar la retirada del ejército racista a lugar seguro, hubieran sacrificado a sus aliados negros de UNITA.
 
Logró conseguirlo en parte, pues mal aconsejado por asesores soviéticos, el MPLA inició amplias ofensivas contra UNITA en el rincón sudeste de Angola, donde todas las condiciones eran favorables al enemigo. La parte cubana estuvo en desacuerdo con estas operaciones y no participó. La crisis se presenta cuando el ejército sudafricano interviene, rechaza la ofensiva de las FAPLA y continúa su marcha en dirección a Cuito Cuanavale donde tendría lugar la más importante batalla de la guerra.
 
“Al crearse aquella situación –relata Fidel- (7), situación que se desarrolla realmente porque no se tomaron en cuenta nuestros puntos de vista militares, situación difícil que podía resultar decisiva, entonces todo el mundo nos pide que actuemos, que tratemos de impedir que allí ocurra un desastre. Todo el mundo nos lo pide y todo el mundo espera que Cuba resuelva la situación”.
 
El 15 de noviembre de 1987, reunido Fidel con el Estado Mayor de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, se tomó la histórica decisión política y militar de enfrentar la situación y de adoptar las medidas que fuesen necesarias.
 
La victoria de Cuito Cuanavale se obtuvo gracias a la decisión rápida, audaz y trascendente de la dirigencia cubana y a una estrategia bien concebida, que no sólo fue diseñada para derrotar al enemigo por medios convencionales sino que tuvo en cuenta, de manera principalísima, la posibilidad de que las tropas fuesen objeto de un ataque nuclear.
 
En un tiempo increiblemente corto fueron trasladados desde Cuba hasta el campo de batalla en el extremo sur de Angola una enorme cantidad de personal y medios de combate. El número de soldados cubanos pasó de algo más de 30,000 a 52,000. Cuba envió a sus mejores pilotos y sus mejores aviones y abundantes medios de defensa antiaérea logrando, en breve tiempo, el dominio del aire. “Para lograrlo –relata Raúl Castro- no faltaron hazañas laborales, como fue la construcción, en 70 días, del aeropuerto de Cahama, que puso a nuestro alcance objetivos vitales del enemigo” (8). La aviación de Pretoria ya no se atrevía a penetrar en Angola. “En ese frente –continúa Raúl- desplegamos una fuerza de golpe que contaba, entre otros medios, con 998 tanques, más de 600 transportadores blindados y 1,600 piezas de artillería, morteros […]”.
 
Estos aumentos en el personal y en los medios de combate eran imprescindibles para obtener la iniciativa estratégica e iban acompañados de medidas en prevención de un ataque nuclear. Estas se pueden resumir en los cinco puntos siguientes:
1.- Obtener en el menor tiempo posible la supremacía aérea.
2.- Convertir las grandes unidades en multitud de otras más pequeñas.
3.- En lugar de concentrar todas las fuerzas en la defensa de la base de Cuito Cuanavale, distribuirlas a lo largo de un frente de más de 700 kilómetros paralelo a la frontera con Namibia.
4.- Atacar continuamente sin despegarse del enemigo, pisándole los talones en su retirada.
5.- Golpear, con medios poderosos, en el sudoeste de Angola, en el otro extremo del frente, lugares de importancia estratégica para el enemigo.
 
Se obtendrían de este modo tres objetivos principales:
1.- Se haría muy difícil que los Canberra B-12 o los Bucaneer sudafricanos,transportando bombas nucleares, pudieran atravesar la barrera creada por la aviación y la cohetería antiaérea cubanas (la velocidad máxima del Canberra es de 834 km/hora, la del MiG-23, 2445, tres veces más) y tenían que recorrer más de 1,500 km sobre el territorio de Namibia.
2.- La fragmentación de las grandes unidades en grupos tácticos y su distribución en un amplio frente, no permitirían a Sudáfrica destruir con un solo golpe nuclear la capacidad combativa de las tropas cubanas. La ofensiva constante, que no dejaba al enemigo tomar distancia, determinaba que el golpe nuclear, tanto por bombas lanzadas desde aviones como por misiles con cabezas nucleares, no podría distinguir entre amigos y enemigos.
3.- Los ataques en el extremo sudoeste, como el contundente de los MiG-23 sobre Calueque, impedirían al ejército racista reforzar a sus tropas en el asedio de Cuito Cuanavale.
 
