¿Qué pasa en los Estados Unidos? ¿Qué se mueve en las entrañas de esa nación donde su liderazgo político se reúne para observar, a través de sofisticados medios, en vivo y en directo, la ejecución extra-judicial, justificada con el argumento de que se trata de un terrorista, con la misma satisfacción con que se asiste a la proyección de una película? La inefable foto -lindante en lo obsceno- donde aparecen, entre otros personajes, el presidente Barack Obama; el secretario de Defensa, Robert Gates; la secretaria de Estado, Hillary Clinton (con cara de estupor), prueba la disposición de un equipo de gobierno a recurrir, incluso al asesinato, en nombre de la seguridad nacional. En otras palabras, la coparticipación deliberada, a distancia, en un delito convertido en espectáculo mediático, como lo confirma la posterior distribución a las agencias noticiosas del material fotográfico. Pocos días antes, con igual desparpajo, como algo absolutamente normal, el ministro de Defensa del Reino Unido, Liam Fox, declaró que si Gadafi no se rendía había que matarlo. La orden no se cumplió en la persona del líder libio, pero sí en uno de sus hijos y tres nietos. ¿Ambas actitudes constituyen política de Estado o de un club de asociados para cometer delitos, tan repudiables como los de los terroristas? ¿Acaso no se percatan del precedente funesto que sientan y de sus letales consecuencias?
APOLOGÍA DEL DELITO
Sin que se le moviera un solo músculo del rostro, sin pestañear ni tomar agua, el director de la CIA -en breve nuevo secretario de Defensa de EEUU-, León Panetta, declaró a la cadena NBC que la tortura de prisioneros políticos se justificaba por razones de seguridad nacional, como ocurría en Guantánamo, y citó la práctica del "ahogamiento estimulado", o sea, el submarino. ¿No es la tortura un delito de lesa humanidad y, por tanto, imprescriptible? ¿No han sido condenados centenares de agentes policiales, miembros de organismos de seguridad e inteligencia y altos jefes militares en Argentina, Chile, Uruguay, Paraguay, Bolivia y otros países de la región por torturas a detenidos con el famoso método del submarino y otros de similar crueldad? Hasta ahora no se había hecho una apología tan descarada, desde una importante posición de gobierno, de un delito tipificado como expresión acabada de violación de los derechos humanos.
Ni siquiera los represores de los países del Cono Sur se atrevieron a hacerlo. Optaron por negarlo; o por decir que fue la respuesta a los terroristas. Claro está, se hallaban presos, mientras que Panetta no lo está y cuenta con el poderoso respaldo del imperio. El mismo que le permite a un Premio Nobel, que llegó a la presidencia desplegando banderas de paz y respeto a los derechos humanos ordenar, por su propia cuenta, la muerte de una persona desarmada, más allá de los cargos que contra ella existan -cuya evaluación y sanción solo compete a un organismo judicial-, y a definirlo como acto de justicia.
PREGUNTAS
A) ¿Estamos a las puertas de una involución del derecho que autorizaría, de facto, la pena de muerte ordenada por una autoridad supranacional, sin sustanciación de la causa y sin el debido proceso? B) ¿Está planteado reexaminar el tema de la tortura a partir de la interpretación basada en la prioridad absoluta de la seguridad nacional, lo que equivaldría a reconsiderar su carácter delictivo? C) ¿En qué situación quedan los torturadores de la Dina chilena, de la Esma argentina, de los servicios de inteligencia uruguayos, paraguayos, bolivianos, centroamericanos procesados, que invocaron el uso de la tortura para enfrentar terroristas y defender la seguridad nacional? D) ¿Acaso la posición de la dirigencia norteamericana -y europea- no es consecuencia del miedo que inculcó en los ciudadanos su exacerbada prédica antiterrorista, sacralizadora de la seguridad nacional, que contribuyó a liberar fantasmales visiones en Europa y a la aparición en EEUU de franquicias reaccionarias como el Tea Party, producto de la polarización que estimulan, con el fin de difundir odio, los medios y la extrema derecha?
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LABERINTO
El debate sobre la tortura lo reabrieron quienes están al frente de los gobiernos de las grandes potencias. Un debate que se dio durante años, hasta que hubo consenso sobre la condena a los procedimientos violentos contra detenidos para obtener información. La razón de Estado, ahora por encima del derecho humanitario y del respecto a la dignidad de las personas, nos regresa al pasado. Al terrible drama de un ser humano enfrentado a verdugos que tratan de extraerle, verdades o mentiras, en la soledad de una celda…
Un exinterrogador militar de alto rango, Mattew Alexander, que condujo centenares de interrogatorios en Irak, opina: "La tortura no es moral porque es incompatible con nuestros principios de libertad y justicia, y también es ilegal". Pero quienes reivindican la necesidad de tan abominable práctica, no lo creen así. Tales palabras son síntoma de debilidad o de complicidad con el terrorismo. Algo, en extremo peligroso, se pasea por el mundo pretextando defender valores que en el fondo se desprecian…
El presidente Rafael Correa dio un importante paso para profundizar la democracia ecuatoriana. Contra su propuesta se armó un frente integrado por partidos, empresarios, la derecha, izquierdistas salta talanqueras, medios y el clero -que nunca falta en el guiso-, al igual del que está conformado en Venezuela. Alineación que se repite, sistemáticamente, en la región: Argentina, Perú, Bolivia, Paraguay, Brasil, Uruguay…
El jefe del gobierno italiano, el inefable Silvio Berlusconi, acaba de declarar, con motivo del proceso que se le sigue por delitos en contra de menores de edad, que los Fiscales de Milán que lo acusan "son un cáncer al que hay que extirpar". Claro que lo dicho por Berlusconi no levanta protestas en los gobiernos europeos: es un "demócrata" y cuenta con la tolerancia del mundo civilizado. Si ese lenguaje lo empleara algún dirigente tercermundista sería un gesto bárbaro…
Durante décadas los delitos de lesa humanidad -torturas, desapariciones, masacres-, cometidos durante la IV República, permanecieron en el limbo de la impunidad. Incluso la V República tiene responsabilidad en esa lamentable omisión. Ahora se produce una importante reacción a través del Ministerio Público y de algunos jueces. Se reivindica la justicia y se procesa y sentencia a los represores sin importar el tiempo transcurrido ni el rango. Lo cual no es expresión de odio, como algunos pretenden, sino de voluntad de rescatar valores olvidados. En especial la memoria, sin la cual no hay estado de derecho ni democracia…
Makled ya está ante sus jueces. Dos observaciones al respecto: garantizar su seguridad en el sitio de reclusión y juicio imparcial con resguardo de sus derechos. Que diga lo que tiene que decir, y que presente las pruebas que dice tener. Si en lo que aporta hay responsables; si hay personajes vinculados a los delitos que se le imputan, que los procesen sin contemplación. Caiga quien caiga…
Por cierto, ante la histérica especulación que algunos diputados de oposición hacen del caso -¿fracción Makled en la AN?, dixit Carreño- destaca el coraje y sensatez del diputado de Primero Justicia, Juan Carlos Caldera, quien afirmó en un programa de televisión: "No tenemos que tomar como cierto lo que diga Makled"…