Lo
que estamos viendo en Honduras no tiene otro nombre que capitulación.
Por un acto como ese Francisco de Miranda fue puesto preso por los
patriotas con la acusación de traición a la patria. Por
conspiración de algunos pusilánimes, enemigos de Bolívar, Miranda fue
entregado a los españoles para ganar indulgencia con el realista
Monteverde y esa genuflexión evitó a Miranda
rendir cuentas de sus actos en un consejo de guerra del ejército
patriota pero fue a morir en la Carraca en las garras de sus enemigos.
El
caso de Zelaya es infinitamente peor, porque Miranda fue un héroe de la
Independencia y aunque en sus manos se perdió la Primera República las
causas no pueden ser atribuidas a un acto de cobardía, ni a la defensa de los intereses de su clase o a debilidades ideológicas frente al Imperio. En el caso del pusilánime Zelaya este personaje no es ningún héroe de la resistencia Hondureña, nunca
ha dado muestras de coraje ni de valor personal, es un empresario dueño
de tierras arraigado a sus intereses de clase y siempre ha estado
haciéndole carantoñas al Departamento
de Estado norteamericano, a los chupamedias del Imperio o a los que andan pescando en río revuelto.
Se
me antoja hablar de capitulación utilizando la figura de “Abandono de
una opinión, de una actitud, de cualquier resistencia”, según la
acepción del Larousse. El gobierno de Lobo es ilegítimo
porque nació de un golpe de Estado que sacó a empellones de su
residencia al Presidente constitucional y reprimió al bravo pueblo
hondureño alzado contra una arremetida ultraderechista obediente a Hilary Clinton. Esa
ignominia fue condenada por los gobiernos dignos del Continente
encabezados por el ALBA pero resulta ahora que por iniciativa de Santos,
Chávez y Zelaya con el visto bueno del Departamento de Estado,
aquella opinión democrática progresista, caracterizada por una actitud
emancipadora que enarbolaba la estrategia de la resistencia antiimperialista fue abandonada.
En
su lugar aparece un pastoso acuerdo entre vencedores y vencidos cuyo
más deplorable acto es legitimar al gobierno de facto. Zelaya volvió a
Tegucijalpa pero no como lo hizo Chávez el 13 de abril para continuar en
el ejercicio de su cargo legítimamente electo. En el mejor de los casos
Zelaya quedará envuelto en la triste repetición de otra historia humillante de América Latina, tendrá que ganar las elecciones a los golpistas que lo destituyeron para poder retomar su mandato. Sólo
que esta vez el agravio no requirió de los Cascos Azules y de la
intervención militar directa del Pentágono para imponer su política como
lo hicieron en la República Dominicana contra el Constitucionalista
Coronel Caamaño quien se rebeló en defensa del Presidente democrático
Juan Bosh víctima de la traición de militares serviles a los EEUU
De la capitulación vergonzosa sólo
podrá salir el pueblo hondureño con la firmeza de su combatiente
magisterio, de sus valerosos estudiantes, obreros y campesinos que
puedan romper la trampa que les tendió el imperio. Así como Bolívar pudo
conducir al pueblo venezolano por el camino de su independencia también
a lo largo de la lucha será posible hacerlo en el país centroamericano
si logran apartar de la dirección del movimiento popular la influencia
siniestra de hombres medrosos, peleles y vacilantes como el Presidente
Zelaya.
*Profesor universitario jubilado