Creo que es necesario destacar que la derrota de Sudáfrica no fue únicamente militar sino también económica, moral y psicológica. Entre los jóvenes sudafricanos, por ejemplo, se desarrolló un amplio movimiento de rechazo al reclutamiento obligatorio (“End Conscription Campaign”).
 
Según Horace Campbell (9), cuando después de tres meses de costosos ataques contra Cuito Cuanavale, el ejército sudafricano no pudo tomar la base, soldados negros reclutados a la fuerza se sublevaron y fue necesario que volara al frente P.K. Botha para evitar el colapso del mando militar. Botha –de acuerdo a Campbell- debatió allí con altos oficiales si había llegado el momento de utilizar el arma nuclear.
 
El 27 de junio de 1988 un escuadrón de aviones MiG-23 ML atacó exitosamente Calueque. Al día siguiente Sudáfrica pidió a Cuba una tregua y comenzaron las conversaciones de paz. En diciembre de ese año se firma el Acuerdo Trilateral de Nueva York entre Angola, Cuba y Sudáfrica, mediante el cual se obtiene la independencia de Namibia y la aceptación por Sudáfrica de no apoyar más a la UNITA.
 
 El objetivo original de Cuba en el cono sur de Africa había sido defender, a solicitud y en alianza con el MPLA-FAPLA, la independencia de Angola frente a la invasión sudafricana. Cuba se retiraba habiendo obtenido mucho más que eso: había ayudado a la SWAPO a lograr la independencia de Namibia, al NAC a eliminar el odioso régimen del apartheid y había contribuido significativamente a la liberación de Zimbabwe; todo lo cual, además, coadyuvó a consolidar la independencia del resto de los países africanos. Una epopeya en que la participación de Cuba permitió liberar un territorio de extensión numerosas veces superior al suyo propio.
 
La victoria cubana tenía una dimensión universal. El cumplimiento exitoso de la misión internacionalista puso al desnudo la falacia moral de los sionistas y los privó de su principal aliado después de Estados Unidos: el régimen del apartheid. Condujo, por último, a la desaparición del peligro que representaba, para toda la humanidad, que el régimen de Pretoria pudiese disponer de armas nucleares para imponer su ideología fascista.
 
Otros logros colaterales tuvieron también enorme importancia. En Cabinda, 232 instructores militares cubanos con dos batallones de las FAPLA derrotaron a fuerzas enemigas numéricamente muy superiores que atacaron no sólo por tierra sino también mediante desembarcos anfibios. Los invasores avanzaron confiados sabiendo que la defensa carecía del volumen de fuego necesario para detenerlos, pero los instructores cubanos adaptaron las antiaéreas llamadas popularmente en Cuba “cuatro bocas”, para el tiro horizontal contra infantería, causando enormes estragos entre los atacantes. Se impidió de esta manera la anexión por Zaire del enclave, promovida por Estados Unidos y las grandes corporaciones petroleras.
 
La concentración de mercenarios, mayormente europeos y norteamericanos, en el norte de Angola, fue destruída en acción conjunta con las FAPLA, dando fin al mito de la invencibilidad de los soldados de fortuna blancos que tantos crímenes cometieron al servicio de los colonialistas.
 
La decisión estratégica de rotar con frecuencia el personal de las tropas cubanas, a pesar de las gigantescas dificultades y peligros del transporte, tuvo como recompensa prevista que al final de la guerra Cuba dispusiera de más de 375,000 soldados y oficiales veteranos. El traslado de todo un ejército moderno desde una pequeña isla en el Caribe, bloqueada y hostilizada, a través de más de 10,000 kilómetros sobre el océano fue, sin dudas, una de las más audaces decisiones políticas y una de las mayores proezas de logística militar en el siglo XX.
 
La victoria angolano-cubana en Cuito Cuanavale precipitó el derrumbe del apartheid. Según el historiador sudafricano R.W. Johnson (10), empresarios, intelectuales y otros viajaban con frecuencia a Dakar y Lusaka para entrevistarse con figuras del ANC a fin de declarar su buena fe ante los futuros gobernantes del país y asegurar su propia situación. “La clase dirigente del Estado –relata Johnson- se dio cuenta de que tenía los días contados y empezó a robar todo lo que no estuviera sujeto con clavos e incluso bastante de lo que sí estaba. La corrupción se hizo endémica. El capital huía al extranjero e ingresaba en cuentas secretas y muchos de sus propietarios hacían gestiones para emigrar a donde ahora tenían el dinero. Fue nada menos que el saqueo de un barco a punto de naufragar.”
 
