Estado Unidos de América ¿Nación terrorista?

El “vecino” es incómodo por sus demostraciones en lo extenso-histórico de sus relaciones globales con sus “vecinos” y, además, allende los mares se encuentren estos mares y horizontes en los lados de las costas orientales del Atlántico, sean aquellas costas bañadas por las inquietas aguas del irónicamente bautizado como “El Pacífico”. Es un país que fue “colonia” bajo la corona del Imperio Británico que no es cualquier cosa y sino pregúntenle a los “países miembros” de la Commonwealth que aún siendo “libres” (sic) y democráticos tienen que levantar el “teléfono azul y rojo” para solicitar permiso para poder desarrollar sus relaciones exteriores y de defensa. Por cierto, es curioso que habiendo sido los EEUU de América colonia británica del “agradable” rey Jorge III no pertenezcan a la “unión libre y voluntaria de ex-colonias británicas” en la Commonwealth. Lo que puede afectar una “taza de té”; menos mal que el SENIAT aún no se ha enterado.

El “vecino” nació como nación-país con una ideología -American Enlightenment- que podría sustentarse en la unidad de los “bíblicos”, aquellos provenientes de las cárceles británicas por variedad de motivos y otros sectores sociales, “los casi-no-favorecidos”, por sus cargas ideológicas y geográficas plus la tesis-ideología que sustentaban aquellos seguidores de lo que se denominan como logias masónicas porque son varias y variadas. Los Padres Fundadores, pro-griegos y pro-romanos muy alejados de Mesopotamia, caminaron  “tabernas e iglesias cristianas” de la costa este exponiendo que el “liberalismo” era la panacea del futuro; que las actitudes del Rey David eran las “lógico-históricas”; que el “anglicanismo” era “alienante” y que Dios les había hablado como a cual Moisés ordenándoles la misión de las “cruzadas del modernismo” como futura nación con destino inevitable.

Los “Padres Fundadores” alcanzaron sus objetivos y la colonia se convirtió en Estado-nación pero limitado en sus espacios geográficos; claro con los sueños humanos conjuntamente con los celestiales en profecía obligaban a los conductores de los nuevos espacios geográficos la necesidad de “expandir” sus poderes divinos hacia las lógicas regiones continentales que miraban al poniente pero habían dos “pequeños problemas”: el primero era que aquellos espacios geográficos estaban ocupados por los “sin alma”; y, el segundo, había que buscar el incentivo para que los adherentes colonos en libertad se “animaran” a tomar los rumbos de la “Conquista del Oeste” que, gracias a Dios, porque el nuestro es católico y nos echó una mano, solo llegaron hasta “Bonanza” pero eso sí parecían una “marabunta”. Estos “pacíficos caminares” los llevó hasta ver las aguas del Pacífico donde la Corona Británica disfrutaba de las producciones de te, pimienta, nuez moscada, sedas y otras delicias que marcaban los mercados capitalistas de las Europas de las testas coronadas.