En enero de 1989, el presidente sudafricano F.W. de Klerk dio por terminado el programa de desarrollo de armas nucleares y ordenó el cierre de las instalaciones. El 10 de Julio de 1990 anunció su adhesión al Tratado de No-proliferación Nuclear.
 
El desmantelamiento de las capacidades nucleares en Sudáfrica “por voluntad propia” ha sido presentado cínicamente por los medios masivos de comunicación de Estados Unidos y Europa como un acto digno de reconocimiento y un ejemplo a seguir con el fin de evitar la proliferación de armas nucleares. En realidad, la única motivación de la administración de Klerk para liquidar el programa, fue de carácter racista: impedir que el gobierno que vendría a continuación –de mayoría negra inevitablemente- tuviese acceso a las armas nucleares. Por otra parte, es muy cuestionable que la decisión del gobierno racista haya contribuído a la no-proliferación. Cientos de científicos, ingenieros y técnicos desempleados, emigraron y contribuyeron al desarrollo de armas nucleares en Paquistán y seguramente otros países, o trabajaron como mercenarios para el mejor postor. Nadie sabe con certeza adonde fueron a parar equipos, instrumentos, materias primas y combustibles nucleares que resultaron del desmantelamiento. Existen indicios de que los desvíos de materiales comenzaron tan pronto se supo que el programa nuclear iba a ser cancelado. El 12 de octubre de 1989, un ciudadano británico residente en Grecia, Derek Smith, fue arrestado en Atenas por posesión ilegal de 2.5 kilogramos de uranio puro y admitió que la obtuvo de un amigo sudafricano a un precio de $180,000 el kilogramo y que era sólo una muestra de 250 disponibles para la venta en el mercado negro (11). No se descarta -tiempo de sobra tuvieron para hacerlo- que armas nucleares hayan sido guardadas por fanáticos racistas en lugares seguros de Sudáfrica.
 
Después de 27 años en prisión, Nelson Mandela fue liberado el 11 de febrero de 1990. Ese año, de Klerk inició negociaciones para dar fin al apartheid.
 
Con sangre cubana y africana quedaba escrita la más generosa y brillante página de solidaridad e internacionalismo en toda la historia de la humanidad.
 
Fidel y Raúl lo afirmaron en repetidas ocasiones: Cuba no buscaba en Angola nada material y al retirarse las tropas cubanas sólo se llevarían a sus muertos, la gloria de abrir las puertas a un mundo nuevo y el agradecimiento de los pueblos africanos. ¡Y así fue!.
 
 
(1) R.W. Johnson: “Historia de Sudáfrica”, Random House, 2005, pp. 324-343.
(2) Dan Raviv and Yossi Melman: “Has Congress Doomed Israel’s Affair with South Africa?”, Washington Post, Febr. 22, 1987.
(3) Sasha Polakow-Suransky: “The unspoken alliance”, Pantheon Books, N.Y., 2010, p. 149.
(4) Hugh Davies: Israel is helping S. Africa to build rockets, says US”, Daily Telegraph, Oct. 28, 1989.
(5) Peter Hounam and Steve McQuillan: “The Mini-Nuke Conspiracy”, N.Y., Viking, 1995.
(6) Nicholas Badenhorst and Pierre Victor: “Those Who Had the Power”, Pretoria, 2006.
(7) Fidel Castro: Discurso en conmemoración del Día de las Fuerzas Armadas, La Habana, 5 de diciembre de 1988.
(8) Raúl Castro: Ceremonia para recibir a los últimos internacionalistas cubanos que retornaban de Angola, 27 de mayo de 1991.
(9) Horace Campbell: “Cuito Cuanavale”, Pambazuka News, junio 3, 2008.
(10)R.W. Johnson: Idem, p. 343-344.
(11) Zondi Masiza: “A chronology of South Africa’s nuclear program”, The Nonproliferation Review/ Fall 1993.


sccapote@yahoo.com


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Salvador Capote


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