Decir que los “Padres Fundadores” no tenían visión de futuro es como decir que Simón Bolívar no dijo lo que, premonitoriamente, señaló sobre el “vecino del Norte”. Estaban clarísimos, sabían que, además de las órdenes celestiales, tenían algunas ventajas que aquellas coronadas y testadas personalidades europeas colonialistas no tenían: juventud como Estado-nación no testado y no de sangre azul y ambiciones desmedidas; ambas “virtudes” para su praxis requerían de “guts and Christian ethics” y así fue. Los noveles gobernantes tomaron la decisión de, primero, conformar un solo y extenso país de tamaño superior y unido comparativamente a las Europas de los siglos XVIII y XIX. En segundo lugar, sin la necesidad de los traumas que se vivían en la Gran Bretaña del Manchester, Liverpool, Sheffield pudieron apropiarse de los adelantos en las “Ciencia y Tecnología” del viejo continente plus los desarrollos de las propias porque es necesario decirlo y reiterarlo ya que país que se respete desarrolla sus propias ciencias y tecnologías. Aquel desarrollo industrial, por supuesto, conllevo el desarrollo de contradicciones internas entre dos factores sociales: los empresarios-capitalinos y los hacendados-esclavitud que había, necesariamente, que solucionar cual se logró con la llamada “Guerra Civil” que aún y en fechas recientes se parodió en aquellos estados de la Unión que sufrieron las más críticas derrotas, es decir, que sin estar inmersos en un escenario feudal dominaron los paradigmas correspondientes. Una vez solucionados los “temas” arriba expuesto consideraron que ya habían alcanzado la denominación de Estado-nación-país y había, obligatoriamente, que pasar a la segunda etapa de las profecías celestiales. ¿Cuál sería y que representaba esa siguiente fase en expansión del novel poder jeffersoniano? Reiteramos que los “Padres Fundadores” eran unos tipos reflexivos e inteligentes que sabían y conocían lo que “se cocinaba” en la Europa en contradicciones; era necesario hacerle saber a “los coronados” quien mandaba en estas costas del Atlántico y, particularmente, en las costas de todo El Caribe; para ello se montaron un “plancillo” bien estructurado no solo políticamente sino también con sustentación en las ideas y con la praxis del cañón y fue así como surgió la “Doctrina Monroe” que simplificó sus tesis aprobadas como ley de los EEUU de América como “patio trasero”. Para que haya un “patio trasero” debe haber un “patio delantero” que marca como “alcabala” las directrices de aquellos “beneficiados” a disfrutar de las prebendas del novel y ambicioso país. Pero ¿qué significaba el “patio trasero” y cuál era su importancia geopolítica y geoestratégica? Además de todas las variables que ustedes deseen incorporar era un “asunto de estado” demostrarles a los europeos quien “manda en casa” y “ejercerlo”, por supuesto. Pero el Poder estadounidense, aún así, comparativamente con los imperios reales y en decadencia europeos, no era lo suficientemente sólido y consolidado como para alcanzar ese “necesario respeto” que implícita ser Imperio; fue por ello que cuando vieron la oportunidad propusieron e impusieron la tesis de “Puertas Abiertas” para el proceso colonizador y, por supuesto, el comercial, es decir, que todo el mundo se iba a beneficiar de las “ventajas” que las colonias proporcionaban a la “jauría imperial”.

Hemos mencionado en anteriores como el Poder de los EEUU de América fue imponiéndose, inteligente y paulatinamente, en aquellos mundos imperiales: Japón, dirigir los acuerdos de paz producto de la “Guerra de los Boxer”, el sistema de “Open doors”, inversiones financieras en China a finales y principios de los siglos XIX y XX, respectivamente. Frente a esas políticas impulsadas desde Washington, las contradicciones en el “Viejo continente” se fueron agudizando para alcanzar las “causas y consecuencias” de la 1ra Guerra Mundial donde participó Washington pero con un resultado favorable “raquítico”, al tiempo que “desde lejos” observaba como Vladimir Ilich Lenin imponía, por lógica histórica, un Gobierno de obreros y campesinos que entraba en profunda contradicción con los propios principios fundamentales de la fundación de la “Nación de los Padres Fundadores”. A partir de ese momento, el Poder tomó la decisión de ejercer el poder efectivamente y para ello la 2da Guerra Mundial y sus consecuencias les facilitaron el camino hacia la “unipolaridad”. A partir del “Plan Marshall”, la “Guerra Fría”, el “Muro de Berlín”, los atentados del “11 de septiembre” y sus consecuencias bélicas tomando en consideración al “tema Iraq” como un preámbulo, Washington consolidó su poder como Imperio. George W Bush, hijo terminó su ejercicio y el nuevo ocupante de la Casa Blanca significó una alteración a la propia Historia que habían diseñado los “Padres Fundadores”. Pero el Poder, como lo titulaba Müller Rojas, es una sólida estructura que ejerce el Poder y el poder. Barack Obama se enteró de esa realidad una vez que tomó la primera “decisión ejecutiva” cuando la Historia entró en el Oval Room.

Para concluir nos vamos a permitir para sus reflexiones una cita del autor James O´Donnell en su libro: “La ruina del Imperio Romano” (Ediciones B, Barcelona, 2010, pp. 527). Dice la cita que “…Procopio vio…que Justiniano nunca libró una guerra que tuviera que librar y que…estaba ansioso por librar aquellas en que no tendría que haberse aventurado rivalizando en sus ambiciones…con el emperador Trajano [400 años antes]…Justiniano tampoco terminó nunca una guerra antes de empezar otra y tenía una capacidad infinita para negar, así mismo y al mundo entero, los catastróficos fracasos que siguieron sus aventuras…” (Idem. p. 297). Sin más palabras. 

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Miguel Ángel del Pozo


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